La verdadera historia de Pablo Escobar Gaviria

“Dad todo el Poder al más virtuoso que exista; pronto le veréis cambiar de actitud”.
Herodoto

Pablo Emilio Escobar Gaviria nació el 1 de diciembre de 1949 en El Tablazo, Vereda de Río Negro, Colombia. Desde niño mantuvo una relación casi edípica con su madre, Hermilda Gaviria, quien lo regañaba constantemente; ya , fumaba a escondidas cigarrillos de marihuana para relajarse.

Pablo Escobar Gaviria cuando era niño

Empezó su carrera criminal robando lápidas de los cementerios, regrabándolas y vendiéndolas nuevamente. Un tiempo se dedicó a robar en las calles de Medellín, pero pronto se involucró en el tráfico de marihuana hacia los Estados Unidos.

Fiesta familiar en casa de los Escobar Gaviria

Introducido en el negocio del tráfico de cocaína por su primo Gustavo Gaviria, la visión empresarial, la inteligencia y la ambición de Pablo Escobar lo convirtieron rápidamente en líder. Primero se desempeñó como intermediario que compraba la pasta de coca en Perú para venderla a traficantes que la llevaban a Estados Unidos.

Libros huecos: antiguo método utilizado por Escobar para enviar armas escondidas

En 1971, estuvo involucrado en el secuestro y homicidio del industrial colombiano Diego Echeverría y del capo del narcotráfico Fabio Restrepo en 1975. Para 1976, fue el responsable del asesinato de dos policías que deseaban extorsionarlo: Luis Fernando Vasco Urquijo y Jesús Hernández Patiño. También comenzó su campaña contra los ricos hacendados de Colombia, que se le oponían de alguna forma. Su lema era “Plata o Plomo”, haciendo alusión a que las cosas podían resolverse con “plata” (dinero) o con “plomo” (con balas). Jhon Jairo Velásquez Vásquez “Popeye” (sic), el lugarteniente de Pablo Escobar y su principal sicario, escribió años después sus memorias junto con la periodista Astrid Legarda, en un libro titulado El verdadero Pablo: sangre, traición y muerte, donde narra la historia del Cártel de Medellín. Le llamaban “Popeye” por dos razones: su parecido físico con el personaje de historieta y el haberse enrolado en la Marina cuando era adolescente.

En ese libro, “Popeye” cuenta:

“Ante el discurso del gobierno y la presión de la sociedad antioqueña por expropiar los bienes de los narcotraficantes, Pablo Escobar decide atacar personalmente a los ricos de Colombia. Va a la finca de Fabio Echeverría Correa, presidente de una de las empresas más importantes del país (…) La finca queda en (…) una de las zonas más costosas y exclusivas. La casa, rodeada de jardines y pesebreras (…) muestra la pujanza y el dinero de los industriales. Una construcción hermosa que refleja buen gusto, no sólo en la calidad de los acabados, sino en los muebles que la visten. Escobar ordena que rodeemos la casa, con los tres carros, a prudente distancia uno del otro. Pablo se adelanta rumbo a la finca. Entramos a la mansión con nuestras armas. Todos portamos fusiles R-15 y el Patrón su ametralladora MP-5. No hay servicio de vigilancia ni cámaras. Pieza por pieza revisamos hasta el último rincón. Una mujer y dos empleadas de servicio son las únicas en ese momento. La mujer, al ser indagada por Pablo, manifiesta ser la esposa de un hijo del propietario (…) Con las manos cruzadas y apretadas contra su boca, en señal de piedad y temor, no modula palabra alguna (…) Un perezoso perro San Bernardo es sacado por Tato, casi a rastras, desde la alcoba principal. El jefe ordena sacar a las mujeres de la casa, mientras el Trompón, Mamey y Paskin aparecen con galones de gasolina. Yo, al lado de Escobar, observo todo el operativo (…) (Los otros) vigilan a las tres mujeres, quienes ya sospechan las intenciones del Capo. Pablo ordena que rocíen y esparzan la gasolina por todo el lugar, especialmente sobre los muebles, los cuadros, las paredes y la ropa de los armarios. Los tres hombres obedecen y de arriba a abajo impregnan la casa de combustible, terminando en las caballerizas (…) Pablo ordena abrir las puertas de las caballerizas para que seis hermosos caballos salgan galopando. Las tres mujeres horrorizadas se miran unas a otras y no dicen nada. Todos nos retiramos, junto con ellas. El perro no se separa de su ama. Dando una muestra de lo que se le viene al país, Escobar enciende un fósforo y lo acerca a un camino de gasolina que Paskin ha traído hasta los pies del jefe. El incendio comienza tímidamente. Pablo ordena entonces que vayamos a los vehículos. No habrían transcurrido tres minutos cuando oímos una pequeña explosión (…) Ya la casa arde con fuerza. Escobar se queda mirando en silencio durante cinco minutos las inmensas llamas. Al día siguiente, encarga a Pinina que organice la quema de El Vagón, un símbolo de la oligarquía antioqueña. Se destruyen cuatro fincas más, de empresarios reconocidos”.


Escobar siempre fue benefactor de los pobres: les daba casa, comida y trabajo. Muchos de ellos lo protegieron de la justicia por años; muchos otros votaron por él en las elecciones; otros se convirtieron en sus sicarios. Pero a todos brindó apoyo y protección, dinero en efectivo, les construyó hospitales, escuelas y canchas deportivas, servicios de electricidad y agua potable, viviendas y fuentes de empleo, a veces sin relación alguna con el narcotráfico. Creó un barrio con trescientas casas que regaló a los habitantes del basurero de la ciudad y a los indigentes que vagaban por las calles; se llamó “Medellín sin Tugurios” y los pobladores siempre veneraron a Escobar. Hasta el día de hoy, un gran sector de la población lo extraña y hablan de él con cariño, respeto y admiración. “Muchas veces hacemos el bien sólo para poder hacer el mal impunemente”, dirían sus detractores, citando a La Rochefoucauld. Pero la opinión de la gente que por fin recibía ayuda social era otra y con el pueblo no valían aforismos, sino acciones.

Ya en la década de los setenta, se convirtió en una pieza clave para el tráfico internacional de cocaína. Asociado con Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Lehder, Jorge Luis Ochoa y sus hermanos Fabio y Juan David, fundó el Cártel de Medellín. Nadie discutía nunca su asumido liderazgo en el grupo. Se adueñó de pistas, rutas, laboratorios y monopolizó el comercio ilegal desde la producción hasta el consumo. Escobar llegaría a acumular una fortuna superior a los tres mil millones de dólares y a ser el séptimo hombre más rico del mundo, según la revista Forbes. Parte de las rutas las hacía a través de Nicaragua, estando de acuerdo con Daniel Ortega y los sandinistas. Una fotografía tomada por la DEA donde aparecen Escobar, miembros del gobierno nicaragüense y un piloto estadounidense cargando cocaína en una avioneta, destapó un escándalo.

La fotografía del escándalo
El sicario “Popeye” recuerda en sus memorias:

“Las fotos de Pablo Escobar, de ‘El Mexicano’, de Federico Vaughan y de los funcionarios nicaragüenses, cargando con cocaína el avión piloteado por Barry Seal, fueron contundentes en el desarrollo de los hechos. Los sandinistas recibían de Pablo Escobar entre quinientos y mil dólares por cada kilo de cocaína, dependiendo del tamaño del embarque. Aparte de esto, cobraban doscientos dólares por el almacenamiento y custodia de cada kilo de coca. Lo que no veían era que se estaban fraguando su propia muerte política y el principio del fin de la Revolución Sandinista”.

El primer arresto de Escobar

Ese mismo año, Pablo se casó con María Victoria Henao Vallejos alias “Tata”, una hermosa colegiala de quince años de edad, neurótica, con tendencia a engordar y eternamente preocupada por su familia. Escobar le regalaba chocolates, discos de Raphael y de Camilo Sesto para conquistarla.

Escobar y Victoria Henao “Tata” el día de su boda

Escobar tuvo dos hijos con “Tata”: una niña llamada Manuela y un niño llamado Juan Pablo. A Manuela le apodaban “Terremoto”. Los dos eran su adoración y siempre los cuidó, veló por ellos y los protegió cuanto pudo del peligroso medio donde se desenvolvía.

Con sus hijos, Manuela y Juan Pablo


Pero el primer Escobar público es el que aparece en las fotografías de Iván Restrepo, del diario El Tiempo: los balbuceos de un candidato al Congreso en enero de 1982.

Escobar lidera una campaña denominada “Medellín sin Tugurios”, durante la que organiza actos benéficos, ochocientos partidos de fútbol y corridas de toros para cosechar votos. Es un momento dulce y el prólogo de su debut como filántropo y constructor de un barrio de viviendas sociales para cuatrocientas familias pobres, que se entregan en mayo de 1984.

Paralelamente, Escobar (a quien ya apodaban “El Patrón”) amasaba una fortuna traficando con cocaína, un producto que, está convencido, acabará vendiendo legalmente, bajo la marca “Cocaína Escobar”, cuando la droga se legalice. Escobar realizaba fiestas de disfraces: le encantaba representar a personajes violentos, sobre todo gangsters o revolucionarios zapatistas, ya que admiraba al revolucionario mexicano Emiliano Zapata.

Escobar disfrazado de Al Capone y de Emiliano Zapata

Son los años de gloria de un ecologista convencido que planta más de un millón de árboles en sus propiedades de Antioquia: según unos, por un desprendido impulso ambiental; en opinión de otros, «para que le sirvieran de protección frente a los helicópteros de la policía y le permitieran una huida rápida y segura».

Son tiempos también de extravagancias fomentadas por el flujo incesante de narcodólares. Escobar hace de la Hacienda Nápoles el epicentro de su imperio: 3,000 hectáreas de terreno boscoso, mansiones de lujo, lagos artificiales, una cancha de football donde equipos profesionales iban a practicar, una plaza de toros, helipuerto y dos pistas de aterrizaje.

La entrada a la Hacienda Nápoles

Había comprado la propiedad en 1979 por 63 millones de dólares; en los años de mayor bonanza, hacia 1983, la finca llegó a operar como un aeropuerto internacional «con tres o cuatro vuelos al día de aviones llenos de coca», como declaró “El Profe”, uno de sus amigos íntimos. Sobre la puerta de entrada, Escobar colocó la primera avioneta con la que hizo un vuelo lleno de droga hacia Estados Unidos.

En los jardines hizo construir enormes dinosaurios de tamaño natural, para que su hijo jugara con ellos. Pero el colmo de la excentricidad fue el zoológico de la hacienda, en el que reunió la mayor colección de aves en cautiverio de Colombia; también elefantes, jirafas, canguros, cebras, búfalos, gacelas, ciervos, avestruces, tortugas, ñus, venados, faisanes, hipopótamos, leones, tigres, canguros y rinocerontes. Escobar reprodujo en la Hacienda Nápoles todos los elementos de su hábitat natural. La gente podía visitar el lugar y los domingos, las familias colombianas disfrutaban con el paseo. El mismo Escobar se les unía en varias ocasiones. Uno de los canguros se hizo famoso porque jugaba al football.

Los dinosaurios en la Hacienda Nápoles

Su primo menor, Jaime Gaviria, relataría:

«Los animales fueron descargados del avión y nos dijeron que había que llevarlos al zoológico de Medellín a pasar la cuarentena. Pablo sólo dijo: ‘De acuerdo, llévenselos’. Luego envió a su gente a comprar todos los patos, pollos y loros que pudieran encontrar y por la noche fuimos al zoo a rescatar los antílopes, las cacatúas, los cisnes negros europeos, el pato mandarín, los canguros, etcétera. A cambio, dejamos el producto nacional. Entonces alguien reparó en las cebras. Cierto, ¿cómo das el cambiazo a una cebra? Enseguida compramos cuatro mulos, y así, mientras las cebras verdaderas salían en un camión hacia la hacienda, alguien se quedó toda la noche pintando los jumentos, antes de que los cuidadores del zoo se despertasen».

El zoológico de la Hacienda Nápoles, visto desde lejos

La voluntad de Escobar se hacía tan patente como su violencia. «Plata o plomo» era una de sus frases favoritas; a menudo, las últimas palabras que sus víctimas oían. «Los secuestros fueron la base de todos los crímenes de Escobar en Medellín; la droga no fue el negocio más importante, sólo el más rentable. Pero él secuestraba a gente, le pedía dinero y con frecuencia la mataba igualmente», declaró años después el general Hugo Martínez.

Para comunicarse con sus hombres, utilizaba palomas mensajeras especialmente entrenadas: nadie sospechaba de los pájaros y podían llegar incluso al interior de las prisiones.

Se ganó mediante la intimidación el apoyo que lo llevaría a la Cámara de Representantes por el movimiento Alternativa Liberal, después de haber sido expulsado junto con Jairo Ortega Ramírez del Nuevo Liberalismo que había fundado Luis Carlos Galán Sarmiento. En una carta, Galán declaró: “No podemos aceptar vinculación de personas cuyas actividades estén en contradicción con nuestras tesis de restauración moral y política del país. Si usted no acepta estas condiciones, yo no puedo permitir que la lista de su movimiento tenga vinculación alguna con mi candidatura presidencial”. Alberto Santofimio Botero, quien fue Senador, se unió a Escobar y se convirtió en su principal contacto en el poder, al grado de que Santofimio lo convenció, años después, de asesinar a varios políticos prominentes, entre ellos un candidato presidencial.

En abril de 1983, Escobar fue proclamado pomposamente «Robin Hood de Antioquia» por la revista Semana, la más importante del país. Por entonces, un kilo de cocaína se pagaba a 80.000 dólares en Nueva York, y algo menos (50.000) en Miami.

Escobar con su familia



El asesinato de Pablo Escobar


Su cadáver, exangüe y barbado, es sometido a autopsia, a la que asisten su hermana Luz María y la viuda de su lugarteniente Limón, que cayó con él en el asalto. Un agente de la DEA corta pedazos de la barba del cadáver como recuerdo y trofeo.

Su presencia en la mesa de autopsias no basta para que las interpretaciones sobre la muerte proliferen; Luz María lanza la hipótesis de un improbable suicidio. La leyenda empieza un segundo después de que el suceso sea hecho público con esta declaración del policía Hugo Aguilar: «Larga vida a Colombia, Pablo Escobar ha muerto».

Su lugarteniente “Popeye”, preso, se entera de la noticia por medio de la televisión. En sus memorias, cuenta el suceso:

“La noticia recorre el mundo, anunciando la muerte del Capo. Cuando me entero, se me embota la cabeza; Iván Urdinola me llama a su celda, se le ve contento y dice: ‘Popeye, esto es lo mejor que nos pudo pasar a todos. Esta aseveración muestra lo que la mafia siente por el hombre que tumbó la extradición. Los policías bailan en un solo pie, un agente de la DEA corta medio bigote del cadáver de ‘El Patrón’ y lo toma como recuerdo o quizá como un trofeo. Iván Urdinola llama a Cali y la fiesta es total; los mafiosos del Cártel de Cali en la cúspide del poder. Miguel Rodríguez, llorando de la felicidad, abraza a sus amigos. Gilberto Rodríguez y Pacho Herrera (del Cártel de Cali) le acaban de ganar la guerra a Pablo Escobar Gaviria. Los tontos no saben que esos mismos agentes norteamericanos van más tarde por ellos. Los ricos festejan en las calles, la euforia llega a la clase política, a los empresarios, a la justicia, a la embajada norteamericana. Todos paran sus actividades y arman una fiesta. El Presidente de la República, César Gaviria Trujillo, se pronuncia ante el país, con una sonrisa en sus labios; anuncia de forma ilusa e ingenua el final del terrorismo y la violencia, avizorando un gran futuro para Colombia; los militares de plácemes; ministros y altas personalidades del país en euforia colectiva. Los informativos enloquecidos; la prensa hablada vuelca todo su odio contra el abatido Pablo Escobar.

“Los gobiernos felicitan al Presidente Gaviria. Iván llama de nuevo a Cali y le informan que la mafia ha organizado una gran fiesta; miles de botellas de licor se destapan a nombre del recién caído Pablo Escobar. El Presidente recobra su prestigio político, perdido el día de la fuga de La Catedral y pasa a la historia como el mandatario que abate al temible capo. Los Estados Unidos lo premiarán por eso. Los altos funcionarios estadounidenses, a la cabeza del Presidente de la Nación, se pronuncian complacidos ante los medios de comunicación; George Bush padre da un parte de victoria. La Policía Nacional recobra su tranquilidad y credibilidad a nivel mundial. Pero no todos en Colombia festejan la muerte. Lo lloran su viuda María Victoria Henao, su bella hijita Manuela, su afligido hijo Juan Pablo quien, en su dolor, se lanza a los medios de comunicación prometiendo venganza por la muerte de su padre. La congoja invade a sus hermanos, sus sobrinos, su sufrida madre doña Hermilda, don Abel su padre, los habitantes del barrio ‘Pablo Escobar’ y los humildes de Antioquia y el resto del país. Lo lloramos sin lágrimas los hombres que lo dejamos solo y ahora estamos en prisión. Yo miro con pena a todos por haberlo abandonado a su suerte, me doy cuenta de lo grande y poderoso que era ‘El Patrón’; cuando andábamos juntos lo miraba con respeto y admiración, porque en realidad era un gigante. Un visionario de la dignidad nacional…”

La tumba de Pablo Escobar Gaviria

Su tumba, situada en el cementerio Jardines de Montesacro, cerca de Medellín, sería considerada una de las más visitadas de Colombia. Se encuentra al lado de la tumba de su padre, Abel de Jesús Escobar, quien falleció en 2001 y pidió como último deseo ser sepultado junto con su hijo. Nunca le faltan flores frescas. El epitafio en la lápida de Escobar, una cita de Confucio, es enigmático: “Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo. Cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo”.


 

Previous Post

Guerra de Escobar comenzó tras cumbre en Barranquilla

Next Post

El libro que nunca pude escribir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *