“Pablo Escobar fue quien democratizó el dinero en suelo colombiano”

Por Alejandro Aguirre / www.telegrafo.com.ec  DESDE EL ENTORNO ÍNTIMO SE HABLA DE LA MUERTE DEL “PATRÓN” Habla en exclusiva Alba Marina Escobar, la hermana confidente del capo. “La serie de televisión no es una cosa real, aunque tiene cosas importantes; no voy a decir que Pablo era un santo, pero hay cosas exageradas”, afirma. Alba Marina Escobar era la confidente y hermana favorita del narco colombiano Pablo Escobar Gaviria. Era tanta la confianza que se tenían que de niños comentaban las lecturas que leían y de adultos eran consejeros. Pablo era mayor 4 años que su hermana. “Pablo tenía una capacidad intelectual muy superior a mis hermanos”, recuerda.

Hace dos años publicó lo que muchos consideraron una oda a su hermano: “El otro Pablo” -a cuatro manos con la periodista Catalina Guzmán-, donde resume que fue víctima y testigo, pero no cómplice. “Hay algunas cosas que por la seguridad de mi familia no me atrevo a contar y hay otras que indudablemente me van a reprochar. Mucha gente va a estar conmigo mientras otros me llamarán mentirosa”, escribe la autora en el prólogo. Le anunció a este diario que se irá del país por la violencia que hay en su natal Medellín. “No me fui en la guerra cruel del narcotráfico, pero ahora sí”, dice. Alba Marina Escobar, de 59 años, habla en exclusiva para El Telégrafo.

Usted era la hermana favorita de Pablo Escobar. ¿Cómo logró eso?

Eso se logra a través de la convivencia, desde la infancia. Usted sabe que en las familias numerosas (fueron siete) los hermanos se juntan unos con otros: los pequeños con los pequeños y los grandes con los grandes. Siempre es por edades y por las cosas que nos gusta a ambos. A Pablo y a mí nos gustaba la lectura. La relación fue desde niño hasta la adultez. Y fue de confianza y amor.

Ustedes eran siete hermanos, ¿qué importancia tenía Pablo al interior familiar?

Pablo, desde niño, se perfiló como líder de la familia: aconsejaba, ayudaba. Siempre comenzaba diciendo: “Hagamos esto de esta manera y no así”. Tenía una capacidad intelectual amplia, sin demeritar a mis demás hermanos. Pienso que la mente de Pablo era la más sobresaliente y por eso uno terminaba haciéndole caso.

¿Cuál es el recuerdo más latente que tiene de su hermano en su infancia?

Me acuerdo del amor que tenía por los animales (Pablo construyó el zoológico de la hacienda Nápoles, en Puerto Triunfo, centro del país, con animales que trajo de África para un terreno de 3 mil hectáreas). Sin embargo, hay un hecho que recuerdo mucho. Una vez a mi madre le adjudicaron un crédito, más la prima anual de su trabajo, y decidió reformar la casa. Tenía que tumbar un muro y contrató un trabajador para que lo tumbara. El señor le dijo que lo tumbaría en 15 días. Mi mamá aceptó. A Pablo, que tenía 12 años, no le pareció bien el contrato y habló con mi mamá. Le dijo: “Mamá, así no se contrata un trabajador. Dígale qué por cuánto tumba ese muro”. Mi madre hizo caso y el señor le dio una cifra. A los 30 minutos el muro estaba en el suelo. Ese era Pablo, con una mente brillante.

Su madre, Hermilda Gaviria, fue definitiva en la vida de Pablo y de todos sus hijos, ¿qué tenía su madre que era una mujer respetada y hasta admirada?

Era una mujer muy culta, honesta, muy elegante, muy bien hablada. Jamás se tomó un trago de aguardiente, jamás aconsejó mal a Pablo como muchos insinúan, como en la serie de televisión, que se toma aguardientes con secuestrados. Mi madre no bebía. Sin embargo, lo que se ha dicho de mi mamá es desastroso. Vaya a un barrio popular y pregunte quién era Hermilda Gaviria. Seguro escuchará otra historia y no la que nos molesta: que mi madre aconsejaba mal a Pablo. Muchos han tratado de vender una historia que no es y eso me ha dolido.

¿Qué opinión le merece la serie “Escobar, el patrón del mal” (producida por Caracol Televisión)?

La serie de Caracol Televisión la hicieron los enemigos de Pablo, entre ellos la señora de Guillermo Cano (Ana María Busquets de Cano, esposa del periodista que dirigió el diario El Espectador, cuyo crimen fue obra del Cartel de Medellín) y la familia de (Luis Carlos) Galán (candidato presidencial asesinado). Con el poder de los medios, se dieron el gusto de contar lo que quisieron. Los que ganaron esta guerra fueron los que hicieron esta serie. La historia la hacen al amaño del que gana la guerra. Esa serie no es una cosa real, aunque tiene cosas importantes; no voy a decir que Pablo era un santo, pero hay cosas exageradas. En el libro “El otro Pablo” soy objetiva, se siente que yo lo quería mucho, pero no puedo tapar el Sol con los dedos de lo que hizo. Pero le digo que no todo lo que se cuenta es cierto.

Hay quienes anteponen la familia a los principios. ¿La familia Escobar Gaviria no ocultó más de la cuenta la verdadera vida de Pablo?

La familia Escobar Gaviria, los grandes industriales de este país, todos los que se usufructuaron de alguna u otra manera, lo añoran. Nosotros no sabíamos qué estaba haciendo Pablo. Cuando Pablo comenzó a hablar de coca, de envíos a Estados Unidos, nosotros no sabíamos de qué hablaba. Estábamos a principios de los setenta, en la época de los hippies, de todas esas cosas. No teníamos ni idea de lo que era la cocaína. Los grandes artistas del mundo la consumían y no sabíamos si eso era bueno o malo. En la guerra de Vietnam, por ejemplo, a los soldados les enviaban cocaína a fin de soportar esa difícil guerra. Tenemos que situar la historia de Pablo en la época y no ahora. Antes no se sabía ni siquiera cómo se hacía la coca.

Que Pablo se haya metido en la política fue, tal vez, su gran error (Escobar fue Representante a la Cámara suplente). ¿Cuál es su lectura que hace de  esa decisión?

Yo nunca estuve de acuerdo con la política. Cuando se mete uno allí se envilece. Miremos el Congreso de la República. Muchos de los ex senadores están en la cárcel, han hecho y deshecho con este país, con votos que se vendieron. Toda la vida detesté la política. Cuando Pablo me preguntó qué pensaba de su decisión de meterse a la política le dije: “No me vaya a decir que le ayude en la política porque no lo voy hacer. La política  esculca tu vida, te inventan cosas que no son ciertas”. Me hice a un lado, me propusieron al Concejo de Envigado y pedí el último renglón de la lista y de suplente. Es decir, para que nunca me tocara.

¿Cómo vivieron esa época (los ochenta y parte de los noventa del Cartel de Medellín) familiarmente hablando?

Muy linda. Todos éramos unidos, habíamos llegado a tener cosas que nunca nos imaginaríamos. Teníamos una nevera grande, todas las cosas materiales que se puedan imaginar. También dinero que ayuda mucho, viajes y lujos para toda la familia. Me acuerdo que Pablo veía a una señora que cojeaba y le ayudaba. La enviaba a un especialista. Era muy caritativo. Por él, muchas de mis amigas fueron a la universidad y son profesionales. Muchos  tuvieron una casa, se aliviaron. Diría que democratizó el dinero en Colombia. Solo 9 familias en esa época eran las ricas y el resto era de  asalariados. Pablo proporcionó un bienestar económico. No le pregunte a la oligarquía colombiana por Pablo; pregúntele a la gente corriente y verá la diferencia.

Pero también vivieron momentos difíciles: bombas, muertes de familiares…

Pero nunca nos escondimos. Nunca. En esas cacerías de bruja hicieron lo que quisieron, incluso, hasta hace poco. Mi libro (“El otro Pablo”) lo vetaron del mercado. A Pablo lo persiguieron, no por lo que había hecho, sino porque se metió a la política. Esa es la historia verdadera. A las 9 familias que oprimieron al pueblo les molestó que alguien llegara a ser diferente. Además, vieron el respaldo del pueblo que estaba teniendo Pablo. ¿Qué hice yo? Organicé a mis hermanos, en sitios diferentes para que estuvieran tranquilos. Nosotros necesitábamos de su cariño y él el de nosotros.
¿Qué opinión tiene de los socios de Pablo: Gonzalo Rodríguez Gacha, el “Mexicano”;  Carlos Lehder, los hermanos  Ochoa, entre otros? ¿Tuvieron algo que ver con la actitud de Pablo?

No opino de eso, ese tema se queda allí. De cierto modo, los vivos son santos y los muertos pecadores. Se me dañó la memoria en este tema.

¿Por qué hay que creer o dar a entender qué Pablo era bueno, cuando no lo era?

Pablo, en realidad, lo que hizo fue responder a los peligros, pero todo a su alrededor  se convirtió en una bola de nieve muy brava. Pablo no solamente estaba respondiendo a lo que le hacían, sino a lo que nos hacían a nosotros. Pero eso nadie lo cuenta.

Usted dice que Pablo se mató y no fue que lo mataron. ¿Usted sabía que terminaría así? Parecía todo calculado…

No se iba a dejar torturar, ni mostrarse como un conejillo, ni ser exhibido. Sabía que lo iban a acabar y lo buscaron para matarlo. Aquí, en Medellín, la Policía hacia un retén en las calles, mientras estas mismas autoridades secuestraban a nuestras familias. Cuando hablábamos de cosas insulsas se hablaba del suicidio. La gente que se suicida -decía Pablo- era muy valiente, al contrario de lo que muchos creen, que es un cobarde el que se quita la vida. No era el sentido de cobardía.

La familia siempre encubre, protege y oculta las ruindades de sus miembros, ¿en la familia nunca se arrepintieron de eso?

Voy a contestar algo: nos metieron una bomba -me duele en el alma lo que le pueda pasar a alguna persona-. Luego leer la prensa y escuchar las noticias en las que se nota que son más mentiras que verdades; que habían puesto una bomba, esas  noticias las vimos llorando. Cuando yo lloré las muertes, también se hicieron torturas a mis primos y mucha gente se vanagloriaba. Si los familiares de la gente lloraron, nosotros también lloramos muchas veces. Llorábamos de pesar y tristeza, y era una guerra. Estábamos en guerra.

Sigue existiendo un cariño en Medellín por Escobar, a pesar de que cada día se desvanece como mito. ¿A qué se debe esto? ¿Lo ha notado?

Lo que pasa es que Pablo sembró muchas cosas buenas, aunque no les convenga que lo sepan. Mire lo que me pasó la semana pasada. A mi edificio se trasteó (cambió) una señora. Entraba a su apartamento y tanto el esposo como la esposa me saludaron. Esa misma noche apareció la señora: “¡Alba! Yo no sabía que eran ustedes (familiares de Pablo). Me encuentro feliz de tenerlos de vecinos”. La gente quería a Pablo y eso no lo podemos tapar, como a mi mamá. Eso de tapar el Sol con los dedos es imposible. Pablo hizo cosas malas, pero hay verdades ineludibles. Hay hoy personas que le alumbran como si fuera un santo y prefieren la imagen de Pablo a la del Corazón de Jesús.

¿Cuál es su relación con la familia de Pablo Escobar, hoy radicada en Argentina con los nombres de Isabel Santos (María Victoria Henao),  Sebastián Marroquín Santos (Juan Pablo Escobar) y Juana Marroquín Santos (Manuela Escobar) y sus otros hermanos, entre ellos, Roberto Escobar?

A María Victoria no la veo hace varios años, igual que a sus hijos. Con el resto de mi familia tengo una relación buena: si me necesitas y si te puedo ayudar, te ayudo. Si hay algún problema, estamos contigo, con la familia. La relación es buena.

¿Cómo es su vida hoy?

Me voy del país. Si pudiera hacer algo por este país, lo haría, pero no se puede hacer nada. Hay otros sitios para hacer una nueva vida, sin tanta presión, sin los medios que dicen cosas que no son, generando venganza. Uno ya no está tranquilo. Ni en la época de la guerra del Cartel de Medellín se vivía como se vive hoy. Tengo esposo y tres hijos, todos profesionales, pero llegó el momento de irme. Hay mucha maldad, mucha violencia, y eso ya no se puede tapar. Medellín está muy mal, muchos peligros en las comunas, grupos de violencia. Medellín no es lo que era y por eso me voy.

Hace dos años publicó “El otro Pablo” (Publicaciones Semana), una especie de oda a su hermano Pablo, ¿ha existido alguna represalia por esa publicación?

Muchas represalias. Desde el primer día, sin que aún la gente lo leyera -o lo leyeron mal- lo comenzaron a criticar. A los dos meses de publicado, por ejemplo, lo  sacaron de las librerías. Una editorial intentó publicarlo en el exterior, incluso se habló de un contrato con una editorial de Miami, pero hace ocho meses no me dan la cara. La gente se ha callado.

Este libro es un desahogo para contar la otra vida de Pablo, ¿quedó algo por decir?

Si con lo que conté me pasó lo que me pasó, dígame si hablo un poco más. Hay cosas por decir, pero voy a olvidarme de todo. Es necesario.

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