Legalizan viviendas que construyó Pablo Escobar en Medellín

Con un mural los habitantes dejan claro el nombre del barrio y que necesita atención. Foto: Andrés Henao /EL TIEMPO
El barrio Pablo Escobar fue construido en 1984 y durante 27 años estuvieron en la ilegalidad.
Cuando Rosalba de Jesús Varela habla de Pablo Escobar, sus ojos le brillan. No parece recordar al más grande asesino de la historia de Colombia sino a un buen hombre que le regaló una casa.
Vivía en la miseria. Tenía un cuartucho de madera en el basurero de Moravia, allí se acomodaba con su esposo y dos hijos.


Rondaba el año 1984 cuando una noche de los primeros días de mayo llegaron unos hombres y le entregaron un ficho: «Tiene que irse ya mismo para su casa porque eso lo van a ‘minar’ de soldados», le dijeron.
Rosalba sabía que días antes Escobar había mandado a matar al ministro Rodrigo Lara Bonilla y que las autoridades iban tras él.

Pese a eso, no le importó irse a las tres de la mañana para esa vivienda que no tenía baño, ni puertas, agua ni energía, aunque se la prometieron amoblada.

Ya lleva 28 años en el barrio Medellín sin Tugurios, conocido popularmente como Pablo Escobar, pero solo hasta el año pasado pudo decir que esa casa, donde recibía la visita de Ermilda Gaviria, madre del capo, es suya legalmente.
Durante más de dos décadas los habitantes del sector fueron considerados invasores, pues nunca recibieron escrituras de sus viviendas ya que Escobar lo construyó ilegalmente.

Solo hasta el año pasado la alcaldía de Medellín inició el proceso de titulación que viene avanzando exitosamente.
Este año más de mil familias del Pablo Escobar y Moravia han recibido su título. «Lo que se titula es el lote, no la construcción. Primero se hace la revisión, inspecciones y varios procesos y, finalmente, se hace la legalización», explicó Diego Restrepo, director del Instituto Social de Vivienda (Isvimed).

De acuerdo con el funcionario en este cuatrienio otorgarán 35 mil títulos más.
Pero lo que más le preocupa a Ángela Peña, también habitante del barrio, es que hasta que no le entreguen su escritura -le han dicho en los bancos- no puede acceder a créditos, pues sobre los lotes se construyeron hasta casas de cuatro pisos habitadas por diferentes familias: «Es como no tener nada», se quejó.

Y es que pese a los esfuerzos administrativos, la comunidad no está satisfecha: «Aquí no hay colegio, centro de salud y mucho menos una cancha», denunció Duberney Zábala, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) del barrio.
El líder comunitario aseguró que hoy existen más de 4.000 mil viviendas y 16 mil habitantes, cuando en los noventa las casas no sobrepasaban las 500: «Hay hacinamiento poblacional, solo tenemos calles estrechas (…) Yo creo que hace falta voluntad política», expresó.

Y es que cuando se camina por los laberintos interminables de escaleras se puede ver a los niños intentando jugar fútbol y correr mientras las madres preocupadas los entran a los gritos.

La pobreza es evidente. El desempleo ronda por todas partes y solo se habla de la difícil situación en que viven.Lo único que no cambia es el fervor que tienen frente al extinto narcotraficante.

No en vano Rosalba contempla todos los días una foto del capo que recortó de un periódico local y que mandó a ampliar y enmarcó para pedirle a las ánimas benditas por el alma del jefe del cartel de Medellín, quien fue abatido el 2 de diciembre de 1993 dejando a su paso dolor en miles de colombianos y alegría para los habitantes del barrio que lo recordará por siempre.

Yeison Gualdrón
Redactor de EL TIEMPO
Medellín

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