El hijo oculto de Luis Carlos Galán

por DIEGO OLIVARES JIMÉNEZ
Luis Alfonso recuerda haberse enterado del asesinato de su papá, Luis Carlos Galán, en la madrugada del 19 de agosto: nueve horas después de ocurrido. Estaba en casa de sus abuelos maternos, en Facatativá, cuando entró la llamada de su mamá. Tenía 19 años y la noticia lo derrumbó. Respiró profundo. Lloró en silencio y golpeó varias veces la pared con sus puños, tan fuerte, que por muchos años tuvo su mano derecha lesionada. Había tenido una relación cercana con su padre, más que los demás hijos de éste –Juan Manuel, Carlos Fernando y Claudio–, porque Luis Alfonso era el primogénito y fue quien más tiempo pudo compartir con él. Siempre mantuvieron una estrecha relación, así el mundo no lo supiera. Al escondido, como todo en su vida.

Tan clandestino como fue el encuentro de su mamá, María Isabel Corredor, la empleada doméstica de la familia de Mario Galán, con uno de sus hijos, el joven Luis Carlos, quien tenía 22 años. De esa relación fugaz nació Luis Alfonso. Ella tenía 24 años y él estudiaba derecho en la Universidad Javeriana. María Isabel había trabajado durante siete años en la casa de Teusaquillo y se encargaba de cuidar a los tres menores, María Victoria, Alberto y Augusto.

Aunque la familia Galán Sarmiento nunca negó la existencia de Luis Alfonso, éste solo conoció a su papá cuando tenía seis años, en la Iglesia del barrio Antonio Nariño, gracias al párroco Carlos Franco, quien los acercó. Además, comprometió a Luis Carlos Galán a cumplir con la mesada que le correspondía a su hijo, la cual le sirvió de sustento a él y a su mamá, quien lo llevó a vivir a Manizales donde sus abuelos maternos administraban una finca. Allí creció, con sus doce tíos, como uno más de la familia Corredor. Sin su apellido paterno.

Luis Alfonso deambuló con su mamá por distintos pueblos de Cundinamarca. Vivieron en un chircal, donde el abuelo materno fabricaba ladrillos. Luego se trasladaron a Subachoque y después al Rosal, donde combinaba sus estudios con el trabajo en el campo. En 1980 Luis Alfonso llegó al Colegio Agustiniano de Bucaramanga gracias al apoyo de su padre, quien le enviaba la mesada con un amigo. Picado por la rebeldía juvenil, dejó las clases para dedicarse a los negocios y al ciclismo, su verdadera pasión. Ganó varios torneos con el Club Ases.

Los padres de Galán, Mario y Cecilia, y abuelos de Luis Alfonso lo acompañaron el día de su grado de bachiller.

El apellido Galán lo obtuvo ya adulto: en 1996, tres años después de haber validado su bachillerato para poder estudiar derecho. Para conseguir su apellido hizo una reclamación ante un juzgado en la que su abuela paterna, Cecilia Sarmiento, jugó un papel fundamental porque ella testificó para que se le reconociera como hijo legítimo de su hijo Luis Carlos. El tema, no obstante, no tuvo mayor trascendencia.

Gloria Pachón mantuvo a Luis Alfonso separado de sus tres hijos, a quienes durante muchos años no les permitió compartir con su hermano mayor hasta la muerte de Luis Carlos. Últimamente ha estado presente en las conmemoraciones alrededor de Luis Carlos Galán y los encuentros familiares, como el último en el Palacio de Nariño, a raíz de la posesión de Carlos Fernando Galán como alto consejero contra la corrupción, que reunió a toda la familia.

El día de la posesión de Carlos Fernando Galán estuvo la familia reunida en la Casa de Nariño.

Durante la hora y media que duró el recorrido desde el Salón Elíptico, en donde fue velado por más de treinta horas el cuerpo del líder asesinado, hasta el Cementerio Central de Bogotá, Luis Alfonso Galán solo pudo acercarse al féretro por diez minutos. Juan Manuel, quien a los ojos de todos era el hijo mayor, no disimuló su incomodidad, y Luis Alfonso prefirió hacerse a un lado. Pasó inadvertido, como tantas veces en su vida. Oculto en el sepelio de su propio padre, a pesar de haber estado con él seis horas antes de que cayera asesinado por orden de Pablo Escobar y ‘Los Extraditables’.

Luis Alfonso recuerda a un Galán angustiado, pálido e inquieto por el atentado que había evadido en Medellín, consciente de estar en un fuego cruzado entre el narcotráfico y parte de la clase política tradicional. Un papá preocupado y acorralado por las premoniciones que, al despedirse, le advirtió: “Hijo, estudia. Estudia, hijo, debes tener expectativas porque a mí me van a matar. Vas a quedar indefenso y no tengo cómo apoyarte más. Si algo me llega a pasar, habla con Gabriel, mi hermano menor, que él te va a ayudar”.

Y así sucedió. De ahí en adelante, todo fue trabajo y sacrificio. En 1991 entró a trabajar como mensajero del Banco Popular con la ayuda de su tío Gabriel, quien además lo acercó al resto de la familia. Validó su bachillerato y empezó trabajar en Telecom, donde completó el dinero para empezar a estudiar Derecho en la jornada nocturna, en la Universidad Libre. En 1993, a los 23 años, se graduó como profesional. Quería seguir los pasos de su papá.

Se especializó en derecho administrativo en la Javeriana y hoy trabaja en la Unidad de Justicia Transicional, que dirige Miguel Samper Strouss, hijo del ex presidente Ernesto Samper. Allí habría llegado por cuenta del ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, un político que siempre estuvo junto al líder Liberal, incluso el día de su muerte.

Luis Alfonso entró a trabajar con el ministro Germán Vargas Lleras, el mismo muchacho que acompañaba a su padre en la tarima el día de su asesinato.

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