Fantasma de Pablo Escobar todavía persigue a Colombia

MEDELLIN, Colombia (Reuters) – Todas las mañanas, Adela Galeano enciende un cirio blanco y coloca rosas frescas en el altar de su dormitorio dedicado a sus tres ángeles de la guarda: La Virgen María, el Niño Jesús y el desaparecido rey de la cocaína Pablo Escobar.

«El pudo haber hecho muchas cosas malas pero a nosotros nos dio esta casa a cambio de nada y por eso aquí es un santo», dijo Galeano, una mujer de 56 años que vive en una pequeña casa de ladrillos con su marido desempleado y sus siete hijos mayores.

Este sábado se cumplen siete años desde que Escobar fue abatido por una unidad de élite de la policía, pero su memoria vive aún en las mentes de muchas personas que consideran que el antiguo jefe del narcotráfico fue un Robin Hood colombiano. Incluso hay quienes se niegan a creer que esté muerto.

Es tanta la gente que visita su tumba para dejar flores y sacarse fotografías que la gerencia del cementerio tiene que cambiar frecuentemente la hierba que la rodea, y son miles las personas que peregrinan a los lugares donde vivió o estuvo encarcelado.

Desde la tumba, Escobar sigue siendo motivo de polémica.

Este mes, el encarcelado hermano de Escobar acusó al ex presidente peruano Alberto Fujimori de haber recibido un millón de dólares procedente del cartel de Medellín para financiar su primera campaña electoral hace 10 años, algo que Fujimori negó.

También este mes, Amnistía Internacional urgió a Estados Unidos que investigue recientes reportes de prensa que vinculaban a la Dirección de Lucha contra la Droga (DEA) con un oscuro grupo de pistoleros llamados los Pepes, o Perseguidos por Pablo Escobar, involucrados en la caída final del capo.

Y el grupo Human Rights Watch pidió esta semana al gobierno de Colombia que no retire la protección de una ex jueza que fue amenazada por Escobar en 1988, alegando que, aunque muerto, Escobar todavía podía cumplir su advertencia de dejarla «sin antepasados ni descendientes en tu árbol genealógico».

Apodado «El Patrón», Escobar pasó de ladrón de lápidas a monarca absoluto de un imperio multimillonario. Aterrorizó a Colombia con una feroz campaña de bombas que mató y mutiló a cientos de personas.

Pero también regó su viejo vecindario con regalos, construyendo casas y campos de fútbol para los pobres.

Su muerte fue celebrada con júbilo por la DEA y las autoridades antidrogas de Colombia, que pensaron que habían dado un golpe mortal al narcotráfico en este país sudamericano.

Pero siete años depures, una nueva generación de narcotraficantes más pequeños y sofisticados ocupó el vacío dejado por Escobar y hoy Colombia es el primer productor mundial de cocaína, con unas 520 toneladas al año.

UNA VIDA DE VERDADES Y FABULAS

Como otros grandes criminales del siglo, la vida y muerte de Escobar son una combinación fabulosa de verdades y fábulas.

Su padre era campesino y su madre maestra de escuela, pero para su muerte, a los 44 años, Escobar había acumulado una fortuna valorada en 3.000 millones de dólares.

Su fantástica ascensión desde la pobreza fascinó a muchos en Colombia, donde la mitad de la población vive en la miseria y la corrupción generalizada y estrictas divisiones de clase social son motivo común de frustración.

Mientras era perseguido por la policía y la DEA, Escobar alardeó durante una entrevista clandestina con una emisora de radio que quería vivir hasta el año 3047.

Su vida de lujos fue legendaria. Se decía que había comprado un flota de aviones, 200 apartamentos en Miami y un zoológico privado en una finca cerca de Medellín con llamas, camellos, canguros e hipopótamos.

Escobar se convirtió en miembro del Congreso y construyó un vecindario de 500 casas en un antiguo basurero en las colinas de Medellín bajo un programa que bautizó «Medellín Sin Tugurios». El vecindario es conocido hoy como «Barrio Pablo Escobar.»

Su sencilla tumba es visitada a diario por turistas y antiguos colaboradores, quienes se detienen ante ella para tomarse una fotografía junto a la lápida con la foto de Escobar y un epitafio que dice: «Mientras el Cielo exista, existirán tus monumentos y tu nombre sobrevivirá como el Firmamento».

Cada aniversario, sus admiradores contratan Mariachis para que canten sobre la tumba la melodía preferida de «El Patrón»: »Sigo Siendo el Rey».

«Tenemos unas 50.000 almas pero la mayoría de la gente pregunta por la tumba de Pablo», dijo Adriana Martínez, directora del cementerio Jardines Montesacro. «Mucha gente que viene a enterrar a sus seres queridos dicen: ‘Vamos a ver la tumba de Pablo ya que estamos aquí’. Y hay especulación que él no es quien está enterrado ahí, sino que está vivo en algún lugar».

Para Jhon Fredy Gaviria es un castigo que su hermana acabara enterrada junto a Escobar.

«Mucha gente viene a ver a Pablo y nos pisan las flores».

EL MITO DE EL DORADO DE ESCOBAR

Después de entregarse a la justicia en junio de 1991, Escobar pasó un año en la lujosa cárcel de La Catedral, cerca de Medellín, donde los guardias le servían tragos durante sus fiestas.

Hoy todo lo que queda de La Catedral es el esqueleto de un edificio cubierto de graffiti, a donde suben turistas con niños para hacer picnic entre las ruinas, jugar cartas o disfrutar de las maravillosas vistas del valle y la fragancia de los eucaliptos.

Tras su fuga, los vecinos derribaron la cárcel ladrillo por ladrillo debido a los rumores de la existencia de enormes fortunas escondidas en su interior.

«La gente se llevó los baños, las tubería, las baldosas», dijo Alvaro David, dueño de una tienda. «Yo subí alguna vez pero nunca encontré un peso».

Daniel Otero, un promotor que está construyendo una residencia campestre llamada «Ciudadela de Sueños» cerca de la vieja cárcel, dice que reciéntemente vió un helicóptero lleno de periodistas japoneses aterrizar en el lugar.

«Todas esas historias de que Escobar está vivo son mitos. Pablo Escobar está muerto y ahí no hay nada que ver».

Pero no todos opinan igual. Fabio, un obrero al que le faltan los dientes frontales, dijo que le gusta dormir de vez en cuando en las ruinas de La Catedral para estar más cerca del fantasma de Escobar.

«El Patrón era un buen hombre», dijo mientras fumaba un cigarrilo de marihuana.»Me gusta venir aquí porque se que está vivo en algún lugar. Lo puedo sentir entre estas paredes».

(Ricardo Maldonado, en Medellín, contribuyó a esta nota)