«Cierra los ojos, princesa»

El libro Cierra los ojos princesa que cuenta la relación de Pablo Escobar con su hija Manuela, revela una increíble anécdota de amor paternal del jefe del cartel de Medellín. Escobar le había prometido a su hija que lo que ella pidiera, él se lo daría. En una oportunidad, la pequeña le pidió un unicornio y Escobar mandó a sus lugartenientes a conseguirlo. Según cuenta Popeye lo que hicieron fue coger un caballo y pegarle un cuerno de una vaca en la frente. Para que este pareciera natural tuvieron que coserlo con grapas de cirugía. El regalo pudo hacerse, pero el animal murió seis días después por la infección producida por el insólito procedimiento.

Lo que Princesa quería lo obtenía. En el reino del padre no había nada que Princesa no pudiera tener: un unicornio, una recompensa del hada de los dientes, una fiesta de cumpleaños con la vecindad del Chavo del 8, la buena suerte de ganarse el premio mayor de la lotería seis veces, la vida de un payaso al que sujetaban de los píes en el balcón de un alto edificio. Nada se le negaba a la amada hija del padre, del rey, del amo, del señor, del patrón. Del que fue uno de los hombres más ricos del mundo, uno de los más temidos y sanguinarios.

“¿Qué fabulas le cuenta un padre asesino a su hija?, ¿a qué juega un hombre con sus hijos cuando llega a su casa, después de haber pasado el día ordenando matar personas?, ¿qué se siente ser el hijo de este hombre?”, esas fueron las preguntas que se hizo el periodista y escritor José Alejandro Castaño, y así fue como nació “Cierra los ojos, princesa”, su nuevo libro, donde “descubrí que ese hombre, que era capaz de las peores crueldades, le cuenta historias fabulosas a su princesa”, expresa el autor.

Y no hablamos de cualquier princesa. A pesar de que en la obra no se mencionan nombres, fechas o sitios, las historias narradas allí solo se pueden asociar con un nombre: Pablo Escobar. El libro es una fabulación de la historia de la hija de Pablo Escobar, su amada princesa.

“Pero todo es ficción. Como periodista, y durante años, siempre me han acusado de que me invento las historias, pero eso no es cierto. Ahora dirán que la historia es real, pero les diré que no, que me la inventé”, asegura Castaño.

La obra se vale del estilo de los cuentos de hadas para lograr contar el mundo en el que vivía la niña, mezclando esto con narraciones que evidencian el drama de haber perdido ese mundo, de cómo se vino abajo el reino de la princesa. De un “nunca vivieron felices por siempre”.

José Alejandro Castaño habla sobre esta obra.

– ¿Cómo llegó a la historia de este libro, de la hija de Pablo Escobar?

“Yo no me refiero directamente en el libro a la historia de Pablo Escobar ni puedo identificar a la niña como la hija de Pablo Escobar, en el libro no hay nombres ni menciones directas a ellos.
Lo que pasa es que la historia está construida a partir de una pregunta que me hice desde que era niño.

Yo conocí a Pablo Escobar cuando yo era un muchachito muy joven, tendría trece o catorce años, y lo conocí en la Feria de Ganado de Medellín, a donde iba yo siendo muy niño a vender pan con mi papá.

Allá también conocí a un hombre que se llamaba Fabio Ochoa, el padre de los Ochoa, él era caballista y compraba ganado. Era un hombre muy gordo, y usaba unos pantalones muy grandes con unos bolsillos que le llegaban hasta las rodillas, y cuando él metía las manos ahí los brazos desaparecían hasta los codos, y cuando sacaba los brazos tenía fajos de dinero que no le cabían en las manos, era como ver el nido de un águila.

Ochoa compraba todo de contado, los campesinos de Antioquia le llevaban guaguas, tigrillos, sillas de montar, él señalaba las cosas con el dedo y las compraba,  entonces los hombres que estaban para protegerlo terminaban cargando todas esas cosas.

Ellos dos eran hombres muy ricos, en esa época los llamaban mágicos, porque todo lo que tocaban lo convertían en oro, yo me preguntaba qué se sentiría ser hijo o nieto de estos hombres.

Con el tiempo fui encontrando testimonios, no solamente en Colombia, sino con gente que hizo parte del Cartel de Medellín y que vivía en Venezuela, en Panamá, hablé con gente en Argentina, y de ahí salió este relato”.

– Pero es imposible leer el libro sin pensar en Pablo Escobar, ¿qué tanto hay de ficción y qué tanto hay de realidad allí?

“Vargas Llosa tiene una definición muy bella de la ficción, dice que la ficción es un streptease a la inversa: la realidad está desnuda y se va vistiendo, se va llenando de ropajes. Pero también dice Vargas Llosa que la literatura es una mentira que cuenta varias verdades.

Este libro es una obra de ficción, es una fabulación alrededor de Escobar.
Lo que debo admitir es que esta es una novela basada en acontecimientos ciertos, en hechos reales, pero prefiero no precisar en dónde se encuentran”.

– A pesar de que es ficción, usted construyó el libro a partir de voces que vivieron esa historia, ¿habló con la familia de Escobar?

“Hablé con la familia para otro libro que no es este, era para un texto periodístico que finalmente no se pudo hacer por diferentes razones.
El libro está plagado de voces, de todas las voces que recogí en estos años, hombres y mujeres, pero no se identifican en el libro, no hay nombres”.

– Sus libros y trabajos anteriores han sido periodísticos, ¿cómo fue salirse de la técnica y el rigor del periodismo, donde cada cosa debe ser cierta y debe estar sustentada en una fuente, a tener la libertad de la ficción?

“A mí me resultó muy cómodo sentarme a escribir el libro. Hice uso de los recursos que siempre uso cuando escribo.

Lo que ocurrió es que por primera vez no tuve que remitirme a una libreta de anotaciones tratando de encontrar fidelidad con lo que yo había visto. Aquí pude cambiar a mi antojo colores, ambientes, olores…

Lo que puedo decir es que a mí me sorprendió saber tantas cosas sobre la historia. Ahí quedó mi propia experiencia. Tendríamos que recordar que yo crecí en un barrio popular de Medellín que sufrió toda esa violencia, toda esa barbarie del narcotráfico de los años 80. Yo era un adolescente y tuve cercanía con personas que estaban metidas en todos los rollos de esa época, amigos con los que jugaba fútbol terminaron trabajando para Pablo Escobar como sicarios. Para mí fue muy natural contar aquello.

Pero hay que resaltar que me concentré en los ojos de la niña, en la hija del patrón, una niña que inventa canciones, que es caprichosa, que abre puertas en las paredes con solo decir: “Ábrete sésamo”, como el padre le enseñó, porque en sus casas siempre había pasadizos secretos y la niña siempre supo cómo encontrarlos.

El padre y la hija siempre estuvieron unidos, eran el rey y la princesa.  Para ella la muerte de su padre es una vergüenza, un horror, y ella tiene que lidiar con eso, la gente la señala, como señalan también a su madre y a su hermano, pero mientras la madre y el hermano logran afincarse en la realidad, hacer el duelo y seguir con sus vidas, la niña no lo consigue, da vueltas en un laberinto sin lograr encontrar salida, ese laberinto es el amor del padre, quien le daba todo, y ya no hay quién le dé nada”.

– ¿Qué aporta ese libro a la historia de Pablo Escobar, por qué retomarlo de nuevo?

Este libro es una historia que aparece en un disco que ya está muy rayado, un disco de esos antiguos que hemos oído tantas veces que se rayó, pero como todos los discos, este tiene un lado b que no conocíamos y que no habíamos oído, yo quise contar ese lado b.

Concebí esta historia como un detrás de cámara, los hechos más violentos ocurren muy lejos, los hechos más dramáticos apenas se mencionan, en algún momento en la novela se cuenta que mataron a dos candidatos a la presidencia, pero eso apenas se dimensiona, ahí no se detiene la historia, la historia se detiene en el amor de la niña al padre y en el amor del padre a la hija, y la soledad de la hija cuando el padre muere.

Son elementos desconocidos que hacen parte de un relato que todavía no ha sido contado. Ahora, esto no es una apología al padre, de ninguna manera, está claro que es un asesino y un criminal, que es un hombre atroz, pero el libro cuenta la cuota que la familia terminó pagando, lo que pasó en la historia después del final que todos conocemos”.
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El autor

José Alejandro Castaño nació en Medellín en 1972 y se crió en el barrio 12 de Octubre. Estudió periodismo en la Universidad de Antioquia.

Trabajo como periodista en los periódicos EL MUNDO, El Colombiano y El Heraldo. Sus crónicas han aparecido en revistas como Etiqueta Negra, de Perú; Letras Libres, de México; Lateral, de España; Alma Magazín, de Estados Unidos; y Soho y Gatopardo, de Colombia.

Ganó el Premio Iberoamericano de Periodismo Rey de España y fue finalista del Concurso Internacional de Periodismo Columbia University de Nueva York por su trabajo «Abuso de niños indigentes de Medellín».

Su libro «La Isla de Morgan» ganó el premio Latinoamericano de Literatura Casa de las Américas en 2003.

Ha ganado el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 2005, 2006 y 2007.

La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano lo escogió recientemente como uno de los Nuevos Cronistas de Indias. Fue incluido por Darío Jaramillo Agudelo dentro de la «Antología de crónica latinoamericana actual».

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