José Gonzalo Rodríguez Gacha «El Mexicano»

(Pacho, 14 de mayo de 1947 -Tolú, 15 de diciembre de 1989), alias El Mexicano, fue un narcotraficante colombiano perteneciente al Cartel de Medellín.

Primeros años
Oriundo de la región de Pacho, en Cundinamarca, Rodríguez Gacha nació en una familia campesina. Se inició en el negocio de las esmeraldas donde ascendió en poder en medio de la violencia que azotó las zonas esmeraldíferas de Colombia en los años 70 y años 80. Su primer contacto con el tráfico de drogas vino a través de Verónica Rivera de Vargas, amiga de Pablo Escobar.

Con el Cartel
Después de trasladarse a Medellín en 1976, Rodríguez Gacha se une a Pablo Escobar, Carlos Lehder y los Hermanos Ochoa en una alianza para fortalecerse ante la ley, la cual después se conocería como el Cartel de Medellín. Como aportación al grupo, abrió nuevas rutas a través de México, Haití, Los Angeles, California y Houston, Texas. Esto junto a su fascinación por la cultura charra le hizo ganarse el apodo de «El Mexicano».

En el área de Pacho poseía una serie de ranchos con nombres como Cuernavaca, Chihuahua, Sonora y Mazatlán. Diseñó una operación de narcotráfico a través de Nicaragua con el piloto Barry Seal (quien fue asesinado después de que accediera a testificar contra el cartel). Un socio importante de Rodríguez Gacha fue Juan Camilo Zapata Vázquez (último dueño del Castillo Marroquín en Bogotá) que era poco conocido por su discreción al trabajar. Durante los años 1980 Rodríguez Gacha ayudó a catalizar el explosivo crecimiento económico del cartel, financiando la adopción de tecnologías y conocimiento en seguridad. Entre Diciembre de 1987 y Mayo de 1988 contrató mercenarios británicos e israelíes para que entrenaran equipos de asesinos y sicarios entre los cuales se destacó Yair Klein, un teniente coronel retirado del ejército israelí, el cual lideró un equipo de instructores en Puerto Boyacá en 1988, lo cual convirtió a Rodríguez Gacha en el principal comandante del «Narcoparamilitarismo» en Colombia.

Asesinato de Lara Bonilla
El 30 de abril de 1984 el Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla quien había emprendido una cruzada contra el cartel de Medellín fue asesinado por sicarios en una motocicleta. En respuesta, el presidente Belisario Betancur hace un anuncio a favor de un tratado de extradición. Esto fuerza a los Ochoa, Escobar, Lehder y Rodríguez Gacha a huir a Panamá. Meses más tarde, Escobar y Rodríguez Gacha son acusados de la muerte de Lara Bonilla. En un intento por controlar la situación, Escobar, Rodríguez Gacha, Lehder y los Ochoa se reúnen con el ex presidente Alfonso López Michelsen en el Hotel Marriott de Ciudad de Panamá. Las negociaciones se filtran a la prensa y el plan se desmorona.

La guerra contra las drogas
Desde la reactivación del proceso de extradición en mayo de 1984 los miembros del Cartel de Medellín se autodenominaron Los Extraditables e iniciaron una guerra frontal contra los gobiernos de Colombia y Estados Unidos. Este periodo pasó a denominarse en la historia de Colombia como el Narcoterrorismo. La Agencia Antidrogas norteamericana DEA estimó en 1989 que el 80 por ciento de la cocaína consumida en Estados Unidos venía de Colombia, lo cual obligó al recién elegido Presidente George H.W. Bush a concentrar la estrategia anti-drogas de su gobierno en el tratado de extradición para castigar a quienes llevaban la droga a su país. El 21 de agosto de 1989 el Fiscal General Dick Thornburgh hizo pública una lista de 12 capos de la droga requeridos por el gobierno de los Estados Unidos. La lista incluía a Pablo Escobar, El Mexicano, Carlos Lehder y los Hermanos Ochoa (Jorge Luis, Fabio y Juan David)

Durante 1989, Rodríguez Gacha entró en un conflicto más intenso y violento por el control de las minas de esmeraldas. El 27 de febrero de ese año, Rodríguez Gacha dirigió un grupo de 25 asesinos para matar al magnate de las esmeraldas Gilberto Molina, quien en el pasado había sido uno de sus socios, junto a 18 personas más en una fiesta en la casa de Molina. Asimismo, se le acusa del asesinato del presidente del partido político Unión Patriótica Jaime Pardo Leal el 12 de octubre de 1987 en respuesta a ataques de la guerrilla a sus laboratorios en la región conocida como los Llanos Orientales. Tanto Pablo Escobar como Rodríguez Gacha y Alberto Santofimio estaban implicados en el magnicidio del candidato presidencial Luis Carlos Galán el 18 de agosto de 1989.

En respuesta a esta ola de violencia el presidente colombiano Virgilio Barco lanzó una ofensiva contra los carteles entre las cuales contaba el re-establecimiento del tratado de extradición. Inicialmente el gobierno obtuvo una serie de victorias por medio de arrestos, desmantelamiento de laboratorios, pistas clandestinas, etc. Los capos de la mafia respondieron declarando la guerra al gobierno poniendo bombas en los principales centros urbanos del país, dejando a su paso muertos y heridos entre la población, tal como la bomba de la sede del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad) el 6 de diciembre de 1989 y la bomba en un avión de Avianca el 27 de noviembre del mismo año.

Muerte
El gobierno se enfocó en capturar a los cabecillas del cartel y tuvo un golpe de suerte cuando el hijo de Rodríguez Gacha llamado Freddy Rodríguez Celades fue detenido por posesión ilegal de armas al norte de Bogotá. Se le retuvo durante más tiempo del obligado por la ley para presionar a su padre y en vista de que esto no daba resultado se le liberó. Freddy les condujo inconscientemente al escondite de su padre en un rancho en Tolú. El 15 de diciembre de 1989 Fredy, Gilberto Rendon Hurtado y José Gonzalo Rodríguez Gacha junto a otros lugartenientes fueron dados de baja mientras trataban de escapar.

Cientos de caza fortunas invadieron los predios de Rodríguez Gacha en busca de las canecas repletas de dinero y del codiciado maletín negro que «El Mexicano» nunca abandonó, pero que el 15 de diciembre de 1989 desapareció misteriosamente.

En marzo de 2006 dicho maletín negro y las guacas volvieron a salir a la luz pública, cuando se reveló que Estados Unidos recibió 60 millones de dólares para «borrar» cualquier indicio que permita involucrar a los herederos de El Mexicano en los múltiples juicios que se le siguen al narcotraficante.

En efecto, los investigadores, según reveló la revista «Cambio», descubrieron un «cerro de documentos incautados durante los allanamientos realizados a propiedades de El Mexicano». Uno de los documentos llamó la atención de los investigadores: era la copia de un acuerdo judicial realizado hace cerca de 10 años en Estados Unidos por un abogado que representaba a los herederos del sanguinario capo.

Los agentes descubrieron una operación secreta a resultado de la cual la justicia de Estados Unidos obtuvo el dinero en mención, depositados en 24 cuentas manejadas por testaferros de El Mexicano en bancos de Hong Kong, Suiza, Luxemburgo y Austria. A cambio de lo anterior, los herederos de Rodríguez Gacha quedaron así liberados de cargos de conspiración para introducir cocaína a ese país y ocultamiento de los frutos de sus actividades ilegales.

El senador Javier Cáceres anunció un debate en el Congreso, pues «si la inmunidad judicial se compra en Estados Unidos con dinero», ¿por qué debe Colombia seguir con lo más duro y sangriento del esfuerzo, y recibir apenas las migajas de los millonarios recursos incautados?

El mayor tesoro de «El Mexicano» está disecado
Caracol | Mayo 3 de 2007

Por Rocío Franco Moreno
Muchos años después de la muerte del narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, «El Mexicano», los habitantes de Pacho, Cundinamarca siguen venerando a quien fuera el más preciado tesoro del capo: su caballo Tupac Amarú.
Caracol Radio oyó de primera mano la historia del animal, del que se dice gozó en vida de fiestas, celebraciones de cumpleaños y hasta escoltas. Quienes vivieron la leyenda de «El Mexicano», cuentan que Tupac Amarú era conocido como «el caballo del millón de dólares», un digno exponente de su raza que además tenía porte, elegancia y un pequeño lucero en su frente.

El caballo que se encuentra disecado en el club caballístico, sigue siendo motivo de homenajes por lo que fue en vida su garbo y la habilidad para hacer la figura del ocho hacia delante y hacia atrás, sin tropezar.
Cuenta la leyenda, que Tupac Amarú fue mas buscado que el propio Gonzalo Rodríguez Gacha, tal como lo relata una de las personas que conoció de cerca la historia de este animal, y quien asegura que en una ocasión cuando las autoridades lo buscaban, «El Mexicano» lo trasladó a un apartamento en Bogotá donde lo mantuvo escondido hasta que los operativos cesaron y entonces pudo volver a la hacienda La Chihuahua de propiedad del narco.

Fiesta de Quince Años
El caballo de Rodríguez Gacha era tan respetado que los habitantes de Pacho no olvidan una fiesta de 15 años que el narcotraficante le hizo con ponqué, vino y mariachis.
Según uno de los testigos del momento, el animal era feliz mostrando su galope cuando sonaba la música predilecta de Rodríguez Gacha.

El caballo murió hace algunos años, por la dificultad para digerir los alimentos que le brindaban.
La familia no logró disecar todo el caballo pero los expertos se tomaron el trabajo de conservar la cabeza ya que la esposa «El Mexicano» lo quería enterrar, pues no le gustaban los caballos.
La población de Pacho admira a este caballo pues su descendencia le ha dado trabajo a muchas personas que tienen criadero en ese municipio.

El secreto en la muerte de «El Mexicano»
Por Gerardo Reyes
31/12/2009 |
Jorge Velásquez cree que llegó la hora de cobrarle a la historia lo que siempre le escatimó: haber sido la persona clave para la ubicación y muerte de José Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano, uno de los más sanguinarios líderes del Cartel de Medellín.

Rodríguez Gacha murió el 15 de diciembre de 1989, hace exactamente 20 años.

Como prueba de su participación en el celebrado desenlace, Velásquez ha mantenido intacta en su memoria la última imagen del narcotraficante vivo. Lo vio desde la escasa altura del helicóptero que perseguía a Rodríguez Gacha y a su hijo sobre un terreno desolado de la costa norte de Colombia.

Con el rostro ensangrentado por el desgarramiento del cuero cabelludo con alambres de púas, el narcotraficante se detuvo desafiante debajo de la barriga del helicóptero y gritó varios insultos contra sus ocupantes.

«En ese momento Gacha me lanzó una mirada de rabia, levantó la mano, hizo pistola [gesto vulgar con el dedo índice] y se puso algo frente a la cara que explotó, era un artefacto pequeño, más pequeño que una granada, y ahí murió», recordó Velásquez.

En ese paraje semirrural del municipio de Tolú, culminó una misión que Velásquez había empezado por $1 millón pero que poco a poco se fue convirtiendo en un reto personal de aliento patriótico, en el cual estaba dispuesto a inmolarse gratis con tal de que la policía matara al poderoso narcotraficante, según explicó.

«De ahí salía muerto, él o yo o los dos», dijo. «Y yo gané, llevo 20 años con vida».

Velásquez, de 55 años, está disfrutando del ocaso del guerrero en su hogar del sur de la Florida, donde desempolva fotos y apuntes para ofrecer su historia al mejor postor en el mundo de los seriados de la televisión.

En una entrevista con El Nuevo Herald, relató otras aventuras como informante de los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, pero no dejó de ocultar su frustración por las versiones que indican que Rodríguez fue ubicado gracias a que los servicios de inteligencia de Estados Unidos pusieron un dispositivo subcutáneo de localización en el cuerpo de Fredy, su hijo.

La forma de cómo este mecánico de Buenaventura, puerto en el Pacífico colombiano, terminó infiltrado en las entrañas del cartel de Medellín, tiene que ver con una guerra que no permitía muchos lujos de planificación: la guerra entre este cartel con el de Cali a finales de los años 80.

Con el millón de dólares, los cabecillas de la organización de Cali convencieron a Velásquez de que se infiltrara en el Cartel de Medellín. A su vez, los narcotraficantes de Cali tenían comunicación con el gobierno de Colombia y con los agentes de la Administración Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA), según lo han denunciado periodistas e historiadores.

Velásquez, entonces propietario de una modesta compañía naviera en Cartagena que atravesaba por una precaria situación económica, aceptó la propuesta.

La manera de penetrar al enemigo, según le ordenaron sus patronos, sería esparciendo el rumor de los éxitos de su naviera en la exportación de droga.

No pasó mucho tiempo para que Rodríguez Gacha le propusiera trabajo.

Rodríguez le asignó una labor que Vásquez aceptó a sabiendas de que no podía cumplir: uno de sus buques debía recoger un armamento en Israel para las autodefensas campesinas del Magdalena Medio.

«Mis barcos no tenían capacidad, eso era una locura, así que le propuse que me llevara las armas hasta Antigua y yo de ahí se las metía a Colombia», dijo Velásquez.

Rodríguez Gacha aceptó y en abril de 1989 el cargamento de 500 fusiles automáticos llegó a las costas colombianas.

Conquistada la confianza del narcotraficante, Velásquez se dedicó a sacar cocaína de las costas de Colombia hacia mar abierto en lanchas rápidas que entregaban la mercancía a embarcaciones de mayor calado.

Así se ganó el apodo de «El Navegante» en la pila de bautismo de Rodríguez Gacha.

«Todo lo que hacía se lo reportaba a [el cartel de] Cali, y a tres oficiales de la policía», aseguró Velásquez.

A finales de 1989, Rodríguez Gacha era el hombre más buscado en Colombia. Además de la muerte del candidato presidencial Luis Carlos Galán, se le acusaba de la explosión de un avión de Avianca en que murieron más de un centenar de pasajeros.

Pero también era uno de los más influyentes gracias a su fortuna. En 1988 la revista Forbes lo citó como uno de los hombres más ricos del mundo.

Cada vez que las autoridades estaban a punto de detenerlo, recibía un aviso y lograba escaparse.

A mediados de diciembre, Rodríguez Gacha llegó a Cartagena y puso su seguridad en manos de Velásquez, no sin antes advertirle que el Estado Mayor le había informado que uno de sus colaboradores estaba pasando información sobre su paradero.

«Recuerdo que dijo: `Hay que matar a ese h.p’. Y yo, que estaba temblando, repetía `Sí, señor, hay que matarlo’ ».

Además de responder por su seguridad, Velásquez se encargó de llevarle comida y noticias a su jefe hasta una finca cercana a Cartagena.

Pensó que podría envenenarlo con uno de los cocteles de langostinos que le encantaban al narcotraficante, pero no fue capaz, explicó.

«No quería pasar a la historia como el hombre que envenenó a Gacha, eso no tendría gracia», indicó.

En esos días llegó a acompañar a Rodríguez Gacha su hijo Fredy, y Velásquez fue encargado de organizar una fiesta con mujeres y licor. La fiesta fue cancelada.

Dos días después cuando estaba a punto de conciliar el sueño en su casa de Cartagena, recibió una llamada para que se presentara de inmediato donde Rodríguez Gacha.

Autoridades corruptas le habían alertado que se estaba preparando una operación para capturarlo.

Sin ningún plan en mente, Velásquez preparó una lancha rápida en la que se embarcaron Rodríguez Gacha, su hijo y un cercano colaborador del narcotraficante apodado «La Yuca». Antes, Velásquez les avisó a sus enlaces con la policía que saldría en la embarcación con destino desconocido.

Los fugitivos pasaron la noche en las cercanas Islas del Rosario y al amanecer salieron hacia Tolú donde se hospedaron en una casa de recreo.

En compañía de uno de los hombres de Rodríguez Gacha, El Navegante salió en la lancha al otro día para «reconocer» los alrededores. En su recorrido un helicóptero se posó a pocos metros de la embarcación y los policías que lo ocupaban dieron la orden de acercarse a la orilla.

Velásquez obedeció. Sabía que eran sus amigos. Apuntándole con las armas, los oficiales lo hicieron tirarse en la arena a él y a su acompañante.

Bajo el mando de un oficial con quien Velásquez trabajaba en la operación, los agentes levantaron al infiltrado y fingieron un interrogatorio a pocos metros. Velásquez les indicó el lugar donde se encontraba Rodríguez, haciendo un croquis sobre la arena.

A los pocos minutos de dejar en libertad la embarcación, los policías cambiaron de planes y le dijeron a Velásquez que sería mejor que subiera en el helicóptero para que les mostrara el escondite del narcotraficante.

En ese punto, los policías ejecutaron al hombre de Rodríguez Gacha y salieron con Velásquez hacia el refugio a bordo del helicóptero, afirmó Velásquez.

Cuando llegaron al lugar, Rodríguez Gacha y su hijo salían despavoridos de la habitación.

Un artillero que iba a bordo del helicóptero lanzó las primeras ráfagas y en la confusión perdieron de vista a Rodríguez Gacha y su gente.

Pero en ese momento un camión con carpa salió del predio.

«Yo les dije: `Sigan al camión, ahí va Gacha’ », recordó Velásquez. El camión tomó la carretera hacia al sur con el helicóptero encima.

«Las balas hacían volar pedazos de asfalto, parecía una película, pero no le daban a nadie, yo creo que el artillero no era muy bueno», afirmó Velásquez.

Del camión empezaron a lanzarse algunos de los hombres de Rodríguez Gacha, pero éste no estaba a la vista.

«Ahí nos dimos cuenta de que Gacha iba manejando el camión», agregó Velásquez.

Al ver que en sentido contrario venía una caravana de oficiales de la Marina que se dirigían a hacer un relevo de rutina sin saber de la operación, Rodríguez Gacha abandonó el camión y se internó entre montes y platanales.

Su carrera perdió bríos al enredarse con los alambres de púas que le levantaron el cuero cabelludo, dijo El Navegante.

Fue entonces cuando Rodríguez Gacha se hizo explotar el artefacto en el rostro. Velásquez asegura que el artillero de la Policía Nacional que iba a su lado en el helicóptero le rogó que dijera que había sido él quien había abatido al narcotraficante.

«Yo le repondí que sí, pero él y yo sabíamos que El Mexicano se mató él mismo», agregó El Navegante. El helicóptero aterrizó en la zona. Velásquez se acercó y confirmó que era Rodríguez Gacha.

«En ese momento, y no sé por qué, me dieron ganas de untarme de la sangre de Gacha en la cara», dijo. «No lo hice porque soy una persona muy escrupulosa».

Fredy y otros hombres de Rodríguez Gacha fueron abatidos en un área cercana.

Velásquez se enfermó durante tres días. El millón de dólares que le pagaron los Rodríguez, dijo, se lo gastó en reclutar un ejército de escoltas, la mayoría mujeres, para responder a la violenta ofensiva de Pablo Escobar, el sobreviviente cabecilla de la organización de Medellín.

Miami Herald (Estados Unidos)

LAS GUACAS DE GONZALO RODRÍGUEZ GACHA
Cuernavaca , la que fuera la hacienda más lujosa de Gonzalo Rodríguez Gacha, El Mexicano , con una espaciosa casaquinta, antena parabólica, capilla, gimnasio, piscina, sauna, baño turco, jacuzzi, vivero, pesebrera para 50 caballos, cancha de fútbol y lago de gansos, no tiene luz desde hace tres años por falta de pago.

Hoy, no hay dinero para su mantenimiento y sólo tiene cinco trabajadores que se dedican al ordeño de nueve vacas y al cuidado de 15 novillos. Paradójicamente, hace nueve años, en ese lugar, de más de 400 hectáreas, el Ejército decomisó dos guacas con algo más de 10 millones de dólares.

Lo mismo ocurre con la hacienda Mi Mazatlán , donde el 13 de febrero de 1990 unidades militares encontraron una tercera guaca de El Mexicano con 8 millones de dólares, lingotes de oro que pesaban 27 mil gramos y una moneda de Sudáfrica en oro.

Esta enorme fortuna no ha servido de nada. Olinto Muñoz Martínez, que desde 1992 firmó un contrato con el Incora como administrador del sitio, contó a este diario que para mantener la hacienda ha tenido que vender cerca de 300 de las 400 reses que había en el lugar.

Las vacas lecheras son apenas 25 y dan 110 litros de leche diarios. Cada litro cuesta 330 pesos. Esto es todo lo que se produce en esta propiedad de 800 hectáreas.

La historia no es diferente en Santa Rosa , la tercera hacienda de El Mexicano . Tres obreros se dedican a ordeñar 23 vacas y a cultivar una hectárea de papa en tierras donde las autoridades descubrieron en 1990 la cuarta guaca con 6 millones 997 mil dólares. Su casona está bajo llave y tiene una antena parabólica inservible.

Ofensiva jurídica En total, la fortuna confiscada por el Ejército en Cuernavaca , Mi Mazatlán y Santa Rosa , haciendas situadas en Pacho (Cundinamarca), asciende aproximadamente a 26 millones de dólares.
Se trata del mismo dinero que la esposa y los tres hijos de Rodríguez Gacha han intentado recuperar desde 1989, cuando el capo murió en un operativo de la Policía. No obstante, un fallo judicial acaba de oponerse a su ofensiva jurídica.

El Tribunal Administrativo de Cundinamarca negó una demanda presentada por los herederos de El Mexicano que busca anular las decisiones por medio de las cuales la Superintendencia de Control de Cambios y la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian) definieron el destino de esos recursos, hoy bajo custodia en el Banco de la República.

La esposa y los tres hijos de Rodríguez Gacha pidieron, además, el reintegro de la millonaria suma y el reconocimiento de los respectivos intereses causados durante los últimos nueve años.
Sin embargo, la Sección Primera, con ponencia de la magistrada Beatriz Martínez Quintero, no acogió ninguno de los argumentos en que se basó el abogado de los Rodríguez en su estrategia jurídica.

El fallo Uno de los puntos que reclamaron los herederos de El Mexicano ante los estrados consistió en advertir que no se les tuvo en cuenta en el proceso estatal adelantado para definir la custodia de la fortuna.
En su calidad de terceros, con interés directo en los resultados de la investigación, tenían derecho a ser escuchados y a solicitar pruebas , argumentó el apoderado.

Para el Tribunal, no era necesario citar a los herederos, por cuanto se estaba discutiendo las infracciones al Régimen de Cambios Internacionales y no la titularidad de los bienes.

En el desarrollo del proceso, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca consultó hasta el Diccionario de la Real Academia Española cuando la contraparte alegó que las sanciones por la tenencia de las divisas y el oro habían sido aplicadas con base en un decreto que hablaba sólo de posesión y negociación .

Se violó el debido proceso por haberse impuesto una sanción con fundamento en una norma inexistente para el acto que se les imputa , dijo el apoderado de los Rodríguez.
A este punto, el Tribunal respondió: En su sentido gramatical, las dos expresiones se pueden emplear indistintamente . Así, la corporación respaldó la acción del Estado frente a las guacas de El Mexicano .
El intento fallido por recuperar la fortuna, no es el primero. En 1990, en su declaración de renta, los familiares de El Mexicano reportaron la tenencia de los 25 millones 475 mil dólares en efectivo y de los lingotes de oro por valor de 278 mil dólares.

Para esa fecha, las divisas y el oro estaban bajo custodia del Banco de la República, mientras la Superintendencia de Control de Cambios definía la situación jurídica. Sin embargo, los Rodríguez insistían en ser los propietarios y nuevamente registraron los bienes en la declaración de renta de 1991.

Los dólares y los lingotes de oro, por el momento, no podrán entrar a engrosar el proceso de sucesión que actualmente adelanta la familia de El Mexicano en el juzgado Segundo Promiscuo Municipal de Zipaquirá (Cundinamarca). Ahora, el Consejo de Estado tiene la última palabra en el caso de las guacas de El Mexicano .
Así están hoy sus haciendas Cuernavaca Esta es la hacienda Cuernavaca . Los gansos que hay allí son únicos en su especie. Se convirtieron en herbívoros, ya que ante la falta de dinero para alimentarlos con maíz concentrado han tenido que abrirles la puerta del lago y dejarlos pastar en la cancha de fútbol.

Mi Mazatlán Aquí en Mi Mazatlán hay 25 vacas lecheras cuyo ordeño sirve para mantener la hacienda. Las otras labores de sus seis trabajadores son el herraje y el arreglo de cercas, y zanjas. El único alimento de los equinos es el pasto. No hay dinero para concentrados ni para melaza.

Santa Rosa La hacienda Santa Rosa está ubicada a una hora de Pacho (Cundinamarca) y es ocupada por tres trabajadores contratados por el Incora. Ellos se dedican a ordeñar 23 vacas y a cultivar una hectárea de papa. Otras 13 vacas, ya viejas, están sólo para dar cría. Un toro les hace compañía en las pastizales.
Fotos: William Fernando Martínez/EL TIEMPO *** FOTO: El Consejo de Estado tiene la última palabra sobre el destino de la fortuna encontrada durante allanamientos realizados en las fincas de El Mexicano y que sus herederos reclaman.
Fernando Vergara
Publicación
eltiempo.com
Sección
Otros
Fecha de publicación
19 de octubre de 1999
Autor
WISTON GONZALEZ Redactor Judicial de EL TIEMPO

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