Revista Semana Sábado 11 Agosto 2007
‘Chupeta’ se cambió dos veces la nariz, se ensanchó la quijada, se operó el mentón, los párpados, se estiró la frente y se arregló los pómulos. Sólo le faltó cambiarse la voz y las huellas dactilares
NARCOTRÁFICO La captura de ‘Chupeta’ fue impresionante. Pero mucho más impresionante fue la vida excéntrica, cruel y llena de excesos que llevó durante más de 20 años como capo de la droga. Ninguna cirugía plástica puede esconder la naturaleza de un hombre. Menos la de un mafioso. Eso lo comprendió Juan Carlos Ramírez Abadía, alias ‘Chupeta’, la madrugada del martes pasado, cuando vio su lujosa mansión cerca de Sao Paulo invadida de policías. La cinematográfica operación de las autoridades brasileñas no pudo ser más exitosa. Sin saberlo, capturaron a uno de los narcotraficantes colombianos más buscados en el mundo, que se ocultaba tras un rostro totalmente desconocido.
La operación buscaba golpear una gran red internacional de lavadores de dinero que venían investigando desde hacía dos años las policías de Estados Unidos, México, Argentina, Uruguay y España. Lo que no sabían los sabuesos investigadores era que el hombre que salía de su casa todos los días con gorra y gafas hacia un local de venta de automóviles y motos náuticas, y al que ellos consideraban el cerebro de la red de lavado, era nada más y nada menos que ‘Chupeta’. Las autoridades le filmaban todos sus pasos. Quién entraba y quién salía de su establecimiento. Pero vivían sorprendidos porque a su lujosa mansión sólo entraban dos personas: él y su esposa.
Ramírez Abadía llegó a Brasil hace dos años con 16 millones de dólares, según él, para «vivir como un rey». Eso fue lo que le dijo a la Policía federal brasileña mientras le colocaban las esposas alrededor de las manos. «¿Quién es usted en realidad?», le preguntó uno de los oficiales. ‘Chupeta’ estaba acorralado y decidió revelar su verdadera identidad. «Yo soy la persona que buscan, Juan Carlos Ramírez Abadía. Pero mi mujer no tiene nada que ver en esto», dijo angustiado.
Luego de ser detenido, contó además que se practicó seis cirugías plásticas. «Sólo pudo ser identificado por su voz y sus huellas dactilares, que fueron confirmadas por el propio director de la Policía colombiana, general Óscar Naranjo», le dijo a SEMANA Fernando Francischini, el agente de la Policía federal a cargo de la investigación contra ‘Chupeta’.
La sorpresa fue mayúscula cuando las autoridades comenzaron a recorrer su lujosa mansión, avaluada en dos millones de dólares, en la que sólo vivían ‘Chupeta’ y su tercera esposa, Jessica Paula Rojas, una colombiana que se identificó inicialmente con documentos venezolanos a nombre de Ana Mella. «¿Dónde tiene la plata?», le preguntó de nuevo el oficial. «Venga, deme ese manojo de llaves. Yo les quiero colaborar», le dijo Ramírez Abadía al policía. Se agachó, abrió la puerta que ocultaba la caja fuerte y adentro tenía 544.000 dólares, 250.000 euros y 55.000 reales.
La Policía federal brasileña le encontró 160 teléfonos celulares que utilizaba para burlar las interceptaciones telefónicas. Tenía una colección de relojes suizos y utilizaba varios pasaportes falsos. En un video que logró obtener en exclusiva el periodista Wílber Correa, del canal Caracol, se ve cuando ‘Chupeta’ decide entregarles a las autoridades brasileñas todas las caletas que tenía en su casa y en sectores rurales cerca de Sao Paulo. Según la Policía, el capo les reveló que encaletó parte de su fortuna en puntos estratégicos por si tenía que fugarse y les mostró el sitio exacto en donde tenía otra de sus caletas. Fue así como descubrieron debajo del asador, en los jardines de su mansión, otro millón de dólares y 200.000 euros.
Después, la Policía recibió una llamada inesperada. Se trataba de la cirujana Loriti Breuel, quien vio las imágenes de la captura de ‘Chupeta’ y lo reconoció al instante. «Yo fui la que operé a ese hombre, pero se identificó con documentos de Argentina», dijo la médica, quien se mostró dispuesta a colaborarles a la autoridades. Ramírez Abadía se identificaba en Brasil como Marcelo Javier Unzué, un médico argentino de 44 años, la misma edad de ‘Chupeta’, quien supuestamente vivía en La Plata, trabajaba como hemoterapista en una clínica y a quien le habían robado sus documentos en 2005.
Con esa falsa identidad, y con la también apócrifa identidad de su esposa como venezolana, llegaron ‘Chupeta’ y Paula Rojas al consultorio de la cirujana en un barrio de Sao Paulo, en donde hay por lo menos 50 clínicas de cirugía plástica. «Mi esposa se quiere operar la nariz y yo me hice dos cirugías de la nariz en Estados Unidos que no me gustaron y quiero que usted me arregle un poco más», le dijo el supuesto argentino a la médica. ‘Chupeta’ se mandó a hacer un ensanchamiento de la quijada, el mentón partido, los párpados y estirar la frente. Ambas operaciones, las del capo y su esposa fueron hace una semana. Por eso en las fotografías mostradas por la Policía brasileña, después de su captura, aún se ven las cicatrices recientes de las cirugías.
Su vida en Colombia
La vanidad de Juan Carlos Ramírez Abadía ha sido su debilidad toda la vida. Desde cuando ingresó a la mafia no ocultaba sus gustos por las joyas, por vestir bien y por mantenerse en forma. Gracias al negocio de la droga, desde principios de los años 90, Ramírez Abadía vivió como un rey en Colombia. Junto con su amigo Juan Carlos Ortiz, alias ‘Cuchilla’, quien fue asesinado en 2000, se convirtió en el primer colombiano en enviar una tonelada de cocaína a Estados Unidos en un avión. Este gran golpe lo perfiló como el más seguro sucesor de los ex jefes del cartel de Cali, Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, que hicieron de ‘Chupeta’ un barón de la droga. En esa época, junto con Ortiz, trabajaba de la mano de Helmer ‘Pacho’ Herrera y eran los amos y señores de la rumba en Cali, en donde ostentaban su poderío con carros lujosos, joyas y acompañados de mujeres hermosas. Esas han sido las tres grandes pasiones de ‘Chupeta’: la vanidad, el sexo y el dinero.
En 1996 ‘Chupeta’ y ‘Cuchilla’ se entregaron a la justicia y aceptaron los cargos por narcotráfico, enriquecimiento ilícito y testaferrato. Fueron condenados a 24 años de prisión, de los cuales, por rebaja de penas, Ramírez Abadía pagó cuatro y estuvo en tres cárceles diferentes: máxima seguridad de Palmira, Villahermosa y Buga, en el Valle del Cauca. Desde esos centros de reclusión mantuvo su organización y su negocio intactos. Las autoridades norteamericanas y las colombianas lo sabían. Y él presentía que tarde o temprano tendría que ir a un estrado judicial estadounidense.
Por eso, en 2003, se reunió en un prestigioso hotel de Cali con la ex fiscal norteamericana Lee Stapleton y un abogado, para indagar si tenía algún proceso en curso en Estados Unidos. Fue el último día que las autoridades lo vieron. Un grupo de la Dijín le cayó por sorpresa en la suite. Los investigadores estaban convencidos de que a la reunión asistiría Hernando Gómez Bustamante, alias ‘Rasguño’. Al descubrir que se trataba de Ramírez Abadía tuvieron que dejarlo en libertad porque no tenía ningún proceso judicial en su contra. ‘Chupeta’ se había integrado al cartel del norte del Valle desde cuando salió de la prisión.
Sólo un año después, en mayo de 2004, Ramírez Abadía pasó a la clandestinidad y se volvió invisible para las autoridades cuando supo que era solicitado en extradición, bajo la Ley Rico, por una Corte de Washington. No era la primera vez que la justicia norteamericana quería juzgarlo por narcotráfico. Desde 1994 tenía cargo en el Distrito de Colorado y en el Distrito Este de Nueva York. Pero en 1996 Colombia negó su extradición. Por esa época ‘Chupeta’ ya llevaba 10 años traficando cocaína y lideró una organización que envió cientos de toneladas del alcaloide a Los Ángeles y San Antonio, Texas, a través de México. Además creó su propia red distribuidora en Nueva York. Hoy, con 44 años, se calcula que su fortuna bordea los 1.800 millones de dólares.
Tenía parte de esa fortuna, 60 millones de dólares y 309 lingotes de oro, enterrada en siete casas de Cali. Fue el gran golpe que la Dijín le dio a ‘Chupeta’ a principios de este año, cuando fueron encontradas las millonarias caletas del capo, noticia que dió la vuelta al mundo. Como resultado de los allanamientos, 14 personas fueron capturadas en Colombia. La mayoría se acogió a sentencia anticipada ante los jueces y recibió condenas entre de 22 y 44 meses de prisión. Entre los detenidos estaba un hombre clave para ayudar a capturar a su jefe ‘Chupeta’ y desmantelar su organización: Laureano Rentería, quien fue su mano derecha toda la vida. En una operación relámpago, que aún no ha tenido explicación por parte de las autoridades policiales y judiciales, Rentería fue trasladado de Cali a Bogotá. Permaneció varios días protegido en la Dijín y cuando llegó a su celda en el pabellón de máxima seguridad de La Picota, era vox populi que su jefe planeaba silenciarlo. La DEA, que entendió rápidamente la importancia de este testigo, ayudó a acelerar el pedido de extradición. Pero ni la Policía, ni los gringos, ni los pabellones de hierro reforzado fueron suficientes frente a la mano criminal de su jefe. Rentería fue envenenado con cianuro en su celda.
La información que tenía este hombre era tan importante, que su muerte ocasionó uno de los más grandes roces entre las autoridades estadounidenses y el gobierno colombiano de los últimos años. Nadie pagó por este crimen planeado como cualquier guión de Hollywood.
Pero la historia de la mafia de ‘Chupeta’ seguía su curso. El 17 de enero, un día después del hallazgo de las millonarias caletas, un hombre llegó hasta las oficinas de la DEA en Nueva York y les entregó a los agentes estadounidenses un computador que llevaba consigo. En ese portátil estaba la información financiera que movía ‘Chupeta’. Mientras las autoridades colombianas anunciaban el éxito de la operación contra las finanzas del capo, la DEA analizaba minuciosamente la información que contenía el portátil. Nombres, direcciones, teléfonos e información personal de socios, testaferros, familiares y amigos. Lo que les ha llamado la atención a los agentes federales es que en el portátil también aparecen los nombres de quienes durante los últimos seis años han estado vinculados con la organización de ‘Chupeta’.
El listado incluye miembros de la Fuerza Pública, jueces, fiscales, empresarios, políticos e importantes dirigentes, principalmente del Valle del Cauca, vinculados con Ramírez Abadía, quien era uno de los 10 narcotraficantes más buscados del mundo y por quien el gobierno de Estados Unidos ofrecía una recompensa de cinco millones de dólares.
En el computador también hay decenas de empresas que durante años han aparecido ante los ojos de la justicia y la opinión pública como respetadas industrias legales pero que, gracias a la información que descubrieron en el portátil, ahora se sabe que son fachadas y empresas que ha utilizado por años ‘Chupeta’ para lavar millones de dólares. «La importancia del computador es que confirma la versión de varios colaboradores de la justicia y apoya la información contra su organización delictiva y la fortaleza es que identifica la red de contactos del capo, lo que podría facilitar otras 20 extradiciones», sostuvo el general Óscar Naranjo, director de la Policía.
Un video que poseen las autoridades contiene el testimonio clave del informante que le dio a la DEA el portátil de ‘Chupeta’. El testigo dice que fue suboficial de la Armada de Colombia y que conoció a Ramírez Abadía en la cárcel de Palmira y se unió a su organización cuando salió de prisión. ‘Chupeta’, quien estuvo en la Escuela Naval de Cadetes en su época de juventud, confiaba en el hombre ciegamente y dejó en sus manos el manejo de toda su información financiera de los últimos ocho años. El hombre comenzó a conocer del capo no sólo su habilidad con los números sino su trayectoria criminal y su perfil violento. Sabía que varios de sus hombres de confianza habían sido asesinados por saber demasiado sobre él. Y pensó que algún día él correría la misma suerte de ser asesinado por su propio jefe. Decidió salir del país y se acogió al programa de Protección de Testigos de la justicia norteamericana, a la que le dio todos los secretos de Ramírez Abadía.
Sangre y muerte
La pasión de ‘Chupeta’ por el dinero y la vida extravagante no tenía límites. Tampoco su sed de venganza. Las autoridades le atribuyen innumerables ajustes de cuentas, cuyo episodio más macabro fue haber ordenado la ejecución de 35 familiares, socios, abogados y colaboradores del extraditado Víctor Patiño Fómeque, en retaliación por haberlo acusado ante las autoridades norteamericanas, según el relato de su madre, Deisy Fómeque, que divulgó SEMANA en 2002.
En el bajo mundo sostienen que ‘Chupeta’ terminó apropiándose de la fortuna de Patiño. Esa guerra sangrienta lo posicionó en el norte del Valle en donde logró comprar conciencias, sobornar a la justicia, utilizar testaferros para ocultar sus propiedades y enterrar parte de su fortuna. Sin embargo, a pesar de que le encontraron 60 millones de dólares encaletados y la Fiscalía le había confiscado millones en bienes, el capo vivía a sus anchas en Brasil, país que se ha convertido en el epicentro para el tráfico de la droga.
Narcolujos
Aparte de su mansión y de sus lujosos carros blindados, ‘Chupeta’ tenía en Brasil una hacienda ganadera a 20 kilómetros de la población de Pouso Alegre (Minas Gerais), en donde había levantado siete construcciones, una casa principal con seis suites, una vista maravillosa a 10 lagos que utilizaba para la cría de peces y seis lujosas cabañas alrededor de una piscina estilo jacuzzi, con tobogán.
Su habilidad para crear empresas quedó demostrada también en territorio brasileño. Logró comprar inmuebles, principalmente hoteles y mansiones, empresas reconocidas, costosos vehículos y una casa en la playa que pretendía vender por 1,5 millones de dólares. Pero la más sorprendente y lo que realmente condujo a su captura fue la forma como se las ingenió para ocultar los bienes que iba comprando. Convenció a muchas familias pobres para que sus bienes figuraran a nombre de ellas, y las autoridades brasileñas fueron detectando la compra de muchos inmuebles a nombre de nuevos ricos que dentro de la investigación fue arrojando como resultado que se trataba de una red de testaferros de un hombre que fungía ser sólo un vendedor de carros. Ese era ‘Chupeta’. Por eso la investigación lleva el nombre de ‘Operación Harapos’. ?
Todos quieren a ‘Chupeta’
Ramírez Abadía permanece detenido en la Policía federal de Brasil. Su vecino de celda es el astro de la selección Colombia Freddy Rincón, quien está preso por lavado de activos y a la espera de ser extraditado a Panamá. Lo más probable es que esta semana, ‘Chupeta’ sea trasladado a la Penitenciaría Federal de Campo Grande, cerca de la población Amarato Groso, en donde está recluido Luis Fernando da Costa, más conocido como ‘Fernandinho’ Beira-Mar, poderoso jefe del narcotráfico en Brasil y capturado en 2001 por el Ejército en las selvas del Vichada en donde movía el negocio de la coca con las Farc.
Ahora, todas las autoridades quieren a ‘Chupeta’. «Queremos que sea extraditado directamente a Estados Unidos», dijo Richard Mei, vocero de prensa de la DEA en Brasilia. No obstante, el fiscal general, Mario Iguarán, sostuvo que no es procedente enviarlo a territorio norteamericano, aunque mencionó otros instrumentos de asistencia jurídica internacional. Pero la batalla legal se complicó. Será el Supremo Tribunal Federal de Brasil el que decidirá si cumple primero su condena en el país por falsedad en documentos públicos y lavado de dinero, por los que podría pagar penas de prisión de entre cinco y 15 años.
Con la captura de ‘Chupeta’, quedó demostrado que a pesar de su habilidad para cambiar constantemente su rostro, no pudo cambiar su voz ni sus huellas dactilares. Y su gran equivocación fue la de vivir como un mafioso a la vieja usanza, es decir, no haber aprendido la lección de que las excentricidades, los excesos y la soberbia que produce el dinero ilegal son la perdición de los narcotraficantes. Pero, aparentemente, eso a ‘Chupeta’ no le importaba.