“Pablito me quitó todo”

Por: Arco Iris – Artículo escrito por  Mariana Escobar Roldán
Foto: Pablo Escobar, el mayor capo del narcotráfico. A la  izquierda, la entrada de su emblemática hacienda Nápoles. El día en que estalló la bomba en la Plaza de Toros La Macarena de Medellín, la banda musical Marco Fidel Suárez se alistaba para tocar su repertorio. Entre bambucos, guarachas, tolcas, aguardiente y pasillos transcurría la noche del 16 de febrero del 91, cuando los músicos y miles de personas más sintieron el fragor. Ciento cincuenta kilos de dinamita y metralla habían explotado debajo del puente de la calle San Juan, a cincuenta metros de La Macarena, donde culminaba la penúltima corrida de la feria La Candelaria y la parranda apenas comenzaba.

Danilo Jiménez, director de la banda, acababa de salir de las corridas con su esposa, Gabriela Jaramillo. Ambos se dirigían a los remates porque los habían contratado para tocar. “Lo poco que recuerdo es que estábamos como a una cuadra del puente. Iban a ser las seis, cuando de un momento a otro se escuchó un ruido muy fuerte y después de eso, nada”.

Danilo Jiménez, director de la Banda Marco Fidel Suárez de Bello, Antioquia, pasó de ser músico de Pablo Escobar a convertirse en una de sus víctimas. Veintiún años después dice que ya lo ha perdonado.

Don Danilo, como le dicen los que lo conocen, sufrió un golpe en la cabeza y quedó con afasia, lo que afectó su área del lenguaje y le produjo amnesia temporal.

No habla muy fluidamente, como lo haría un buen paisa, le cuesta escribir, camina con dificultad y olvidó hacer cuentas, pero a los 73 años aún lleva las riendas de la banda, que se presentó en el pasado Festival Iberoamericano de Teatro con la obra Discurso de un hombre decente, el último montaje de Mapa Teatro, en la que don Danilo y su orquesta dan vida a una ficción: un discurso presidencial encontrado en la camisa de Pablo Escobar el día de su muerte.

Ese Pablo Escobar es el mismo que en la bomba de La Macarena le quitó a tres de sus músicos, dejó sordos y discapacitados a otros cuantos, puso “como un vegetal” a su esposa por dieciséis años y a Danilo lo dejó sin banda, con pocas palabras, vagos recuerdos y una tristeza profunda.

Tiempo de festines y acervo

Aunque Alba Marina Escobar, la hermana del ex capo del narcotráfico, haya escrito en su libro “El otro Pablo” que el delincuente no puso la bomba de La Macarena porque su hijo Francisco se encontraba en el lugar, don Danilo tiene la versión de que ese día había muchos policías, y que el atentado hizo parte de la campaña de Escobar de asesinar a miembros de la fuerza pública.

“Pablo no era persona, él no era gente de sentimientos. Él tiraba esas bombas al que le cayera, no iba a escoger a nadie, si acaso a los hijos y a la señora”, asegura Danilo.

Pero antes de quitarle todo, Pablo Escobar le había dado mucho. La Banda Marco Fidel Suárez fue una de las tantas que el narcotraficante contrató para animar fiestas, barriadas y campañas políticas.

Desde 1944, la banda, oriunda de Bello, Antioquia, armaba festines, acompañaba procesiones, misas, salves y juegos de pólvora, pero al servicio de Pablo, las cosas cambiarían.

Todo comenzó porque una vez llegó un mensajero del ex capo y los invitó a tocar.

Los contratos crecieron de tal forma que Danilo, que había heredado el grupo de su padre, Juan Jiménez, tuvo que contratar a más de cuarenta músicos, quienes se dividían en grupos para cumplir con todos los compromisos.

Comenzaron tocando en el barrio construido por Pablo Escobar, Medellín sin tugurios. “Cada ocho días nos llevaban para diferentes partes de la ciudad. La perspectiva de Pablo era llegarle a la gente para después alcanzar la presidencia. Hacía campaña dándole plata y parranda a la gente”, cuenta don Danilo.

Nunca le dio serenatas a Manuela, la hija de Pablo Escobar, ni tocó en La Catedral, como sí lo hicieron otros músicos. Jamás vio a la esposa del narcotraficante, pero sí animó varias bacanales en Nápoles y conoció a muchas de sus amantes. “Como ellos eran tan extravagantes nos ponían a tocarles música a las prostitutas. Me acuerdo mucho que una vez le tocamos Senderito de amor a tres muchachas. Ellas ni nos ponían cuidado”, dice entre risas don Danilo.

“No siempre pagaba bien. A veces pagaba de contado, pero otras veces había intermediarios que se quedaban con un gran porcentaje del dinero”, narra el músico, y recuerda que en una fiesta en el municipio de Necoclí, se les acabó el tiempo para el que los habían contratado. Pablo se le acercó y le dijo: “Ah hombre don Danilo, no me dejen sin musiquita, tóquense otra pues que yo les pago”. La banda tocó otra hora, pero Escobar se fue y les quedó debiendo los cien mil pesos que costaba.

Había trabajo para todas las bandas, mariachis y conjuntos. “Todos los músicos de Medellín pescamos en el narcotráfico” confiesa don Danilo.

Antes de esto, el músico recuerda que en Medellín había gente “muy buena, muy honrada, todos éramos gente pobre, pero buena. Hasta que fue entrando el narcotráfico. Luego vinieron las malas. Pablito me quitó todo”.

“Yo ya perdoné a Pablo”

“Recordar el día de la bomba es bastante pesaroso. Me pone mal. Yo que de por sí soy muy sentimental, quedé muy marcado con todo esto de la angustia, el miedo, la zozobra. Esa nostalgia a toda hora. Pero bueno, las cosas se van dando y la vida va compensando”, dice don Danilo entre suspiros.

Su esposa murió hace cinco años, pero ese mismo año nació Natalia, su nieta, “lo más adorado” para el músico.

La banda, que por unos años se acabó a raíz de la bomba, hoy tiene nuevos integrantes y siguen recibiendo contratos. Don Danilo es el miembro más antiguo, el emblema de la Marco Fidel Suárez.

El neurólogo que lo atendió luego del atentado le dijo que las cosas hubieran podido ser peores, pero don Danilo, que siempre fue percusionista, todavía puede tocar los instrumentos y tiene la autoridad para dar órdenes a la banda.

Con Mapa Teatro han ido a Bélgica, Alemania y el 27 y 28 de marzo presentaron la obra en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.

Los domingos todavía se sienta, como de costumbre, a escuchar pasillos, bambucos y música clásica. Durante la semana, le gusta asistir a conciertos y a exposiciones de arte. Lo único que no puede hacer es caminar solo de noche, le da miedo.

Da gracias porque le tocó conocer a la Medellín de gente buena y cordial. “Los jóvenes tuvieron la desdicha de haber nacido en la ciudad de Pablo Escobar. Qué lástima que tengan que tener todos esos ingratos recuerdos. Ellos no conocen la paz, yo sí. Pero con la ayuda de Dios, Medellín volverá a ser la de antes. Con la ayuda de Dios”.

Del narcotraficante prefiere recordar lo bueno: “Por ahí lo vi una vez tarareando una canción como de una ópera, y muy mal porque él de música no sabía nada, pero yo se lo celebré y los dos nos morimos de la risa”.

Ha escuchado a muchas de las víctimas del ex capo lanzándole injurias e insultos, él, en cambio, se gasta el tiempo pensando qué será de su alma y qué hubiera pasado si su inteligencia la hubiera usado al servicio de la humanidad.

“Yo ya perdoné a Pablo. Dios sabe. Ya pasó todo. Pablo me dejó con vida, y eso es lo más importante”.

* Artículo escrito por  Mariana Escobar Roldán

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