Por Gustavo Méndez | 15/03/2014 | 00:26 / PERFIL entrevistó en exclusiva a la productora general de Escobar, el patrón del mal, hija de una de las víctimas del narcotraficante. Reconoce que el colombiano fue una especie de Robin Hood.
FICCION Y REALIDAD. La escena en que asesinan a Galán, tío de Uribe. Cada capítulo costó US$ 164 mil. Imagen en vida de Pablo Escobar retratada por el actor Andrés Parra.
FICCION Y REALIDAD. La escena en que asesinan a Galán, tío de Uribe. Cada capítulo costó US$ 164 mil. Imagen en vida de Pablo Escobar retratada por el actor Andrés Parra. | Foto: Fotos: Caracol TV / Canal 9
Juana Uribe conoció de cerca los asesinatos, los secuestros y el terrorismo de Pablo Emilio Escobar Gaviria en Colombia: es hija de Maruja Pachón, secuestrada durante siete meses, y además es sobrina de Luis Carlos Galán, asesinado por sicarios en plena campaña presidencial. Fue la propia Uribe, junto con Camilo Cano Busquets –hijo menor de Guillermo Cano, ex director del diario El Espectador de Bogotá, muerto por dos sicarios mandados por “el Patrón”–, quienes decidieron contar la vida del narcotraficante más famoso del mundo en televisión, y así crearon Escobar, el patrón del mal. Uribe dirigió la producción general de la ficción que se emitió por Cararol TV y rápidamente fue un éxito en Colombia, y luego se exportó a más de treinta países. Argentina no fue la excepción: la serie se convirtió en un fenómeno desde que debutó, el 2 de enero por Canal 9, paradójicamente en tiempos en que el narcotráfico se hizo tema central en nuestro país.
—El titular de la Sedronar de Argentina, padre Juan Carlos Molina, dijo que Escobar era una especie de Robin Hood ante un Estado colombiano ausente. ¿Concuerda?
—Efectivamente. El incluso empezó a repartir dinero en los barrios pobres, como aparece en la serie: hizo un barrio y lo regaló. Lo que pasa es que no lo hizo con ningún fin altruista: estaba buscando votos para su campaña al Congreso y luego de ese barrio y de los favores que repartió empezó a reclutar a su ejército de sicarios incondicionales. Es cierto que entendía que el Estado era débil y, además, que había una falta generalizada de papás. La gente pedía (y pide a gritos) alguien que se comporte como un papá. El lo sabía y lo hacía de la manera más perversa: le gustaba que la gente le debiera favores, y en un país donde tener una casa propia era imposible, lograrlo generaba agradecimiento incondicional.
—¿Cree que con la serie la gente toma conciencia de la maldad y crueldad de Pablo Escobar?
—Sí, creo que con Escobar, el patrón del mal se cumplieron dos objetivos fundamentales. Por un lado, se hizo un producto audiovisual atractivo, interesante y que atrapa al público mientras contamos una de las historias más escabrosas de Colombia. Quien vio la serie sin duda queda admirado con la inteligencia y la personalidad de Escobar, pero no le queda duda del poder destructivo que tuvo y lo nefasto que fue para el país su ambición de poder. También creo que queda claro que Escobar no actuó solo. De él fueron cómplices, activos o pasivos, miembros de las fuerzas armadas, políticos, la comunidad internacional y alguna parte de la sociedad civil que no reaccionó a tiempo. Ese era el segundo objetivo de la serie: dejar en claro quiénes lo combatieron y lo importante y valiente que fue esa lucha.
—¿Recibieron amenazas durante las grabaciones o luego del lanzamiento de la ficción?
—Hubo algunas dificultades de grabar en Medellín, porque todavía hay grupos al margen de la ley que dominan ciertas zonas. Era difícil que nos prestaran las casas en los barrios elegantes de Medellín como la de Escobar o de sus secuaces para grabar. Eso es entendible: es una historia difícil que han tratado de quitarse de encima muchos años. Tuvimos que hacerlo en otra parte.
—En la Argentina se da un fenómeno particular, donde el negocio del narcotráfico pareciera estar en auge o haberse tomado conciencia de que existía desde hace tiempo. Hay quienes ven la serie y toman a Escocbar como un ídolo. ¿Sucedió eso en otros países?
—En muchos países ha generado enorme empatía al principio y, a medida que avanza la serie, la gente se va dando cuenta de la dimensión de su capacidad destructiva. Se trata de un personaje de una enorme inteligencia y tal vez carisma, y a la vez una capacidad de destrucción sin límites. Eso es lo que a mí me interesa. No creo que en una serie haya que mostrar al malo malísimo, sin ningún atributo. Lo más perverso de este tipo de personajes es que son seductores y que por eso mismo terminan haciendo mucho más daño.
—¿Que le diría a la gente que tiene a Escobar como ídolo?
—Le preguntaría: ¿quién puede tener de ídolo a una persona que vuela un avión con 400 pasajeros a bordo?
—¿A qué atribuye el interés por las historias de narcotráfico?
—A muchas cosas. A que la gente vive el narcotráfico todos los días, lo ve en lo cotidiano, en la corrupción, en la economía. Sabe que es ilegal y quiere saber cómo es por dentro. Pero también tiene que ver con nuestro inconsciente: los narcotraficantes son unos tipos transgresores, lo que no nos atrevemos a ser. El público sigue a estos personajes con admiración porque, cuando uno se levanta y ve que hay injusticia, políticos torcidos, militares podridos y corrupción, en el fondo quisiera ser menos correcto y actuar como un narco. Cuando lo ve en la pantalla, sufre una especie de catarsis. Lo admira. No creo que la gente admire la faceta terrorista de estos personajes.
—Usted es sobrina de Luis Carlos Galán, ¿vio la película que hizo el hijo de Escobar pidiendo perdón por lo que hizo su padre?
—Sí, la vi y conocí a Nicolás (Entel) el director. Me pareció bien que mis primos hicieran ese acercamiento al hijo de Escobar. Es urgente que acá se acabe esa necesidad de que las generaciones de hijos de la guerra sigan cultivando el odio y la venganza. Hay que parar, entender qué pasó y tratar de que no siga pasando. Todos esperamos, de parte del hijo de Escobar, que sus palabras sean sinceras.
—¿Usted lo perdonó?
—Escobar no sólo mató a Luis Carlos Galán, mi tío, sino que secuestró a mi mamá durante casi siete meses. Esa es una experiencia muy dura. Mientras ella estuvo secuestrada, era dormir cada noche pensando que su vida estaba en manos de un personaje como Escobar. Nuestro único objetivo era que no la matara, que considerara que eso sería muy grave. Cuando la liberó, el esposo de mi mamá estuvo en la negociación para que Escobar se entregara, de alguna manera habíamos negociado y en ese momento hay una sensación de agradecimiento porque estaba viva. Luego fueron años difíciles, y cuando supe que (Escobar) había muerto quedé tranquila. Verlo así derrotado en un tejado después de hacer tanto daño me permitió cerrar ese ciclo. Finalmente, mi mamá después de eso ha sido ministra, ha dirigido una fundación, tiene una vida productiva y ha disfrutado una vida productiva y a su familia.
—Andrés Parra, el actor que hizo de Escobar, aseguró que la batalla contra la droga está perdida. ¿Qué piensa usted?
—Creo que la batalla contra la droga ha estado mal encaminada, y por eso está perdida. Se ha perseguido sólo la producción y el tráfico en el origen, pero muy poco se ha hecho en los países consumidores. El mundo sigue siendo permisivo con el consumo y duro con la producción. No sé si aparecerá otro Escobar, tal vez no uno como él, ya hay miles pequeños.