Por: EFE |
3:21 p.m. | 29 de Julio del 2013
Javier Cardona Ramírez tuvo nexos con Pablo Escobar y pagó 18 años de cárcel en EE. UU.
El colombiano, conocido con el alias de ‘Jota Cardona’, quien durante 35 años se dedicó al narcotráfico y sostuvo negocios con Pablo Escobar, Griselda Blanco y otros capos, ha cambiado la pistola por la escritura con el único fin de disuadir a los jóvenes de entrar en el «cochino» mundo de la droga.
En una entrevista telefónica, ‘Jota Cardona’ habló a la agencia Efe de su libro, ‘El narco rescatado del infierno’, que acaba de salir a la venta en Colombia y en unos 45 días tendrá su versión en inglés para Estados Unidos, donde está ya disponible en español.
El libro, con el que según dice no busca ganar dinero, es «lo opuesto» a las series de televisión en las que se retrata la vida de los narcotraficantes de una manera que puede ser atractiva para jóvenes que, como él, crecieron con carencias y ansias de poder.
«El narcotráfico es lo más cochino y sucio que hay en la sociedad, ¡basta ya de apología del crimen!», afirma Cardona, que pasó 18 años preso en Estados Unidos y hoy, a sus casi 55 años, es un ferviente cristiano «arrepentido» de su pasado delictivo.
Cardona cruzó desde México la frontera con EE. UU. cuando era un adolescente y un cliente de un estacionamiento de automóviles en el que trabajaba le ofreció trabajo como traficante de drogas.
Empezó vendiendo pequeñas cantidades pero fue escalando puestos en el negocio y llegó a distribuir toneladas. Estuvo dos veces en la cárcel (de una de ellas se fugó) y, tras pagar sus deudas con la justicia estadounidense, regresó a Colombia y trabajó con el cartel de Medellín.
Después de un tiempo ‘Jota Cardona’ viajó a Venezuela, donde cambio de identidad, y después regresó a EE. UU. para seguir con sus lucrativas actividades ilícitas, pero fue detenido por tercera vez, aunque entonces llegó a un acuerdo con la DEA (agencia antidrogas de EE. UU.) por el que le redujeron la sentencia.
En ‘El narco rescatado del infierno’ cuenta con pelos y señales sus andanzas como narcotraficante y la «verdad» de ese mundo, sin temor a posibles venganzas de sus antiguos compañeros.
«Si no tuve miedo cuando serví al demonio, menos hoy cuando sirvo a Dios», señala quien llegó a tener 50 millones de dólares en billetes repartidos por apartamentos en Miami, Nueva York y Los Ángeles que solo eran usados como cajas fuertes.
Cardona Ramírez fue distribuidor independiente de la droga del cartel de Medellín, su ciudad natal, que encabezaba Pablo Escobar y trabajó con Griselda Blanco, la «reina de la cocaína» en Estados Unidos, asesinada en Colombia en 2012, pero dice que aunque vendió «muerte» como ellos, no fue nunca un asesino.
«Los del cartel de Medellín se burlaban de mí porque me negaba a matar. Yo decía: no me lo maten, los muertos no pagan», recuerda ‘Jota Cardona’, quien quedó en libertad definitivamente en 2010.
El colombiano afirma que mató una vez en defensa propia a un rival durante un tiroteo y, lo que más le duele, a su hermano de 16 años de manera accidental, pues se le escapó un tiro.
El libro, editado en Colombia por Oveja Negra, muestra en portada a Pablo Escobar en el infierno y rodeado de monstruos.
«Sí, era violento, desde luego, pero no todos los crímenes que se le atribuyen los cometió él. (Escobar) perdió el control de sus asesinos», señala Cardona, quien considera que el jefe del cartel de Medellín, como todo ser humano, podía ser «un ángel y un demonio».
También recuerda que compró drogas a las Farc y asegura que «están un ciento por cien metidas en el negocio».
Tras precisar que hace años que es totalmente ajeno al narcotráfico, opina que México está hoy en día «peor de lo que lo estuvo Colombia en la época de los carteles de la cocaína» y subraya que el principal culpable es Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, el líder del cartel de Sinaloa.
Cardona reside en EE. UU. desde que quedó libre y se dedica a contar su testimonio en iglesias, escuelas y centros comunitarios para apartar a los jóvenes de la droga.
También va a dar charlas próximamente en cárceles de EE. UU. a los presos de origen hispano, esos a los que tantas veces trató de calmar cuando llegaban a la prisión «desesperados y con ganas de ahorcarse».