Por: FEDERICO ARELLANO
Publicado 9:45 am, abril 19, 2013
Con ocasión a una entrevista que me hizo Julio Sánchez Cristo en La W Radio, el 21 de febrero pasado, consideré importante escribir algunas líneas sobre el bandido del Cartel de Medellín que titula mi escrito de hoy. Antes de pasar a compartir mis conclusiones en ese importante medio, quiero abrir este debate con el resumen de las declaraciones que hizo Dandeny Muñoz Mosquera, alias ‘La Quica’, quien hoy purga la pena de 10 cadenas perpetuas en Estados Unidos de Norteamérica, por la masacre del avión de Avianca, que a manos de los narcoterroristas Pablo Escobar y Carlos Castaño acabó con la vida de 107 personas incluido el autor material: el suizo.
Lo curioso de lo que dijo Muñoz ese día era que él no conocía a Pablo Escobar. Sí, aunque no lo puedan creer (porque es increíble), pues eso fue lo que dijo: que él sabía quién era Escobar, porque de la misma manera todo el mundo lo sabía; es decir, porque era el hombre más perseguido del mundo en su época y porque figuraba en los medios como el capo más temido en el hemisferio por sanguinario. Personalmente me da risa (irónica) ver que este criminal sea tan carente de razón. Todo el mundo sabe que era un matarife de Escobar. El propio Julio Sánchez, como se oía en su actitud, sintió que esas declaraciones de La Quica sencillamente constituían un verdadero insulto a la inteligencia de cualquier persona con memoria y a la audiencia toda. Desde lo jurídico es un gran desatino que el delincuente hoy por hoy condenado por varios cargos, entre ellos narcotráfico, homicidio y terrorismo, salga con esa estúpida historia de no conocer a su patrón. Uno de sus hermanos, alias ‘Tyson’, también hacia parte de la organización terrorista. Estos dos hampones eran el terror de los policías, pues eran los encargados de cumplir las órdenes de Escobar del exterminio a los policías en Medellín principalmente.
Según el diario EL TIEMPO, en publicación del 14 de enero de 1996, Muñoz Mosquera con 26 años entonces, era jefe de seguridad del cartel de Medellín. Se le consideraba la mano derecha de Escobar. La Policía de Colombia lo había vinculado con el asesinato de más de 50 agentes de Policía, jueces y otros funcionarios, y con el de un candidato presidencial: una carrera criminal que había empezado a los 12 años. La Policía colombiana experimentaba pánico ante él y le pidió encarecidamente a Pollak que lo mantuviera preso en los Estados Unidos. Ésto, porque fue arrestado en Nueva York en una cabina telefónica de Queens, en la esquina de la calle 103 con el Bulevar del Norte. Estaba en Estados Unidos en cumplimiento de una misión que en ese momento se desconocía. Portaba documentos falsos y mintió acerca de su identidad al ser aprehendido, junto con tres secuaces, por agentes federales. Esto último en EE.UU constituye delitos graves.
En la entrevista del día, citado, participó su hermana Sandra Alexia, quien con alguna regularidad (vía correo electrónico) me pide que declare a favor de su hermano para que ante los medios de comunicación las víctimas del atentado terrorista del 27 de noviembre de 1989 nos expresemos acerca de la “inocencia” de su hermano en este repudiable crimen –hoy de lesa humanidad-. Es evidente que ni yo ni mi organización ni las víctimas que la integran nos vamos a prestar para ese macabro juego. Esto por dos razones fundamentales: La primera porque no somos testigos sino víctimas, y la segunda porque no somos autoridad judicial para determinar la inocencia de ningún bandido, sino ONG de Derechos Humanos que promueve la verdad y la justicia.
Otro de los participantes en la entrevista fue alias ‘Popeye’, quien resumió que La Quica hacía parte de la estructura orgánica del Cartel pero que no era un hombre de toma de decisiones; que él simplemente era una asesino que mataba policía, ponía bombas, hacía vueltas y cositas así.
De manera que venir a tragarse ese sapo de que La Quica, cuando además sale mencionado en los expedientes por sus compañeros narcoterroristas y en las series que hoy exaltan la memoria del asesino Escobar, no conocía a su jefe, es verdaderamente insultante; es una bofetada a la justicia norteamericana, la colombiana, pero sobre todo para las víctimas. Pero resulta tan increíble que es verdaderamente risible. Y para que ustedes se rían, acá les dejo el audio de la primera parte de la entrevista
Ese hombre es tan malo que hasta es perverso para meternos esos cuentos y tratar de ocultar un prontuario criminal del tamaño de su condena. ¡Qué cuento tan malo señor!#nomasmentiras. Abrazo cálido. Seguimos trabajando.