Por: ROBERTO POMBO |
Prólogo del libro sobre la narcotraficante más poderosa y sanguinaria, escrito por Martha Soto.
La historia empieza y termina el 3 de septiembre del año 2012, a las ocho y veinte de la noche, con un retrato del cuerpo inerte de Griselda Blanco desparramado sobre una bandeja fría en la mesa número quince de disección de la morgue de Medellín.
La descripción de la autopsia que practica el médico legista es, a la vez, la violenta y dramática historia personal de uno de los protagonistas más sanguinarios del narcotráfico en los últimos cuarenta años: las heridas de bala que recibió a lo largo de su vida; las varias operaciones que se hizo por vanidad para combatir la obesidad que la alejaba de su remota belleza juvenil, salvaje y seductora, y que le ayudó a entrar en el mundo del hampa por la puerta de los burdeles; su pelo recién teñido de negro para ocultar las canas; su ropa manchada de sangre ya seca; la descripción de los destrozos causados por los dos disparos a quemarropa que le quitaron la vida en una carnicería en Medellín; y los rastros en su estómago de una arepa con queso, aún no digerida, como testimonio del último desayuno de esta antioqueña que fue tan malvada, sagaz y recursiva, que el propio Pablo Escobar –el bandido por excelencia– reconoció haber entrado al narcotráfico para seguir su ejemplo. (Lea también: Comienza la fiesta del libro en Bogotá)
Esa es tal vez la primera virtud de la investigación de Martha Soto sobre la vida de Griselda Blanco, lograr que el retrato de una sola persona sea a la vez la fotografía de todo el fenómeno del narcotráfico en Colombia durante las últimas cuatro décadas, y de la violencia que se ha generado alrededor de esa actividad, desde la maestra de Pablo Escobar a comienzos de los años setenta hasta las temibles oficinas de sicarios de estos días como ‘los Urabeños’, herederos finales de los territorios colonizados originalmente por la ‘Viuda Negra’, más conocida como la ‘Madrina’.
La lectura de este libro revive la decadencia del bajo mundo del narcotráfico en Colombia (con sus protagonistas de todas las clases sociales) y la vida marginal y violenta de nuestros narcos en Estados Unidos. Aquí están las excentricidades de quienes amasan fortunas de la noche a la mañana a través del delito y la violencia aterradora que ejercen para mantener su vigencia. La descripción del comportamiento de los narcotraficantes colombianos en las calles gringas parece sacada de las escenas de la serie de televisión Miami Vice. Aunque, pensándolo bien, este libro es la demostración de que fueron las peripecias de Griselda Blanco, en la Florida, las inspiradoras de la serie, y no al revés. (Lea también: ‘Los mejores viajes ocurren en la literatura’)
El hilo que siguió después de la muerte de Griselda Blanco muestra por qué Martha Soto es la mejor periodista de investigación de Colombia, lo cual no es poca gracia en un país que se destaca por sus periodistas investigadores.
Después de que mataron a Griselda Blanco, viejos investigadores de la Policía y abogados de la mafia empezaron a pasarle a Martha datos inéditos sobre la vida de este personaje, elementos que la periodista fue archivando sin ningún propósito específico. Hasta que la documentación acumulada parecía decir, por sí sola, que era hora de ordenar los datos y pasar de la actitud pasiva de recibir datos a la activa de identificar frentes de información, y arrancar la tarea de darle forma de libro a esta historia, apasionante y aterradora. (Lea también: ‘Hoy, la utopía es más vivible que la realidad’)
La información recogida le permitió identificar dos frentes de investigación. Uno, averiguar cuáles de las afirmaciones sobre Griselda Blanco eran ciertas y verificables, y cuáles hacían parte de la leyenda que suele rodear la vida de este tipo de personajes. El otro era la búsqueda de los registros reales y oficiales de su vida delictiva y personal antes de viajar a Estados Unidos y tras su regreso a Colombia varios años después. (Lea también: La historia de amor de Pilar del Río y José Saramago.)
Esta última era la tarea de mayor interés, pues la mujer que ordenó, de manera directa, la muerte de cerca de 250 personas y que inventó la modalidad del sicariato en moto no tenía ni un solo proceso judicial en Colombia. A pesar de haber figurado en las listas de los delincuentes fugitivos más buscados por parte de las autoridades de Estados Unidos, hasta el día de su muerte ninguna autoridad colombiana parecía saber de sus andanzas.
Un propósito central de Martha Soto fue conseguir lo que en la jerga periodística llamamos fuentes vivas, tarea que resulta de especial dificultad en una vida azarosa y violenta, como fue la de Griselda Blanco. Y más aún si se tiene en cuenta que buena parte de su historia delictiva ocurrió fuera de Colombia. Se trataba de buscar viejos socios, sicarios de otras épocas, agentes retirados de la DEA, abogados gringos y colombianos, familiares, asesores del Cartel de Medellín y narcotraficantes jubilados dispuestos a reconstruir la historia de la ‘Madrina’ de la mafia. (Lea también: El hombre que guarda la fantasía en sus manos)
A pesar de estar hablando de una generación vieja de narcos –tanto que se puede decir que hacen parte de la génesis del narcotráfico–, Martha pudo ubicar y recoger con éxito este tipo de testimonios, que van desde un amigo de uno de los primeros maridos de Griselda hasta un antiguo narcotraficante que estuvo el día en que mataron a su hijo Osvaldito, pasando por las memorias de un exministro y de un sicario a sueldo de la Madrina.
Casi todos estos personajes accedieron a ser mencionados, entregaron documentos, ubicaron tumbas de personajes clave (como el piloto de Pablo Escobar que fue enterrado vivo con todo y avioneta), bienes con registros embolatados y nombres de otras personas involucradas en el mundo ilegal de Griselda Blanco. (Lea también: Un periodista con mil rostros)
Terminada la etapa de hablar con las fuentes de carne y hueso, Martha inició el proceso de confrontar esta información con los documentos que reposan en los archivos del Departamento de Justicia de Estados Unidos y con las investigaciones abiertas en esa época contra Griselda y contra su organización, documentos que hasta la fecha nadie había explorado. También tuvo acceso a sus movimientos migratorios y a los prontuarios de sus exmaridos y sus hijos. Descubrió incluso las desesperadas maniobras judiciales de Griselda y de su abogado para evadir tanto la cárcel como la silla eléctrica.
Las piezas fueron encajando una a una despejando mitos y revelando episodios inéditos de la mafia.
A través de un trabajo de campo, los bienes de la ‘Madrina’ fueron rastreados en todas las oficinas de instrumentos públicos y en notarías de Medellín. El esfuerzo permitió hacer un inventario de sus predios desde 1965 hasta 2013. Montos, fechas, descripciones de bienes, poderes y hasta la copia de la última cédula de Griselda se hallaron en esta búsqueda.
Además apareció el expediente en la Fiscalía con el sello de ‘Urgente’ y la autopsia inédita que narra paso a paso las circunstancias en las que encontró la muerte y las cicatrices recogidas a lo largo de sus 69 años. Este documento se convirtió en el magnífico hilo conductor literario que escogió Martha Soto para contar su historia. (Lea también: Cinco secretos del 5-0)
Hago este detallado recuento de los pasos investigativos llevados a cabo por Martha Soto para resaltar el hecho de que cada línea de este trabajo se sustenta en testimonios reales y en documentos oficiales verificables, lo cual es un logro poco usual cuando se trata de explorar el bajo mundo del hampa.
A pesar de que la gran cantidad de elementos de carácter cinematográfico de esta historia hubieran invitado a otros a echar a volar la imaginación narrativa, Martha logra mantener los pies en la tierra desde el comienzo hasta el fin.
Roberto Pombo
Director de EL TIEMPO