Murió Víctor Carranza, «el zar de las esmeraldas»
Nació campesino y a los 5 años tuvo que salir a trabajar. Recorría los alrededores de las minas buscando piedras preciosas y se hizo multimillonario. Estaba acusado de ser uno de los jefes paramilitares.
Víctor Carranza, «el zar de las esmeraldas», en una foto de archivo. (EFE)
Lo llamaban «el zar de las esmeraldas» y era uno de los hombres fuertes de Colombia. Víctor Carranza, el pobre campesino que logró convertirse en multimillonario gracias a la explotación de esmeraldas murió hoy al mediodía en una clínica privada de Bogotá donde llevaba más de una semana internado por un cáncer de pulmón. Durante casi toda su vida se lo relacionó e investigó por sus nexos con los paramilitares sin que nunca recibiera una condena. Tenía 77 años.
La vida de Carranza parece de película. Con sólo ocho años, dejó su pueblo natal de Guateque y empezó a probar suerte en los ríos aledaños a las minas de esmeraldas para ver si encontraba minúsculas piedras. Tres años después se empleó como minero en Chivor y en 1947 se marchó para Gachalá, una localidad a 63 kilómetros de la capital colombiana y donde se había descubierto una mina de esmeraldas.
Ahí empezó la leyenda de Víctor Manuel Carranza a quien se lo bautizó como «el zar de las esmeraldas». Según el mito las esmeraldas le hablaban desde el corazón de la tierra para que las sacara. «He tenido suerte, las esmeraldas me llaman», decía con sorna.
Su fama de hombre adinerado y tacaño empedernido fue creciendo de la mano de historias que lo pintaban como un hombre violento que no se acobardaba ante nada ni nadie porque andaba siempre rodeado de hombres armados que no lo dejaban ni a sol ni a sombra.
Cuando empezaron las guerras por el dominio de las minas de esmeraldas Carranza apareció en primera fila para defender lo que él consideraba suyo.
En el libro «Víctor Carranza, alias El Patrón», editado el año pasado y escrito por el sacerdote jesuita Javier Giraldo y el legislador de izquierda Iván Cepeda, se dice que entre 1965 y 1990 se libraron tres guerras por el dominio de las esmeraldas. En la primera murieron unas 1.200 personas, en la segunda los muertos se contaron por decenas y en la tercera se calcula que sumaron unos 3.500. Al cabo de 25 años de «guerra verde», Carranza salió ileso y fortalecido frente a sus enemigos.
«El poder mío es que tengo unos pesos, ganados con el sudor de mi frente, trabajados limpiamente. Así se lo he dicho a los paramilitares y a la guerrilla: yo no les suelto un peso porque lo mío es mío», decía Carranza con ese tono humilde que siempre lo caracterizó y que, incluso, lo hacía ver como a un viejo bonachón.
De la mano de la Iglesia Católica, a finales de los años 80, Carranza lideró un proceso de paz en la zona de esmeraldas de Boyacá, uno de los 32 departamentos en los que está dividida Colombia.
Uno de los religiosos que acompañó ese proceso fue monseñor Héctor Gutiérrez, obispo entre 1998 y 2004 del municipio de Chiquinquirá. En el proceso de paz entre los esmeralderos, comentó el religioso, Carranza «ocupó un lugar muy especial por ser el líder de ese momento y hoy en día también de las minas… y por tener un gran influjo sobre la comunidad».
Firmada la paz en 1990, Carranza empezó a ampliar sus dominios y miró para las tierras que había comprado unos cinco años antes en Puerto López, a unos 137 kilómetros al sureste de Bogotá. Allí afianzó su fama de paramilitar gracias a «Los Carranceros», el ejército de hombres armados que trabajaba para él y que sembraba temor entre la gente.
La noche del 24 de febrero de 1998, después de más de 40 años de estar bajo sospecha, Carranza fue encarcelado por su presunta asociación con los paramilitares. La captura se produjo en su lujosa hacienda «Cantarranas», en el norte bogotano.
El fiscal general de entonces, Alfonso Gómez Méndez (1997-2001), había tenido en la mira desde inicios de los años 80 a las bandas paramilitares y cuando llegó a la Fiscalía tenía claro que Carranza era uno de sus principales creadores e impulsores.
Tras su detención, Carranza fue recluido en la sede de la Policía Judicial de Bogotá porque las autoridades sabían que en una cárcel común podía ser asesinado por sus múltiples enemigos, sobre todo de la guerrilla.
En noviembre de 1998 fue acusado por los delitos de secuestro y conformación de grupos paramilitares en las regiones colombianas de la Costa Atlántica y los Llanos Orientales.
De inmediato empezó a contratar los servicios de algunos de los mejores abogados del país, entre ellos dos ex magistrados y un magistrado actual de la Corte Suprema de Justicia.
«Acepté defender a don Víctor porque él me juró que era inocente y que no tenía nada que ver en las cosas de las que se le acusaba», dijo el jurista Jorge Enrique Valencia, magistrado de la Corte Suprema entre 1989 y 1995.
Tras la acusación por parte de la Fiscalía, el proceso contra el «xar de las esmeraldas» llegó al juzgado de José Reyes Rodríguez, quien recuerda la presión que sintió por el hecho de ser el hombre que eventualmente podía condenar a Carranza. «Pero le advierto: ni me amenazaron ni me ofrecieron plata», dijo en su actual oficina en la Corte Suprema de Justicia.
Cuando estaba a punto de dictar sentencia, Rodríguez fue separado del caso luego de que se iniciara en su contra una investigación en el Consejo de la Magistratura de Colombia (Consejo Seccional de la Judicatura). Poco después el esmeraldero fue absuelto por otro juez bogotano en una decisión que confirmó meses más tarde el Tribunal Superior de Bogotá. Sin embargo, sus líos judiciales no terminarían allí.
En agosto de 2002 llegó a la presidencia el conservador Alvaro Uribe, quien un año después empezó un proceso de paz y desmovilización con las bandas paramilitares.
El nombre de Carranza volvió a aparecer rápidamente como uno de sus promotores. Incluso, el ex paramilitar Iván Roberto Duque, alias «Ernesto Báez», actualmente en prisión, aseguró en su momento en la Fiscalía que a Carranza no se le debía llamar «el zar de las esmeraldas» sino «el zar del paramilitarismo».
Hasta su muerte, Carranza tenía abiertos dos procesos por acusaciones de ex cabecillas paramilitares y por una masacre de julio de 1998 en el sureste del país.
Pero esas investigaciones se quedaron en etapa preliminar mientras más de 60 ex congresistas terminaron procesados y condenados por las acusaciones que en su contra hicieron los mismos paramilitares que declararon contra Carranza.
El esmeraldero, según el legislador de izquierda Iván Cepeda, nunca fue condenado porque contó con la protección de «las casas (élites políticas) que han gobernado a este país».
Carranza nació el 8 de octubre de 1935 en Guateque, un municipio a unos 80 kilómetros al noreste de Bogotá y cerca de Chivor, otro poblado que siempre ha tenido fama de producir algunas de las más bellas y valiosas esmeraldas del mundo.
«En el campo los pelados (los nenes) empezamos a trabajar a los cinco años. Mi padre murió cuando yo tenía dos años, quedamos sin protección los seis hermanos y mi madre, teníamos una finca pequeña y éramos muy pobres. Me tocó abrirme paso», relató Carranza en una entrevista con el diario bogotano El Espectador en febrero de 2010. Había sufrido varios atentados en los últimos años, de los cuales se salvó, en parte, gracias a que solía desplazarse con caravanas de escoltas y en vehículos blindados. Su esposa Blanca y sus cinco hijos lo velarán en las próximas horas.
Fuente: AP y ANSA