Por: Johnny Delgado M. * / Especial para El Espectador
El próximo 22 de enero se cumplen 50 años de la muerte de Teófilo Rojas, ‘Chispas’, cuya historia ejemplifica el drama del conflicto colombiano desde 1946.
El sepelio de ‘Chispas’.
El 22 de enero de 1963, en la vereda La Albania, corregimiento de Barcelona del municipio de Calarcá, fue muerto por tropas del Batallón Cisneros el legendario bandolero liberal Teófilo Rojas Varón, alias Chispas.
Dentro de la trágica historia de la violencia política que se desató en los campos y poblados colombianos entre 1946 y 1966, la historia de Rojas encarna el prototipo del campesino analfabeta, perseguido y sin posibilidades de redención que sucumbió finalmente como víctima directa del conflicto desatado por el sectarismo político y religioso que sumió al país en un abismo que costó la vida en dos décadas de horror a cerca de 200.000 compatriotas.
Chispas entre los liberales y el bandolero conservador Efraín González fueron los íconos del bandolerismo bipartidista y sus vidas se han transformado en mito. Alguna vez cruzaron sus destinos en tierras del Quindío y hasta se enfrentaron físicamente en una ocasión. La mutua sagacidad de los combatientes hizo que el enfrentamiento terminara sin derrotas y se separaron, guardándose un mutuo rencor hasta el final de sus días.
La ascensión al poder de Mariano Ospina Pérez en 1946, la proclamación de Jorge Eliécer Gaitán como jefe del liberalismo en 1947 y el inicio de hostilidades contra los campesinos liberales en noviembre de 1947, especialmente en Norte de Santander, Boyacá y Santander, culminaron con el asesinato del caudillo liberal.
El magnicidio de Gaitán el 9 de abril de 1948 sirvió de detonante para la confrontación partidista. Luego de sofocar la reacción popular y liberal del Bogotazo y en el resto del país, la persecución política del gobierno de Ospina Pérez se reanudó a gran escala a partir de abril de 1949, a puertas de la contienda electoral para el Congreso, señalada para el 5 de junio de ese año. La victoria electoral de los liberales alertó al conservatismo, que vio en peligro el triunfo en las elecciones presidenciales programadas para el 27 de noviembre de 1949.
Laureano Gómez, de regreso en el país en junio de dicho año, fue proclamado candidato presidencial del Partido Conservador mientras Darío Echandía lo sería por el Partido Liberal. En varios departamentos se inició la más feroz persecución contra el campesinado y los liberales por parte de los conservadores. La policía política de Ospina Pérez, llamados chulavitas, se dedicó a perseguir, asesinar y desplazar a los campesinos liberales. Echandía retiró su candidatura y Laureano Gómez fue elegido presidente para el período 1950-1954.
En medio de la confrontación surgieron grupos de resistencia liberal, como las guerrillas de Urrao al mando de Juan de J. Franco; las guerrillas de los Llanos con Guadalupe Salcedo, Cheíto Velásquez, Eduardo Franco y Dúmar Aljure, entre otros; las guerrillas del Carare, formadas desde 1948 y al mando de Rafael Rangel; las guerrillas del sur del Tolima, conformadas en su inicio por Gerardo Loaiza y Leopoldo García, Peligro. Junto a esta guerrilla estaban la de los comunistas de Isauro Yosa, todos concentrados en un sitio llamado El Davis; la de Yacopí de Saúl Fajardo y Drigelio Olarte. En el centro del Tolima, cerca del poblado de Rovira, surgieron los hermanos Arsenio, Leonidas y Ezequiel Borja, quienes formaron una guerrilla con los liberales perseguidos por la furia chulavita.
Entre esos campesinos acogidos por los Borja estaba un niño de 12 años llamado Teófilo Rojas, quien huyó luego de ver el asesinato de familiares y vecinos en el caserío de Guadualito de Rovira. Era el año de 1950. Durante los años de los gobiernos de Laureano Gómez y Roberto Urdaneta el país de sumió en una profunda crisis institucional y la barbarie se enseñoreó en manos de los bandoleros de ambos partidos.
Un asalto de la cuadrilla de Leonidas Borja, alias El Lobo, en septiembre de 1952, produjo la muerte de cinco policías que fueron trasladados a Bogotá. El odio político de la plebe conservadora de la capital desembocó el 6 de septiembre en el Contrabogotazo, día nefasto de destrucción causado por los pájaros, detectives del SIC y elementos violentos del conservatismo, quienes incendiaron los diarios El Tiempo, El Espectador y las casas de los dirigentes liberales Carlos Lleras Restrepo y Alfonso López Pumarejo.
Teófilo Rojas se destacó desde niño por su carisma, orden y valentía en el combate. A pesar de su corta edad le fueron encargadas misiones de confrontación con la policía. El 13 de junio de 1953 se produjo el golpe de Estado del general Rojas Pinilla. Dispuesto a terminar con la guerra fratricida, el nuevo gobierno propuso una amnistía que fue acogida por la mayoría de grupos liberales alzados en armas. En agosto de 1953 se entregaron las guerrillas de Leonidas Borja. Chispas figuraba entre los combatientes y se dispersó entre los campesinos dispuestos a retornar a sus campos a cultivar la tierra.
La ola de violencia menguó durante un año. A partir de la masacre de los estudiantes del 9 de junio de 1954 en las calles de Bogotá, la imagen del gobierno militar comenzó a declinar. El carácter ultraconservador de Rojas y la creciente corrupción política en torno a su gobierno comenzaron a deteriorar su imagen.
Se reinició la persecución contra los guerrilleros liberales y comunistas del sur y del oriente del Tolima. Esta confrontación dio origen a la Guerra de Villarrica, en el piedemonte del Sumapaz, que causó cerca de 16.000 muertos. Muchos campesinos emigraron hacia regiones como el Ariari y El Pato, protegidas por las guerrillas móviles de liberales y comunistas. En el centro y sur del Tolima las cuadrillas liberales de los Borja, de Chispas, de Mariachi, Leopoldo García Peligro, Vencedor, entre otros, también causaron innumerables víctimas entre el campesinado.
Chispas se vio al mando de mucha gente campesina que buscó amparo de las redadas chulavitas en los campos tolimenses. Entre 1954 y el 10 de mayo de 1957 operó con las guerrillas en el centro del Tolima. En 1956, la región de Córdoba, Pijao y zonas aledañas era asolada por las huestes tenebrosas de un policía luego convertido a bandolero declarado. Era el sargento Oliverio Moya Lagos, que con sus hombres desató una inmensa persecución al campesinado liberal quindiano. Algunos liberales del sector reunieron dinero y viajaron a Planadas, donde operaba Chispas, y lo trajeron al Quindío. Chispas llegó y atacó a los chulavitas en su campamento y así diezmó a las hordas de policía del régimen.
Como la censura de prensa de la época no permitía conocer los hechos, las masacres de parte y parte permanecieron inéditas. Años después, la tradición oral de las víctimas y la revisión de documentos e informes oficiales permitieron a los investigadores, historiadores y sociólogos conocer parte de la verdad. No obstante, el gobierno militar se empeñaba en mostrar todo el prontuario delictivo de Chispas. Información que fue recogida y mantenida aun después de la caída de Rojas Pinilla y la iniciación del Frente Nacional.
La misma oligarquía que patrocinó el golpe de Rojas Pinilla al gobierno de Laureano Gómez y Roberto Urdaneta, entre ellos Ospina Pérez, Guillermo León Valencia y Gilberto Alzate y algunos dirigentes liberales, ahora lo derrocaban. La amnesia histórica de la población manipulada por la prensa y la clase política había rehabilitado en tan solo cuatro años a Laureano Gómez, quien desde los años treinta y cuarenta preconizaba la doctrina de la acción intrépida y el atentado personal en su enfrentamiento con la República Liberal de Olaya Herrera, López Pumarejo y Eduardo Santos. El 10 de mayo de 1957 cayó Rojas, no sin antes nombrar una Junta Militar para hacer la transición a los gobiernos del posterior Frente Nacional.
Los elementos violentos del conservatismo: pájaros, policías chulavitas y algunos detectives corruptos del SIC que disfrutaron de impunidad y complacencia para operar en el período rojista, no quedaron satisfechos por el golpe militar. Por ello continuaron con la violencia, dispuestos a impedir el plebiscito del 1º de diciembre de 1957. No obtuvieron el respaldo suficiente, aunque en Santander y Boyacá obtuvieron las más altas votaciones por el NO. La mayoría del pueblo colombiano, hastiado de la barbarie, votó por el SÍ al Frente Nacional. Para el 1º de mayo de 1958, los ultraconservadores de San Gil hicieron una fallida asonada contra el gobierno de la Junta Militar. El 2 de mayo, algunos oficiales rojistas de la capital, entre ellos el coronel Forero Gómez y el teniente Cendales, hicieron un intento de golpe militar para restablecer a Rojas Pinilla al poder. El hecho fue controlado y dos días más tarde era elegido el liberal Alberto Lleras Camargo como primer presidente del Frente Nacional.
El nuevo gobierno ofreció una nueva amnistía a finales de 1958. Teófilo Rojas, Chispas, que había estado muy activo en actividades bandoleras desde 1954, se retiró desde mayo de 1958 hacia el sur del Tolima junto a Jesús María Oviedo, General Mariachi.
Desde allá escribió y manifestó su empeño de retornar a la vida campesina. Fue amnistiado, pero como sucedió en aquel entonces y luego en numerosas ocasiones, el espíritu vengativo de los políticos adversarios y de la población manipulada se levantó contra los excombatientes. Así pasó con los casos de Roberto González Prieto, Pedro Brincos; Fabio Isaza, El Mico, y Teófilo Rojas, Chispas. La prensa de la derecha atacaba al gobierno y lo acusaba de estar financiando a través de la Oficina de Rehabilitación a los bandoleros, que antaño habían sacrificado a tantos campesinos. Los tres bandoleros volvieron a tomar las armas hasta la muerte.
Las provocaciones no se hicieron esperar y la amnistía en línea general fue un fracaso, porque el plazo de junio de 1959 para acogerse a ella no fue sino un período de incubación para la última fase de la terrible violencia.
Jair Giraldo y Efraín González, dos jóvenes exmilitares de filiación conservadora y retirados de la tropa por la caída de Rojas Pinilla, conformaron una terrible cuadrilla. Unida a los grupos de Melquisedec Melco Camacho, de Polancho, del exsargento Oliverio Moya, de Arturo Quirós, de José Benjumea, El Pescado, y los hermanos Vargas de Aures, conformaron una extensa red de violencia hacia el campesinado liberal en las zonas del Quindío y norte del Valle. Los hacendados liberales, al ver perjudicados sus intereses volvieron a llamar a Chispas, que había retornado a la guerra.
Desde 1959 hasta 1962, las bandas liberales se multiplicaron. Las cuadrillas que comandaba Chispas operaban en el Tolima, Quindío y Valle del Cauca. El Quindío se llenó de sangre con las bandas liberales de El Mosco, Chispas, La Gata, Joselito, entre otros. En el norte del Valle hicieron lo mismo Celedonio Vargas, Conrado Salazar Zarpazo, Carlos Espitia El Mosco, Cenizas, Puente Roto, Gasolina y Paticortico.
El sostenimiento económico por parte de los hacendados al comienzo, luego por las cuotas de protección y posteriormente por la fuerza, hicieron que el espacio político de los bandoleros de ambos partidos se redujera. El gobierno de Valencia, iniciado en agosto de 1962, se propuso exterminar el bandolerismo.
Teófilo Rojas murió el 22 de enero de 1963. Melco Camacho murió a manos del Ejército el 21 de marzo de 1963. Arcadio Ruiz, Cenizas, fue muerto el 19 de mayo de 1963. William Ángel Aranguren, Desquite, el 17 de marzo de 1964; Jacinto Cruz Usma, Sangrenegra, el 27 de abril de 1964, y Efraín González fue muerto en junio de 1965 en el sur de Bogotá, enfrentado a más de un centenar de miembros del Ejército al mando de José Joaquín Matallana.
Como el bandolerismo no era la causa de los males sino el resultado de los conflictos no resueltos, la tragedia colombiana continuó hasta llegar al presente. Dos grandes bastiones del conflicto colombiano emergieron: por un lado, los sectores marginados por la violencia y el bandidismo de los centenares de cuadrilleros sin orientación ideológica terminaron inmersos en la delincuencia común como atracadores de bancos, secuestradores, piratas terrestres, y en las mafias de las esmeraldas y del contrabando.
Una segunda corriente, conformada por algunos combatientes liberales de los años cincuenta unidos a jóvenes estudiantes inspirados en la Revolución Cubana y el triunfo del maoísmo, dieron origen a los grupos armados del Moec, Epl y Eln. Otros combatientes liberales y comunistas perseguidos desde 1950 en el sur del Tolima y lanzados al ostracismo por la intolerancia de algunos políticos como Álvaro Gómez Hurtado, quien en 1961 azuzó en el Congreso con exterminar a las “repúblicas independientes de Marquetalia, El Pato y Guayabero”, darían origen a las Farc en 1964 tras la toma de Marquetalia.
Nos queda por aprender la lección: los conflictos no resueltos a tiempo, prolongan la tragedia con más costos económicos, de vidas y de crisis social.
*Autor de ‘El bandolerismo en el Valle del Cauca 1946-1966’, ganador del premio Jorge Isaacs 2011.