REVISTA SEMANA Sábado 15 Diciembre 2012
El talento y la rigurosa preparación de Andrés Parra le dieron tanta credibilidad al personaje que en ciertos momentos los televidentes confundían al verdadero Pablo Escobar con el de la ficción. El fenómeno de la televisión fue la serie sobre Pablo Escobar, por el ‘rating’, por la calidad de la producción y por la polémica que desató. Detrás de cámaras hay otra historia de tutelas interpuestas por la familia del capo y también el éxito que ha cosechado en otros países.
Pocas veces en Colombia se había dado un debate sobre una serie de televisión como el que desató la historia de Pablo Escobar. Era un desafío sin precedentes: por primera vez alguien se le medía a contar la vida del más poderoso y desalmado narcotraficante de la historia del país en prime time. Antes de comenzar a emitirse ya estaba planteada la polémica. Medios como El Colombiano de Medellín la vetaron y algunos anunciantes también. Por otro lado sus creadores defendían el derecho a que el país conociera esta aterradora historia contada del lado de las víctimas.
Escobar: el patrón del mal, la superproducción del Canal Caracol, asumió ese riesgo y logró convertirse en el mayor fenómeno de la televisión nacional en 2012. El primer capítulo rompió récords de audiencia, algo previsible dada la naturaleza del tema y la calidad del rodaje. Con 1.300 actores y 450 locaciones, la serie fue grabada ciento por ciento en exteriores con óptica de cine y se calcula que en total costó 24.000 millones de pesos. Ha sido tal su acogida que ya 40 países de Latinoamérica, Europa y África la compraron, es un éxito en lugares como Panamá y ciertos estados de Estados Unidos, y están ultimando los detalles del doblaje en otros.
“Siempre se había hablado de hacer algo sobre Escobar, pero nunca se había concretado nada –explica Juana Uribe, libretista y hoy vicepresidenta del Canal Caracol–. Después de tanto tiempo, no solo creo que los colombianos estaban preparados para esta serie, sino que se la merecían”. Para ella, los retos técnicos eran inmensos, pues si en la pantalla chica normalmente se requiere un gran trabajo de producción, en el caso de El patrón del mal los desafíos eran aún mayores porque cada dos o tres episodios aparecían personajes nuevos. Eso, sin contar los costosos efectos especiales para recrear las escenas con bombas y disparos.
Más allá de las dificultades propias de la grabación, lo más complicado tuvo que ver con el contenido. Como la serie se planteó desde el punto de vista de las víctimas, Juana y su equipo se reunieron con los seres queridos de Luis Carlos Galán, Rodrigo Lara, Guillermo Cano, Diana Turbay y algunos de los policías y militares que pagaron con sus vidas la persecución del capo. Aunque nunca buscaron la versión de los malos –siempre han insistido en que se basaron en el libro La parábola de Pablo de Alonso Salazar, por supuesto, agregándole algunos matices de ficción– las voces de los familiares de estos no se hicieron esperar.
Al principio, las hermanas de Escobar se acercaron al canal porque les parecía que la vestimenta de su mamá, Hermilda Gaviria, no se parecía en nada a la de la actriz Vicky Hernández. Los productores hicieron los cambios respectivos, pero el asunto no se quedó ahí. Meses después, la hermana menor del capo interpuso una tutela para reclamar el derecho a la dignidad y el buen nombre de su familia, pues según ella la serie explotaba “amañadamente con fines comerciales” su vida y la de sus parientes. En la demanda le exigía a Caracol que dejara de emitir la novela hasta que los Escobar Gaviria tuvieran acceso a los libretos y las escenas específicas donde aparecían. De paso, también le pedía al diario El Espectador –víctima del régimen del terror impuesto por Escobar– que rectificara dos artículos sobre el narcotraficante publicados en mayo pasado.
Si bien la tutela no prosperó, El patrón del mal siguió provocando todo tipo de reacciones. Uno de los hermanos Ochoa Vásquez, por ejemplo, contactó a Juana cuando el programa ya estaba al aire. “Me llamó y me dijo que le gustaría que nos conociéramos. No fue intimidante ni nada por el estilo, pero yo le dije que no pensaba hablar con él”, cuenta. En la serie los socios del capo no aparecen con los nombres reales porque en algunos casos los libretistas no tenían suficiente información de ellos, lo que los llevó a fusionar varios personajes en uno.
Al que sí dejaron intacto fue al protagonista, Pablo Emilio Escobar Gaviria, interpretado por Andrés Parra. Su talento y rigurosa preparación le dieron tanta credibilidad al personaje que en ciertos momentos los televidentes confundían al verdadero con el de la ficción. Para meterse en su piel, prefirió hacer un diario detallado con notas de documentales y archivos periodísticos, en lugar de hablar con las víctimas o los familiares de Escobar. La única vez que tuvo algún tipo de contacto con ellos fue poco antes de que la serie se empezara a emitir. Una sobrina del capo envió al Canal un mensaje dirigido al actor en el que lo felicitaba por su carrera y le pedía que ojalá lograra retratar al “ser humano amoroso y generoso que fue mi tío”. “Ahí me dije: ‘Mierda, el mito es muy berraco’”, confiesa.
Andrés, quien vivió casi un año pensando día y noche en ese rol, hoy tiene una opinión mucho más clara del jefe del extinto cartel de Medellín: “Antes lo veía únicamente como el malo de la película, el monstruo, el innombrable. Después de hacer la serie, comprendí la historia de toda una sociedad que acompañó a Escobar en ese horror. Me queda un mal sabor de país, porque de ese teatro que él montó hicieron parte una cantidad de actores, desde políticos y empresarios hasta modelos y deportistas, que luego se lavaron las manos”.
Para él, la fascinación que su personaje provocó al principio es la misma que el país experimentó cuando Escobar era conocido como el Robin Hood paisa. “Si creamos esa sensación es porque nuestra sociedad de los ochenta también hacía apología del delito –señala–. Si hubiéramos querido elogiar a Escobar habríamos podido banalizarlo en una versión cómica donde terminara en las Bahamas rodeado de lujos y mujeres, pero en cambio mostramos cómo murió paranoico, enfermo y adicto a la marihuana”. Aunque no cabe duda de que su papel se robó el show a lo largo de los 73 capítulos, Andrés cree que el público empezó a desenamorarse del capo y a darse cuenta de su maldad cuando este mandó a sus sicarios a practicarle un aborto clandestino a una de sus amantes.
A pesar de que procuró llegar al set de grabación lo más preparado posible, lidiar con episodios tan crueles como ese le costó trabajo. Fue tal su compromiso con el papel que durante y al final del rodaje participó en una especie de ritual, con velas, esencias y meditación, para liberarse de las energías: “En la última sesión me despedí de Escobar porque, quiéralo o no, después de pensar de manera obsesiva en él durante tanto tiempo, se creó un lazo entre los dos. Hoy él ya está donde tiene que estar y yo estoy en mi casa”. Al menos, según dice, con su interpretación logró “darle un cachetadón a la gente que le produjera asco y repudio”.
Juana Uribe también siente que el país hizo catarsis con la serie. No solo cree que valió la pena invertir todo ese esfuerzo, sino que ya era hora. El patrón del mal es el primer intento, pero no el último de hacer memoria sobre todas esas heridas que quedaron abiertas. La historia todavía no se ha terminado de contar y dentro de un año, el 2 de diciembre de 2013, el fantasma de Escobar seguramente volverá a aparecer.