FRANCES ROBLES Y JAMES BARGENT / elnuevoherald.com
Medellin, Colombia — La historia de Grisel Blanco puede ser contada a veces en términos de cifras: a los 14 ejercía la prostitución, y a los 40 movía 300 kilogramos de cocaína al mes. Conocida como la “madrina de la cocaína”, llegó a tener hasta 20 alias, y hay afirmaciones no confirmadas de que ordenó unos 250 asesinatos. La policía los redujo a cerca de 40. Murió a los 69 años en la carnicería Cardiso, en la Calle 29 de un barrio de Medellín, donde la ex madrina fue derribada a balazos después de una vida de droga y asesinatos. Su último acto terrenal fue comprar carne por valor de $150.
La pionera del tráfico de cocaína, que dejó su huella ensangrentando las calles de Miami, murió de la misma manera en que fue arrestada en 1985: con una Biblia sobre el pecho. Fue un final predecible para una vida manchada por la violencia, la cárcel y la impunidad: un legado casi olvidado hasta que los cineastas la hicieron famosa. Al menos tres largometrajes y una serie de HBO sobre Blanco estaban siendo rodadas en el momento de su muerte.
“Encontró la religión en sus últimos años”, declaró su ex amante Charles Cosby, quien planea comenzar a rodar a principios de este año una película titulada Hustle sobre su relación con Blanco. “Al mismo tiempo, uno no puede llevar una Biblia a un tiroteo”.
El lunes por la tarde, un hombre de edad mediana se bajó de una motocicleta frente a una carnicería de un tranquilo suburbio de Medellín, sacó un arma y le disparó dos veces a Blanco en la cabeza antes de regresar tranquilamente a su moto y desaparecer en la ciudad.
Mientras la mujer yacía moribunda en el suelo, su nuera embarazada, que la esperaba en el auto, arrullaba a un bebé sobre su pecho.
Los que presenciaron el ataque no supieron hasta después que la víctima era una de los traficantes de drogas más violentas y poderosas en la historia de Miami. Según un testigo entrevistado por The Miami Herald, el asesino fue un hombre de entre 40 a 50 años que se mantuvo tranquilo y sereno durante el ataque.
“Era un profesional”, declaró el testigo. “Fue una venganza del pasado”.
Un portavoz de la policía indicó que se sabía que Blanco había estado en Medellín durante los últimos ocho años, después de cumplir 19 años en cárceles de Estados Unidos y ser deportada, pero no había ninguna investigación abierta sobre sus actividades, y no había evidencia de que aún estuviera envuelta en el tráfico de drogas. El portavoz dijo que los detectives desconocían completamente los motivos del ataque.
“Si este fuera un caso de homicidio en Estados Unidos, la lista de sospechosos sería infinita”, dijo el cineasta Alfred Spellman, cuyos documentales Cocaine Cowboys contribuyeron a revivir la leyenda de Blanco. “Hubiera sido el caso más difícil de resolver. Era mucha la gente que deseaba su muerte”.
Blanco se inició en el mundo del delito como carterista. En cierto momento se mudó a New York, donde empezó a traficar con marihuana. Pero la marihuana es voluminosa y Blanco vio un mercado crecientemente lucrativo en la cocaína, que era más fácil de esconder en fajas y otras prendas interiores hechas especialmente por ella, comentó Bob Palombo, el ex agente de la DEA que ayudó a detenerla.
“Ella hipnotizaba a la gente”, dijo Palombo. “Podía cortejarlo a uno con su perspicacia y convertirlo en un leal seguidor. También había miedo: Cualquiera que trabajara para ella sabía también que ella no le pediría a nadie que hiciera lo que ella no hubiera hecho por sí misma”.
Su papel en la historia como una despiadada señora de la droga que mataba a voluntad fue reseñado en una biografía de 1990. Posteriormente, Spellman la presentó en dos documentales y ahora está produciendo una serie dramática de HBO basada en las películas.
Palombo también tiene el proyecto de una película: él y Blanco vendieron los derechos de su historia a First Born Films, que está finalizando el guión. Mark Wahlberg ocupó los titulares hace unos meses al anunciar que Jennifer López andaba detrás de él para representar a Blanco en otra película en la que él está trabajando para Paramount.
El Bio Channel hizo un programa sobre Blanco recientemente, como lo hizo National Geographic, afirmó Palombo.
“No hay nada malo en la competencia, especialmente en la taquilla”, dijo Cosby, un ex traficante de crack.
Explicó que la simpatía por Blanco no fue distinta de la admiración que tendría un jugador de baloncesto de una escuela secundaria por Michael Jordan. Cosby estaba en el negocio, y admiraba a la maestra del comercio.
“Griselda tiene una mala reputación”, dijo. “Todos hemos hecho cosas. No la juzguen por lo que oyen en los medios. Creo que el número de asesinatos que se rumora que ella ordenó es preciso. Al mismo tiempo, ¿cuántos años hace que eso pasó? Todos cometemos errores. Espero que las víctimas puedan perdonarla y seguir adelante con sus vidas”.
Pero Palombo dijo que la venganza es muy fuerte.
“En ese campo, todas las deudas se pagan”.
El fiscal federal adjunto Stephen Schlessinger, que procesó a Blanco, dijo que no se aventura a suponer cuántos asesinatos ordenó ella.
“Seguramente serían decenas”, dijo Schlessinger. “Nosotros no tenemos idea aquí de cuántos asesinatos autorizó ella en Colombia. Era una sociópata consumada. Asesinaba a la gente como si tal cosa. Mataba a cualquiera que la disgustara, por una deuda, porque se confundieron con un cargamento, o porque no le gustó la manera en que la miraron”.
Ella inventó algunas de las técnicas que se convirtieron en métodos comunes de contrabando y asesinado, y se dice que fue responsable de las muertes de al menos dos de sus ex esposos. Pero Blanco sólo fue procesada penalmente por tres muertes, en un caso que se vino abajo cuando se reveló que el testigo estelar había tenido sexo telefónico con las secretarias de la Oficina del Fiscal Estatal en Miami-Dade. Schlessinger recuerda que Blanco logró también un buen acuerdo en su caso federal, porque el abogado defensor Roy Black hizo un acuerdo de declaración de culpabilidad con el juez sin el conocimiento del fiscal federal.
“Me sentí realmente sorprendido cuando oí que la habían matado”, declaró Schlessinger. “La suponíamos muerta hace años”.
Schlessinger dijo que él estuvo en la vivienda de Blanco en California el día de 1985 en que Palombo por fin la arrestó, después de una década de investigaciones”.
“Palombo se le encimó y le dio un beso”, afirmó Schlessinger. “Y le dijo: ‘Griselda, estoy muy contento de verte’. Esa era la verdad: la había estado rastreando por 10 años”.
Palombo recuerda cómo la interrumpió mientras ella estaba en su cama, leyendo la Biblia.
“Se llevó una sorpresa”, relató.
Hubo menos sorpresas en el rascacielos de El Poblado cuando los medios de Colombia dijeron que la cabecilla vivía en un valle de árboles de bambú y manzanas de lujosas torres, en una ladera montañosa de Medellin.
“La gente de aquí tiene un montón de dinero, y nadie sabe quiénes son, o de dónde vino [el dinero]”, dijo el guardia de seguridad de uno de los rascacielos. “Es [un lugar] muy cerrado”.
Se sabía que Blanco caminaba libremente por las calles, sin guardaespaldas o despliegues ostentosos de riqueza. A veces compraba en la carnicería Cardiso, de la esquina, y los trabajadores no estaban al tanto del brutal pasado de su clienta.
“Su apariencia física había cambiado mucho: lucía bastante gorda”, indicó el testigo de su asesinato, que se sintió sorprendido de que sus enemigos la hubieran dejado vivir tanto tiempo. Quizás, teorizó, ella los sobrevivió.
“Debido a su pasado legal —pasó mucho tiempo en la cárcel— la dejaron vivir por mucho tiempo”, señaló. “De esa gente, ¿quiénes quedan? Muy pocos. La gente ya no se ocupa de ella”.
La mañana después del asesinato, la carnicería estaba llena de clientes y no había señales de la ejecución del día anterior. En Medellín, que todavía conserva las cicatrices de la guerra de Pablo Escobar contra el Estado colombiano, la vida sigue su curso rápidamente. El día anterior, la policía que acudió al lugar ni siquiera había tomado declaraciones a los testigos del asesinato, según Velez.
“Había muy poco que decir”, comentó y se encogió de hombros.
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