Entró en el cártel para eliminar a Pablo Escobar y acabó siendo testigo de la DEA

Teinteresa.es 16/03/2012 – Por Cristian López
Jorge Salcedo es uno de los testigos protegidos más valiosos para los EE.UU. Un libro, En la Boca del Lobo, desvela cómo vive. Su autor William Rempel, habla para TeInteresa y desvela sus secretos. Se inició en el cartel para acabar con Pablo Escobar y acabó colaborando con la DEA para salvar su vida. Ahora nadie sabe dónde vive con su familia.
El hombre que acabó con la mayor organización criminal de la historia
Jorge Salcedo estaba dispuesto a declararse culpable de asociación con el crimen organizado ante la Corte Federal de Miami. Se enfrentaba a su pasado como jefe de seguridad durante seis años y medio de los capos del cártel de Cali, considerada por el director de la DEA, Thomas Constantine, como el sindicato del crimen más poderoso de la historia. Pero Salcedo conocía todos los secretos de los padrinos colombianos. Una moneda que le salvó de la cárcel pero, sobre todo, de la muerte.

La justicia estadounidense le absolvió finalmente con todos los honores, como un héroe, por arriesgar su propia vida para ayudar a descabezar al poderoso cártel de la droga. Ahora Salcedo tiene otro nombre, otra identidad, cambia habitualmente de domicilio, de teléfono, de aspecto. Una vida en la sombra. Así, vive desde hace 15 años bajo las condiciones de un testigo protegido en Estados Unidos junto a nueve familiares, entre ellos sus padres, que tuvieron que ser evacuados de Colombia ante el peligro de represalias.

“Echa de menos no poder vivir sin mirar por encima del hombro, sabe que nunca estará completamente libre de temor”. La descripción la ofrece a Teinteresa el periodista William Rempel, quizás el hombre que mejor conoce su historia. Cuando Rempel recibió el aviso de que un testigo protegido iba a declarar y que podría estar interesado en contar sus días en un cártel, el periodista cogió el primer avión hacia Miami. Su intuición no le falló, aunque no sabía nada de él.

“Hablamos sólo 10 minutos, no más, pero esa reunión fue el comienzo de una relación fascinante y frustrante”. Desde ese encuentro han pasado doce años y Rempel no ha vuelto a verlo. Lo que no ha impedido que mantuvieran un intenso pero difícil contacto. “Sólo podía esperar que Salcedo me llamase, a veces pasaban meses o incluso años”, cuenta el periodista. El resultado son más de 1.000 horas de entrevistas telefónicas que ahora ilustran la oscura historia del poderoso cártel de Cali.

“Lo mejor que puedo decir sobre Salcedo es que no sé dónde vive, a qué se dedica, nunca he conocido a su familia y no creo que nunca lo sepa, ni siquiera su nuevo nombre”. El ex jefe de seguridad de los capos colombianos es ahora una persona distinta, un anónimo. A pesar de ello, lo más complicado para Salcedo fue escapar del seno criminal. No tenía otra opción.

Sabía demasiado: políticos y altos funcionarios comprados, asesinatos y masacres, planes y negocios ilegales. Morir o escapar. Cuando le pusieron una pistola en la mano para que matara al contable de la organización, Guillermo Pallomari, Salcedo se puso en contacto con la DEA. No quería matar. Sus discusiones con los jefes eran cada vez más habituales por los feroces ajustes de cuentas. Él había entrado en el cártel casi sin quererlo, con un sólo objetivo: eliminar a ‘El Patrón’, el gran capo de Medellín, Pablo Escobar.

Casi sin quererlo, entró en la boca del lobo

‘El Patrón’ libraba entonces, hacia finales de los años ochenta, una sangrienta guerra contra sus rivales por hacerse con el control de todo Colombia. Y su crueldad no tenía límites. Aquel que Escobar quería muerto, acababa en una tumba. Aquel que se oponía a él, era liquidado sin piedad por sus sicarios. Ni siquiera ministros o el apoyado candidato a presidente César Galán. Nadie se interponía en su camino. Pero Jorge Salcedo, un ingeniero con aspiraciones de montar su negocio, estaba cansado de ver a su país gobernado por la violencia y los criminales.

El asesinato de un juez, amigo suyo, fue el detonante final. Corría el año 1989 cuando tuvo la oportunidad de conocer a los hermanos Orejuela, Miguel y Gilberto, que dirigían a los Caballeros de Cali. Querían que les pusiese en contacto con un comando de mercenarios británicos, que había conocido años atrás. Ellos también querían muerto a Escobar.

La operación fue un fracaso pero Salcedo ya había entrado ‘En la boca del lobo’, título del libro de William Rempel que narra la historia del cártel de Cali y que ha salido a la venta en España. Se convirtió así en el especialista en pinchazos telefónicos y llegó a montar una red de telecomunicaciones imperceptible por las autoridades y sus enemigos. Se ganó el apodo de ‘MacGyver’, como el conocido personaje televisivo. Y poco a poco la confianza de los padrinos de la organización criminal más rica de la historia.

El cártel de Cali tenía dinero suficiente para comprar todo Colombia

“En su apogeo en 1990, el cártel de Cali generaba unos ingresos anuales de más de 7.000 millones de dólares y pagaban cerca de 100.000 dólares mensuales sólo en sobornos a policías. Tenían dinero suficiente para comprar todo Colombia”, explica Rempel. Y lo hicieron. Los hermanos Orejuela se forjaron una reputación de benefactores del pueblo, siguiendo la estela marcada por Escobar, ahora inmerso en despiadadas acciones.

Mientras ‘El Patrón’ se declinó por la violencia para alcanzar sus objetivos, los Orejuela optaron por el soborno. “Los ‘Señores de Cali’ se convirtieron en unos genios de los negocios”, cuenta Rempel de los hermanos Orejuela. Sin embargo, ‘El Ajedrecista’ y ‘El Limón’, como se les conocía, tenían “gustos sencillos a pesar de su enorme fortuna que les habría permitido retirarse toda su vida rodeados de lujos”.

No obstante, su persecución de Escobar dejó escenas que muestran su poder y violencia. Llegaron a comprar cuatro bombas de 250 kilos en El Salvador para bombardear la prisión donde ‘El Patrón’ se había autoencerrado. En un pacto con las autoridades, Pablo Escobar se entregó para ser encerrado en la cárcel de lujo conocida como La Catedral. Él mismo escogió la ubicación y supervisó su construcción, un hotel con todas las comodidas.

No sin antes haber conseguido que se aprobase una nueva Constitución en Colombia que ilegalizase la extradición, su verdadero temor: dar con sus huesos en una prisión norteamericana. Desde allí podía controlar todas las operaciones de su cártel: sentencias de muertes, cobros de impuestos o tráfico de drogas, desde la más pura inmunidad. Incluida su propia seguridad.

Sin embargo, cuando el presidente colombiano decidió trasladarlo a otra prisión a los 13 meses, Escobar salió por la puerta de La Catedral, frustrando el plan de los ‘Señores de Cali’, y precipitándose hacia su final. Su amenaza de guerra total le sirvió su cabeza, y con ella el poder, a los hermanos de Cali.

Un escuadrón de Estados Unidos le dio caza y lo abatió en el tejado de uno de sus pisos francos. A partir de ese momento, los Orejuela se convertían en el enemigo número uno. Pero quisieron volar muy alto y se quemaron. La muerte de su gran enemigo no fue sino el principio de su propio final. Ahora están destinados a morir en una prisión estadounidense, condenados a 30 años, gracias a los testimonios de Jorge Salcedo.

El KGB de Cali que compró al presidente

Su imperio controlaba Colombia, una organización más grande que la Mafia que contaba con una impresionante red de inteligencia, el “KGB de Cali”, según agentes de EEUU. “Los funcionarios de todos los niveles del gobierno estaban en la nómina secreta del cártel. Los padrinos de Cali poseían una tecnología que rivalizaba con la mejores del mundo. Fueron capaces de pinchar los teléfonos de prácticamente cualquier persona, hasta del jefe de la DEA en Colombia”, explica Rempel.

Incluso tenían interceptada la línea telefónica de la Policía que recibía llamadas anónimas de denuncias sobre el paradero de los miembros de los cárteles. Nadie hablaba ni se movía sin su conocimiento. Y la venganza estaba servida. Sin embargo, su mayor logro fue “comprar a un presidente”, de lo que Miguel Orejuela se jactaba con arrogancia. Se calcula que llegaron a pagar hasta seis millones de dólares en una campaña secreta para situar a Ernesto Samper en la presidencia de Colombia. Y lo consiguieron.

Entre medias, Salcedo escapó de las garras del lobo en el momento justo para destapar todos los secretos del cártel y de sus capos. No fue tarea fácil pues los Señores de Cali se olían algo pero cuando se dieron cuenta de que los estaba delatando, era tarde para los hermanos Orejuela. Ahora Salcedo vive bajo el más absoluto anonimato, protegido por sus escoltas y con el deseo de volver a Colombia, según el periodista, aunque contento de seguir vivo. Morir o contarlo, con el riesgo de que te asesinen. Ese fue el dilema de Jorge Salcedo. “Una historia que le hubiera encantado a William Shakespeare”, que ahora llega a las librerías españolas de la mano de William Rempel.

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