Un chef que brilló sin oro
ELMUNDO.COM 7 de Septiembre de 2008. Permaneció una docena de años al lado del capo de capos, Pablo Emilio Escobar Gaviria, y de esas vivencias sólo tiene recuerdos. Darío Ramírez le cocinó durante muchos años todo tipo de comidas y al final terminó sin la fortuna que él pudiera desear. Foto: Osman Herrera Restrepo
Darío dice que todo lo que vivió al lado de Escobar fueron experiencias, pero que esas épocas lo marcaron y por eso nunca más volvió a conseguir trabajo.
Sin buscarlo le apareció el trabajo con quien nunca se imaginó, pero como dice Darío, “así es la vida”. Una tarde como cualquiera de las tantas que él ha visto pasar en Antioquia, una especie de ángel llegó a su vida para ofrecerle un empleo, sin contar con que este hombre de piel clara ya hacía mucho rato había marcado su destino; pero a veces las palabras dulces conmueven a cualquiera.
Cuando se apareció un ángel
En un restaurante de El Poblado mientras Darío Ramírez trabajaba como chef, varios personajes se le aparecieron preguntando por un amigo suyo, al no encontrarlo pidieron referencias de Darío y le ofrecieron trabajar durante una temporada como cocinero en una finca. Era la época de navidad del año 1.978, cuando el narcotráfico empezaba a aparecer en Colombia.
Nápoles sería su destino
Así fue, los extensos valles del Magdalena Medio Antioqueño recibieron a Darío, y para ser más exactos “El Patrón”, Pablo Escobar, se convirtió a partir de ese momento en su jefe, el chef cocinaría para el que muy pocos años después sería el hombre más buscado del mundo.
Darío Ramírez llegó al tesoro más preciado de Escobar, la Hacienda Nápoles en Puerto Triunfo, Antioquia, este lugar se convirtió en el segundo hogar del chef de origen mexicano, pero criado en Pereira. La primera comida y reunión que le tocó atender fue la inauguración de la lujosa Nápoles, con más de 200 invitados. Todos allí pudieron disfrutar de las mejores preparaciones de este hombre que había recorrido diferentes clubes y hoteles de renombre, en Medellín, Bogotá, Cali y Barranquilla. Escobar Gaviria terminó secuestrado con las preparaciones de Darío. Tan es así que “El Patrón” no dudó en ofrecerle el trabajo indefinido de una vez, con una jugosa propuesta económica que Ramírez no estuvo en posición de rechazar.
Una vida de rey
Junto a Escobar a Ramírez no le faltó nunca nada. Carros, viajes, aviones, helicópteros, dinero, rumba, comida y paseos hicieron parte de la agenda del chef durante doce años. Tiempo en el que conoció a todos los amigos de su jefe. Por diferentes fincas vio desfilar a Carlos Leder, Gonzalo Rodríguez Gacha, Jorge, David y Fabio Ochoa, Gustavo Gaviria, Mario Henao; todos altamente relacionados con el Cartel de Medellín. Pero su vista no se privó de ver a reinas, artistas y políticos, entre peruanos y colombianos. A todos les cocinó, siendo ellos más exigentes que su mismo jefe. “Vea le cuento, Escobar era la persona más sencilla para comer, eso sí, carnívoro a más no poder, los patacones también eran de su agrado al igual que los fríjoles. Él no era exigente y se comía lo que yo le preparara”. Cuenta Darío.
El Chef Ramírez tocó la gloria durante un tiempo, pero también calló. Tuvo una vida de rey sin brillo. A su esposa de la que poco habla, pues hoy en día no vive con ella, la conoció en Nápoles, el destino de la mafia los unió. Ella era la nana del hijo mayor de Escobar, Juan Pablo; cuando se inauguró la Hacienda se enamoraron a primera vista, luego de dos años el matrimonio lo confirmó. La confianza y la amistad que Pablo Escobar sentía por Darío era tanta, que él y su esposa María Victoria Henao, fueron los padrinos de la boda; ese día los esposos se dieron un banquete al estilo Escobar.
Por muchos lugares de Colombia anduvo Ramírez con “El Patrón”. Los Llanos, la Costa, el Valle, Las Islas del Rosario, La Pintada y hasta Brasil fueron sitios visitados por el chef, con una sola misión, prepararle siempre las comidas a Escobar y a sus invitados, siendo Ramírez también, el encargado de todos los preparativos. “Pablo no se media en gastos, él me entregaba a mí todo el dinero para que hiciera las respectivas compras para los bacanales que solo él sabía darse”, afirma Darío. El tiempo no importaba “Escobar no miraba fechas, él hacía reuniones en cualquier momento e invitaba a mucha gente. Las fiestas en Nápoles y las otras haciendas eran de días”, concluye.
Trono caído
Cómo dice un viejo refrán: “todo lo que sube tiene que volver a bajar”. A Ramírez le tocó bajarse. Fueron doce años en los que se salvó de morir muchas veces, en los que nunca nadie le reparó una comida y en los que supo darle gusto a Escobar con los mejores licores y con las mejores fiestas de cumpleaños, esa que no pudo celebrar el 2 de diciembre de 1993, cuando el cuerpo de su compadre se fue a descansar. Hoy, el destino de Darío está en su casa del barrio San Pio X de Itagüí, en su casa llena de recuerdos, de archivos fotográficos y añorando volver a los terrenos de Nápoles, los cuales recorrió tantas veces, quiere visitar sus ruinas y la cocina que le construyeron exclusivamente a él, para desde allí recordar que ese tiempo fue una experiencia más en su vida donde brilló sin oro y vio caer un trono.
Por Marcelo Montoya Acevedo
ELMUNDO.COM 7 de Septiembre de 2008