Este mes se ajustan 20 años de la fuga de Pablo Escobar y sus hombres de “La Catedral”, que más que cárcel fue para ellos centro de operaciones. Allí se dedicó a la lujuria, manejó las extorsiones a sus antiguos socios y les cobró caro las deslealtades. Por su puesto, desde allí se burlaron del Estado y de la justicia de Colombia. La conmemoración de esa fecha, más que celebrar las hazañas de un capo, debe servir para reflexionar sobre nuestra historia y para recuperar el lugar de la sombra de la muerte.
Así lo entendieron hace cinco años los monjes benedictinos, quienes atendieron el llamado de la administración de Envigado para recuperar el predio. Tras la fuga del capo, hubo romería de buscadores de guacas que semi-destruyeron lo que habían dejado los operativos de búsqueda tras la vergonzosa huida. Por eso los monjes semi-ermitaños acudieron a su máxima norma congregacional, el Ora et labora, y mientras llenaban de oraciones el lugar iban trabajando en su recuperación.
En donde se dice que estuvo una cama redonda, giratoria, hecha para el placer, hay una imagen religiosa. En donde estuvo la cancha de fútbol en la que fueron torturados los ex amigos, hay un jardín. En su “banco”, el lugar restringido donde sólo entraban los de mayor confianza y se movían los negocios, una capilla que ha vuelto a motivar romerías, pero esta vez de creyentes. En el fondo, la imagen de la Divina Misericordia parece anunciar una segunda oportunidad para “La Catedral” y sus víctimas. En el zarzo, algunos restos recuperados. En la sacristía, muchos secretos guardados. Y muy cerca una biblioteca que recibe donaciones de libros.
“La Catedral” está a 2.420 metros sobre el nivel del mar y a 10 kilómetros del parque de Envigado, en la reserva natural La Miel. En septiembre, espera albergar a 25 ancianos de bajos recursos de ese municipio, para quienes los benedictinos están terminando un asilo que les permita vivir con dignidad, gracias a la ayuda de sus benefactores, empresas y personas empeñadas en el anonimato.
Claro que con la recuperación del espacio físico los monjes quieren también recuperar la memoria sobre hechos que no deben volver a ocurrir. Por eso, en la garita permanece un maniquí vestido de soldado, con un arma, para recordar que allí hubo una prisión, y en murales y placas se recuerda el paso de Escobar. Donde estuvo su celda, fue puesto un Cristo moreno de 3 metros, rodeado de armas que parecen bañadas en oro. Una obra de la peruana Cristian Planas Toledo, quien insiste en que no se puede perder la memoria por respeto a las víctimas. A metros del Cristo, grandes lápidas recuerdan los nombres de muchas de las víctimas, aunque en una de ella sólo hay cruces para honrar a muchos NN y a algunas personas cuyas familias no quieren que se sepa o se recuerde que tuvieron algo que ver con el narcotráfico.
Pero no se puede tapar ese vínculo, como no se puede creer que es cosa del pasado. Por eso hay que recuperar “La Catedral”, pero sobre todo la memoria, mirar al lado y no dejarse nublar la vista por el brillo del oro.
Autor: Henry Horacio Chaves P.
ELMUNDO.COM
19 de Julio de 2012