Óscar Pareja, ex futbolista paisa.
Óscar Pareja cierra los ojos y se remonta a los primeros días de la década los 90, cuando pertenecía al Independiente Medellín, ‘El Poderoso de la Montaña’.
El hoy entrenador del equipo Colorado Rapids que milita en la MLS, recuerda el año 1991, cuando recibió un mensaje del entonces capo absoluto de la mafia en Colombia: Pablo Emilio Escobar Gaviria.
“Por esa época, Escobar estaba recluido en ‘La Catedral’, en el municipio de Envigado, y me mandó a llamar a mí y a otros seis compañeros para jugar un partido de fútbol, pero con la condición de que él quería estar en la cancha”, recuerda Pareja.
El excapitán del Independiente Medellín y volante de la Selección Colombia, nacido el 10 de agosto de 1968 en la capital de Antioquia hizo esa evocación en una entrevista que concedió a ESPN Deportes.
Hasta la fecha, Pareja había mantenido en secreto esa vivencia, o por lo menos no la había hecho pública.
Confiesa que aceptó la invitación por físico temor. Rechazarla hubiese sido el equivalente a firmar su certificado de muerte, reconoce Pareja, quien abandonó el fútbol por una lesión.
Por aquellos años, Pablo Escobar había ordenado el asesinato de decenas miembros de la policía, de propietarios de negocios y de jueces.
De modo, pues, que Óscar Pareja no vaciló en dar el sí, para asistir a ‘La Catedral’.
Recuerda Pareja que el sitio de reclusión de Escobar era como unja especie como el Olimpo, ubicada en una montaña.
En su relato a ESPN Deportes, relató el ex futbolista que era una cárcel lujosa, con jacuzzis, un gimnasio y una cancha de fútbol completamente iluminada.
Era claro que Pablo Escobar seguía manejando el negocio de la cocaína.
Óscar Pareja y sus compañeros visitaron ‘La catedral’. Fueron acompañados hacia una sala, donde se sentaron y esperaron, nerviosamente, al hombre más sangriento de la historia de Colombia.
«Había sillones muy lindos allí dentro», recuerda Pareja. «Y televisores. Y nos daban bocadillos para comer. Y luego un montón de guardaespaldas ingresaron a la sala, y luego (Escobar). Y me hizo pensar ‘¿Quién, exactamente, es el prisionero aquí hoy?». Escobar, quien en ese entonces tenía 42 años, se sentó en el sillón al lado de Pareja. Él trató a Pareja como un dios que venía de visita, llamándolo por su apodo, El Guapo.
«No puedo olvidar ese día», dijo Pareja, 20 años más joven que su huésped. «Él se sentó al lado mío y habló sobre (fútbol) con gran pasión y conocimiento por una hora. Él lo sabía todo. Él me dijo «¿Por qué le gritas tanto a los réferis, Guapo? Nosotros les pagamos. Esto no hace bien».
Los jugadores fueron eventualmente llevados a la cancha de fútbol de la prisión, la cual estaba iluminada por la noche. Escobar salió en pantalones jogging y jugó de mediocampista por la izquierda, «a pesar de que era diestro».
Recuerda Pareja que Carlos Álvarez, su antiguo compañero, fue el encargado de marcar a Palbo Escobar. Fue una misión más que delicada. Márcalo demasiado suavemente y Escobar se sentiría ofendido. Márcalo demasiado de cerca y Escobar se sentiría humillado. De cualquier manera, podría ser su cuello el que estaba en juego.
«No me pegues patadas», Escobar le dijo a Álvarez con una sonrisa. «porque si lo haces, te quedarás aquí con nosotros».
«Carlos solo actuaba como que lo marcaba», recuerda Pareja. «Él no le quitó el balón ni una sola vez».
Había un solo árbitro. Y ese era Escobar.
«La verdad que sabía jugar bastante bien», dijo Pareja. «Sus guardias también».
El partido duró una hora y media. Los profesionales ganaron, pero el partido permaneció bastante cercano en el marcador.
Ellos fueron agradecidos y llevados hacia afuera. Ellos volvieron a ser invitados para jugar otro partido, también ganado por los profesionales, y sin derrame de sangre.
«Lo recuerdo ahora y considero todas las cosas que nos podrían haber sucedido dentro de esas paredes», dice Pareja. «No había policía. Ni control. Cualquier cosa pudo haber sucedido. Pero no sucedió».
Pero si pasaría lo suficientemente pronto. Al año siguiente, Escobar llamó a cuatro de sus tenientes top a La Catedral, donde fueron torturados y asesinados. Eso provocó que el gobierno colombiano insista que Escobar sea trasladado a una prisión normal. En vez de eso, Escobar escapó.
«No me sorprende», recuerda Pareja. «Todos los guardias eran su gente. Me parecía que tenía acceso fácil a cualquier lugar al que quisiera ir».
El 2 de diciembre de 1993, el ahora fugitivo Escobar estaba escapando en el techo de un vecindario de Medellín, hablando con su hijo por celular, cuando murió tras ser disparado por la Policía Nacional de Colombia. Ellos dicen que llevaba puestos botines de fútbol.
Uno de los compañeros de Pareja durante sus días en Independiente se involucró con el narcotráfico y también terminó muerto. Otro compañero de Pareja en la Selección de Colombia, Andrés Escobar (no hay relación), fue asesinado en 1994 por narcotraficantes tras convertir un gol en contra ante Estados Unidos en el partido que eliminó a Colombia del Mundial.
Pareja, sin embargo, hizo su propio escape. Eventualmente firmó con el Dallas Burn de la MLS, donde él fue estrella y luego dirigió. Asumió como D.T. de los Rapids en enero. 20 años han pasado desde esos días, y aun así todavía lo ahuyentan.
«Éramos inmunes a lo que sucedía a nuestro alrededor», admite. «No sabíamos… Ganábamos un partido y de repente había unos 8000 dólares adicionales para nosotros. ¿De quién? Nosotros no sabíamos, nosotros no preguntamos… Me senté en un sillón al lado de un hombre que le hizo tanto, pero tanto daño a mi país. Me senté con el… éramos tan ingenuos».
Algún día, cuando se termine su carrera en la MLS, Pareja quiere regresar a Medellín y ayudar a su padre con el ganado en el rancho.
«Quiero llevar a mis amigos estadounidenses y mostrarles ‘este es el país que quiero que veas. No somos drogas y asesinos. Somos buena gente de un lugar hermoso. Los días malos se han acabado».
Fue un episodio del que Pareja había evitado hablar. Ahora lo ha divulgado.
ESPN Deportes