Se comenzó a emitir una serie sobre la vida del capo y las reacciones no se han hecho esperar. Algunos dicen que ello hace parte de la historia del país, otros que las repercusiones serán nocivas.
Más de 5.000 homicidios, entre ellos los magnicidios de Rodrigo Lara Bonilla, Guillermo Cano y Luis Carlos Galán Sarmiento; atroces atentados terroristas como la bomba al edificio del DAS en Bogotá que dejó 104 muertos o la explosión del avión de Avianca en pleno vuelo, con 107 víctimas fatales, además de un sinnúmero de delitos desde narcotráfico hasta torturas, extorsiones y sobornos, son solo una pequeña muestra del brutal daño que le causó Pablo Emilio Escobar Gaviria a Colombia y su sociedad.
Toda su perversidad y desprecio, pero también su inteligencia y astucia que lo llevaron a ser uno de los hombres más ricos del mundo, son los elementos que se han mostrado en los apenas nueve capítulos emitidos por el canal Caracol, en la franja triple A de la televisión colombiana.
Con el cabezote de “Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”, la serie se muestra a la sociedad removiendo una época que nadie desea invocar, pues quienes la vivimos sabemos que el terror y las monstruosidades que provocó Escobar originaron la peor violencia que este pueblo haya experimentado.
Colombia es un país joven, por eso la mayoría de los televidentes que están siguiendo la serie son adolescentes que no vieron los incontables asesinatos, actos terroristas, torturas y crímenes que orquestó Escobar, el único hombre que le declaró la guerra al Estado colombiano y que lo puso en jaque, tanto que estuvo cerca de ganar.
La situación actual del país no difiere, en algunos aspectos claro está, de lo se vivió en las décadas de los 70, 80 y comienzos del 90, pero lo actual se puede decir que es una aciaga consecuencia o coletazo de precisamente lo que sembró Escobar en la sociedad colombiana, en donde lo que importaba era atesorar dinero y poder a cualquier costo.
Caracol ha asumido el riesgo de plasmar la vida de este mafioso que prefirió ‘una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos’. No obstante, las primeras reacciones de este seriado han originado un debate en nuestro departamento, tanto que el tema de conversación es el fantasma de Escobar que revivió en quienes vivieron dicha época y, para quienes no alcanzaron a verlo se han asombrado por su ingenio y poder. Así, no es extraño que la frase “el mundo es para los vivos, no para los bobos”, la que le dijo la madre del narco cuando él era apenas un niño, según la serie, se esté incrustando en el colectivo.
Es temprano para emitir un concepto de si la producción televisiva va a tener un efecto positivo o negativo, empero un punto a analizar es que este seriado será vendido a otros países, por lo que es bueno preguntarnos si es esta imagen la que los colombianos queremos mostrar al mundo.
Sin moralismos, es responsabilidad de los medios de comunicación informar, orientar, educar y por supuesto proteger a la sociedad y no exponerla a hechos que la puedan lesionar. Entre tanto, es a su vez obligación de la sociedad exigir y vigilar que no se promuevan masivamente acciones que tergiversen la realidad, por lo que se hace necesario que autoridades, padres, educadores y demás estén atentos de la juventud y que se recalque en la promoción de los valores y principios entre nuestros niños y jóvenes, para blindarlos de malas interpretaciones y que ‘perversos ejemplos’ como el de Escobar se conviertan en modelos a seguir o imitar.
Ya es vergonzoso y suficiente, que la tumba del capo en Medellín se haya convertido en sitio de ‘peregrinación’ y de visita por propios y turistas extranjeros, quienes pagan por el ‘tour’ que su hermano el ‘Osito’ diseñó y guía para quienes desean y pagan cerca de 50 dólares.
Pablo Escobar fue un demente criminal que ordenó y segó la vida de miles de colombianos, que amasó una fortuna con una actividad ilícita, que se obnubiló con el poder y murió acribillado solo y acorralado en el techo de una casa en Medellín. No podemos permitir los colombianos, que un ser, el causante de la muerte de miles de seres inocentes y de que la violencia se hubiese intensificado, sea mitificado, porque la historia nos condenará, eso sí, por no conocerla.