Pablo Escobar, el patrón del mal y su ruta cubana de las drogas

Los cubanos confirman asombrados la conexión cubana en el narcotráfico, en un serial colombiano que es un éxito en la bolsa negra de videodiscos.
Una embarcación de las Tropas Guardafronteras (TGF) cubanas patrulla las costas del municipio de Baracoa, Guantánamo. En los últimos años la televisión cubana ha hecho algunos esfuerzos por ofrecer una programación más atractiva, incrementando sobre todo el contenido de materiales extranjeros, y en especial estadounidenses, un lote que se ve sistemáticamente limitado por la obligada filtración a través de rigurosos tamices ideológicos.

No obstante, los televidentes de la isla han podido disfrutar en la pantalla chica de algunas series norteamericanas de alta calidad como “CSI” y “Los Sopranos”, además de los habituales  culebrones brasileños. Sin embargo, hoy en día muchos cubanos podrían decir de la TV nacional: “¿Quién la necesita?”

El anuncio de la serie en Telemundo.
Esta semana un colaborador del portal alternativo Havana Times ofreció un ejemplo de como la popularización de las nuevas tecnologías y soportes informáticos ha posibilitado, en manos de cubanos emprendedores, que muchos en la isla se hayan independizado del «Gran Hermano» y estén casi tan actualizados, al menos en materia de entretenimiento e información, como sus parientes de Miami.

Alfredo Fernández reportó en su crónica para Havana Times que la serie colombiana “Pablo Escobar: El Patrón del Mal”, se ha convertido en el fenómeno audiovisual que estremece la isla.

Mi esposa y yo todavía la estamos viendo en Miami, y realmente tiene una factura impecable (los libretos colombianos son tan buenos que el emporio mexicano Televisa constantemente compra los derechos y produce versiones de sus telenovelas para el público azteca y los latinos en Estados Unidos. (Así “Betty la fea” se convirtió en “La fea más bella”, y “Pedro el Escamoso”, en “Juan Querendón”).

La de Fernández no es la primera alusión al éxito del serial sobre el famoso capo de las drogas en la isla.  A mediados de agosto el bloguero y periodista independiente Iván García ya anunciaba que la teleserie colombiana estaba arrasando en el mercado negro habanero.

Y aunque tampoco es el primer material sobre el tema en la bolsa negra habanera de los videodiscos (antes circularon “Las Muñecas de la Mafia” y “El Cartel de los Sapos”) tanto García como Fernández subrayan lo que hace singular a este serial en Cuba: en algunos capítulos, se revela lo que ha sido por años en Cuba un secreto a voces: las relaciones de negocios de Pablo Escobar y el Cartel de Medellín con el gobierno de Fidel Castro y sus altos jefes militares.

Cabe destacar que, aparte de la limitada ficción de las situaciones, y los nombres cambiados de algunos personajes (Carlos Lehder, por ejemplo es identificado como Marcos Herbert; la presentadora de televisión –y presunta amante de Escobar– Virginia Vallejo, es Regina Parejo) la serie transpira un rigor histórico que denota una acusiosa investigación de los hechos y los testimonios de los implicados.

Por ejemplo, un episodio reciente en el que Marino, uno de los hombres de Escobar, se enamora de una ex amante del capo y es obligado por éste a asesinarla, corresponde a un hecho real narrado por el jefe de sicarios de Escobar, John Jairo Velázquez, alias “Popeye”, a la periodista de Univisión Ilia Calderón.

Desde La Habana, Fernández refiere que una cubana que no se pierde un capítulo de la serie, dijo estar espantada de la facilidad con que uno de los lugartenientes de Escobar entraba la droga a Cuba, para luego trasladarla a EE.UU. La señora también hizo un comentario clave: “Ahora, que estoy viendo la serie de Pablo Escobar, me convenzo más de que [el General Arnaldo] Ochoa fue un conejillo de indias”.

Hace unos años visitó Radio Martí la periodista colombiana Astrid Legarda, con motivo de la publicación de su revelador libro “El verdadero Pablo: sangre, traición y muerte”. El volumen es fruto de siete años de conversaciones entre la ex reportera de RCN y “Popeye”. Astrid aprovechaba para dialogar con él las visitas de la novia del sicario a la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, en el Departamento de Boyacá. Antes del lanzamiento del libro, la revista Semana publicó dos adelantos. Uno de ellos se titula “Pablo Escobar y Cuba”.

¿Qué dice sobre el tema la «mano derecha» del capo de capos?

Refiere “Popeye” que Escobar –claramente definido en el programa como un simpatizante de la izquierda– «se apoyaba para hacer llegar la droga a Estados Unidos en gobiernos no aliados, y enemigos, de Washington. La serie muestra el momento en que uno de los pilotos de Escobar toma subrepticiamente una foto, que luego entregó a la DEA, en la que aparecen el jefe del Cartel y militares sandinistas descargando droga de una avioneta en una pista de Managua.

Agrega el ex sicario que fue con la ayuda «de Jorge Avendaño, apodado el ‘Cocodrilo’, que el ‘Patrón’ llegó a Fidel Castro en Cuba. Éste lo conectó con su hermano Raúl y así se inició una operación de tráfico de cocaína». Y asegura que la relación entre Escobar y Fidel era “permanente y fluida,  por cartas y terceras personas”, y que se inició a través de comandantes de la guerrilla M-19

Asevera que el esquema de tráfico de drogas a través de Cuba lo habría coordinado el ‘Cocodrilo’ “en cabeza de Raúl Castro”. Durante dos años, la cocaína colombiana circuló, según Velázquez, por esta ruta cubana:

“Salía del puerto de Buenaventura por mar hacia las costas mexicanas, donde era recibida por los socios locales; allí era subida a aviones con matrícula mexicana y despachada rumbo a Cuba”. (…) Una vez en la isla “los militares cubanos, al mando del general Ochoa y el oficial Tony de la Guardia, bajo instrucciones directas de Raúl Castro, se hacían cargo de la mercancía, custodiándola para posteriormente embarcarla en lanchas rápidas, tanqueadas con gasolina por cuenta de los cubanos, con destino a Estados Unidos, entrando por Cayo Hueso”.
Los cubanos recibían 2000 dólares por cada kilo de droga transportada y 200 dólares por cada kilo custodiado …

“Las lanchas iban y venían varias veces. (…). Ya en costas estadounidenses, la droga era recibida por el ‘Mugre’, quien con su gente la trasladaba a varias caletas (escondites), situadas en Kendall, Boca Ratón y el mismo Cayo Hueso. Estas caletas eran casas residenciales, en donde se perforaba el terreno y, en tubos de PVC, para que no se humedeciera la cocaína, se enterraba la droga, esperando a ser distribuida en pequeñas cantidades a los minoristas, para ser comercializada en todo Estados Unidos. Cada caleta tenía capacidad de almacenamiento de hasta 2.000 kilos”.

John Jairo Velásquez alias «Popeye», jefe militar del que fuera capo del cartel de Medellín, Pablo Escobar, involucró a Raúl Castro en el tráfico de drogas en la década de 1980.
Precisa “Popeye” que los cubanos recibían “2.000 dólares por cada kilo de droga transportada y 200 dólares por cada kilo custodiado”. “Pablo”, relata, “estaba feliz con esta ruta” que llenó las arcas del ‘Patrón’. “Decía que era un placer hacer negocios con Raúl Castro, pues era un hombre serio y emprendedor”.

Los Castro también debían estar felices: en cada envío hacia Cuba por avión, “se cargaba un promedio de 10.000 a 12.000 kilos”. La cuenta en dólares por cada embarque no baja de seis ceros.

El jefe de sicarios de Escobar confirma en su testimonio la comprometedora participación de los ayudantes del general Arnaldo Ochoa y el coronel Tony de la Guardia:

“Durante este operativo y en varias oportunidades, los dos enlaces cubanos, el capitán Jorge Martínez Valdés y el oficial Amado Padrón viajaron a Medellín; los movíamos con documentos falsos y para no llamar la atención, por su acento, se los hacía pasar por costeños. Los viajes y la atención de éstos en Colombia estaban totalmente a cargo del ‘Cocodrilo’”.

“Al comienzo de los negocios con los cubanos, los mexicanos se mostraron reacios a incluirlos, alegando que ellos querían cobrar mucho por participar. Pablo se impuso, pues de antaño, simpatizaba con la causa de la revolución y quería apoyar a Fidel”.

“Los dólares producto de la venta de esta droga en Estados Unidos, llegaban a manos llenas, camuflados en electrodomésticos, que ingresaban a Colombia ante la mirada complaciente de algunos funcionarios de la aduana, al servicio de Escobar. Desde allí, se repartía su participación a los socios mexicanos y cubanos”.

“La ruta cayó cuando se destapó todo el escándalo, al caer un gran cargamento decomisado por la DEA, proveniente de Cuba, y varios cubanos detenidos confesaron, delatando la operación”.

Declaraciones de «Popeye» sobre la conexión cubana en un reportaje de Telemundo 51

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Hagamos un paréntesis. En febrero de 1991, dos años y medio después de la causa 1 de 1989 que condenó a muerte a Ochoa, De la Guardia y sus dos ayudantes, un prestigioso programa investigativo de la televisión pública estadounidense, Frontline, dedicó una edición a la participación de Cuba en el narcotráfico.

La presentación de Cuba and Cocaine señalaba que meses antes Fidel Castro se había jactado en La Habana de que difícilmente se podría encontrar en el mundo un país menos hospitalario para el tráfico de drogas que Cuba. A través de cintas de vigilancia de la DEA y entrevistas con ex funcionarios cubanos  y distribuidores de drogas, Frontline se proponía mostrar cómo Castro había utilizado el narcotráfico como arma política.

Recuerdo que pasé toda la mañana después de la transmisión del programa preparando algunos cortes para usarlos en los noticieros de Radio Martí. Me basé principalmente en las grabaciones tomadas por la DEA con cámara oculta a Rubén Ruiz, hijo de Reinaldo Ruiz, y las del interrogatorio a éste último. Padre e hijo eran contactos del Cartel de Medellín en Miami, y Rubén piloteaba avionetas hacia Cuba. Los dos eran familiares de Miguel Ruiz Poo, el miembro del hasta entonces secreto Departamento MC del MININT que perdió la compostura en el juicio Ochoa-La Guardia mientras “echaba pa’lante” a medio mundo.

En las grabaciones de la DEA, Rubén Ruiz alardeaba de su acceso a instalaciones militares en Cuba:

“Déjame decirte algo. No te miento. Yo he volado a lugares en Cuba a donde nadie ha volado. Te estoy hablando de pistas militares. Te estoy hablando de MIg-23 pintados de camuflaje”

También blasonaba de ser tratado en la isla a cuerpo de rey:

“Te sientas en una mesa que es como la mitad de esta oficina tuya, y te sirven unas piernas de puerco grandísimas, y unos bistecs enormes, y te ponen un tremendo caldero de arroz como para siete u ocho personas, ¿Okey? Allá nadie come así”.

Volvamos ahora con el testimonio de “Popeye”:

“La investigación lleva a la DEA hacia el cartel de Medellín y al gobierno cubano. El ‘Cocodrilo’ sale de Cuba rumbo a Colombia. La investigación llega hasta las más altas esferas del gobierno norteamericano. El tráfico es a gran escala y alegan que es imposible que los funcionarios de la isla no lo supieran. Esto pone al gobierno de Cuba en la mira de sus más encarnizados enemigos, los norteamericanos. Mucha cocaína quedó enterrada en suelo cubano”.

El tribunal de honor militar que juzgó a Arnaldo Ochoa.
“Fidel Castro no se queda con los brazos cruzados y ordena una farsa de investigación, para de esta forma protegerse él y de paso, a su hermano Raúl. En la isla, se anuncia con bombos y platillos a los medios de comunicación, que ‘la Revolución Cubana fue penetrada por el narcotráfico, en manos de unos apátridas y malos hijos, enquistados en el ejército revolucionario’. Se acusa al general Arnaldo Ochoa y 11 personas más; en tiempo récord, el general es fusilado con sus más cercanos colaboradores, creyendo que con esto tapaban el sol con un dedo”.

“Ante la comunidad internacional, el gobierno cubano cree haber puesto una cortina de humo al escándalo. Sin embargo, frente a los norteamericanos, la cosa es a otro precio. Me cuenta Pablo Escobar que, en un computador de la CIA y en las oficinas del Pentágono, duerme el caso. Pero no ha muerto, simplemente lo tienen archivado con el sellito de ‘información clasificada’”.

Fernández, el  colaborador de Havana Times, cree que lo más importante de la circulación en la isla del serial “Pablo Escobar: El Patrón del Mal” es que ha regresado al país un viejo y difícil debate siempre sostenido  en voz baja: ¿Hasta dónde calaron las influencias de Pablo Escobar en el Gobierno cubano? Y concluye diciendo: “ En esta telenovela, al menos, se hace evidente que iban más allá del general Ochoa y sus cómplices”.

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