Familiares y amigos recuerdan a la periodista asesinada hace 25 años.
Por: TATIANA ESCÁRRAGA |ELTIEMPO.COM 8:57 p.m. | 23 de enero de 2016
Esta fotografía fue tomada durante el cautiverio de Diana Turbay. La periodista permaneció cinco meses secuestrada.
Esta fotografía fue tomada durante el cautiverio de Diana Turbay. La periodista permaneció cinco meses secuestrada. “Hoy es domingo 2 de diciembre. Estoy agotada, siento dolores que ya no solamente son del alma, sino que también me duele todo el cuerpo. Estoy casi vencida, pues no entiendo qué está pasando (…) ¿Por qué seguimos secuestrados? (…) No podemos salir de la pieza, no hay ventilación, se me quita el apetito. Entre ayer y hoy no he podido comer.
Siento que esto se parece más a una cárcel. No sé si estoy excesivamente pesimista; (…) sé que hay que hacer un esfuerzo por levantar el ánimo, pero aunque lo quiera así, me cuesta trabajo, siento ganas de llorar a todas horas. Las propagandas con niñitos me están recordando que no estoy con mis hijos. Es como si no tuviera derecho a sosegarme.
No sé si la debilidad que tengo es un signo de cobardía, pero durante todo este episodio he querido ser fuerte, ayudar a Azucena cuando lo ha necesitado y no dejarme vencer por la tristeza y la incertidumbre. Sin embargo, hoy ya me apabulla la desesperanza”.
María Carolina Hoyos hojea los cuadernos que su madre, Diana Turbay, escribió durante los cinco meses que duró su secuestro a manos de Pablo Escobar. Lee un párrafo. Guarda silencio. Continúa. Suspira. Llora. Otro aniversario. El mismo dolor, la misma ausencia cruda.
El 25 de enero de 1991, Diana Turbay Quintero, abogada, periodista, hija del expresidente Julio César Turbay Ayala, madre de Miguel Uribe, actual secretario de Gobierno de la Alcaldía de Bogotá, falleció tras un confuso operativo policial en una vereda de Copacabana, Antioquia, a donde había sido trasladada tras su secuestro.
Le habían hecho creer que el cura Pérez, cabecilla del ELN, le iba a conceder una entrevista. Partió el 30 de agosto de 1990 junto a un equipo de periodistas del noticiero Criptón y de la revista Hoy por hoy, medios que ella dirigía. Esa tarde, cuando la recogieron los supuestos guerrilleros, llevaba consigo el maletín de gimnasia que su hija le había prestado.
Se fue con la promesa de que volvería en cinco días, justo a tiempo para acompañar a María Carolina a una cita odontológica. Nunca regresó. La asesinaron. El caso fue declarado delito de lesa humanidad en el 2009, pero aún no se sabe de quién era la bala que la mató.
La muerte de Diana Turbay fue el desenlace fatal de un oscuro plan urdido por Pablo Escobar para doblegar al recién posesionado gobierno de César Gaviria e impedir la extradición. El suyo fue el primero de una serie de secuestros que sacudieron al país.
Después de ella vendrían Francisco Santos, entonces jefe de redacción de EL TIEMPO; Marina Montoya de Pérez, hermana del que era secretario general de la Presidencia, Germán Montoya; Maruja Pachón, gerente de Focine y cuñada de Luis Carlos Galán, y Beatriz Villamizar. Un día antes del asesinato de Diana fue encontrado (aunque no identificado) el cadáver de Marina Montoya. Tenía la cabeza cubierta con una capucha. Le dispararon en la cara y en el cráneo.
No hace mucho, María Carolina Hoyos, actual viceministra de las TIC, se entrevistó con el exjefe de sicarios del cartel de Medellín, libre tras cumplir su condena. De ese torbellino de palabras que es ‘Popeye’, la hija de Diana Turbay recuerda unas que todavía le hacen añicos el corazón: Escobar se enfureció cuando supo que habían hallado a su madre. Sonrió cuando le dijeron que estaba herida. Y celebró hasta el cansancio cuando le confirmaron que falleció.
Doña Nydia Quintero, la madre de Diana, no se quitó el luto nunca. Jamás volvió a bailar. Y se peleó durante años con sus creencias religiosas. “El dolor hace que uno se sienta así. Yo quedé medio de pelea con la Virgen y me preguntaba para qué tantas plegarias que no habían sido escuchadas.
En mí se produjo una fractura, gracias a Dios hoy superada”, cuenta en esta tarde de recuerdos tristes. Cuesta hacer el ejercicio, sí, pero doña Nydia cree que, de estar viva, Diana habría seguido su vocación periodística y habría participado de forma activa en la búsqueda de la paz.
Lo creen también sus amigos íntimos. Luis Guillermo Ángel, que la conoció batallando en las arenas de la política (fue secretaria privada de su padre durante su gobierno, entre 1978 y 1982), recuerda que tuvo un papel destacado en la comisión del gobierno de Virgilio Barco para emprender los acuerdos de paz con el M-19.
De aquellos acercamientos nació una amistad con Carlos Pizarro y con Antonio Navarro Wolf. “En aquellos tiempos iba mucha gente al Cauca. Creo que fue allí donde empezamos a tener una relación frecuente con Diana Turbay, que se mantuvo incluso después de la muerte de Pizarro. Yo la visité muchas veces en su revista. Hablábamos de muchas cosas. La imagen que conservo en mi cabeza es la de una persona que quería ayudar, que quería resolver”, cuenta Navarro, hoy senador de la República.
Su amiga Florencia Borrero la recuerda alegre y vital. Gocetas. “Cuando la conocí era como una niña metida a grande, muy madura, con mucho sentido político, entusiasta y temperamental”. Claudia Samper, otra de sus amigas, dice de ella que era “estricta, consecuente, seria y fuerte”. “Con Diana no había medias tintas ni medias aguas”, añade Luis Guillermo Ángel.
En la casa de Nydia Quintero no hay rastro de odio. Todos eligieron perdonar. Incluso hoy, leyendo en voz alta esos párrafos tan llenos de angustia y desesperación, no hay ira.
“El perdón es lo único que libera. Solo con fe se puede perdonar lo imperdonable”, concluye María Carolina.
Una súplica ante Pablo Escobar
Este es el texto de la carta que, durante su cautiverio, Diana Turbay le envió a Pablo Escobar y que firmó con la periodista Azucena Liévano:
“Conscientes del sentido que inspiró nuestra retención y la de nuestros compañeros, hemos decidido escribirle para hacer algunas reflexiones. Como colombianas y periodistas vemos que el proceso que se ha ampliado y que ha generado las condiciones necesarias para la reintegración de los extraditables a la sociedad colombiana es la solución a esta guerra inútil que venía soportando el país.
El Gobierno, a través de los decretos 2047 y los que lo modifican han ofrecido fórmulas que garantizan dicha reintegración. Hechas estas consideraciones, queremos apelar a usted en su condición de cristiano, padre, esposo e hijo y fiel devoto de María Auxiliadora para que nosotras y todos nuestros compañeros seamos liberados como un gesto de buena voluntad que recibiría el país con alegría.
Al cumplirse ya 97 angustiosos y dolorosos días lejos de nuestros hogares y también como hijas, madres y esposas e interpretando a nuestros compañeros en este sentimiento le hacemos este llamado para que la Navidad, día de paz y regocijo para los hogares cristianos, la podamos compartir con nuestros seres queridos.
Estamos seguras de que usted entenderá nuestro llamado, más que nadie nuestros hijos se lo agradecerán, ellos llevan mucho tiempo esperándonos, confiando en Dios seguiremos orando para que esta Navidad se respire paz y alegría tanto en sus hogares como en los nuestros”.
Por: TATIANA ESCÁRRAGA |ELTIEMPO.COM 8:57 p.m. | 23 de enero de 2016
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Originalmente publicado enenero 24, 2016 @ 4:59 am