Griselda Blanco: La Reina de la coca que aún vive

10 de Abril de 2009 • Terra.com
SANTIAGO, abril 10.- Mucho antes que el capo de la droga Pablo Escobar fuera el narco más buscado de Colombia, una mujer de origen humilde, que tartamudeaba un poco y era pequeña y rolliza, ideó la “exportación” de cocaína a Estados Unidos y dictó cátedra entre los sicarios de los años ’70 matando a varios rivales, pistola en mano. Seguidora de la película “El Padrino”, Griselda Blanco (1943), se hacía llamar “La Madrina”, y tuvo un hijo al que bautizó “Michael Corleone”. Pero ella misma fundó un estilo que la convertiría en una de las más sanguinarias y excéntricas narcotraficantes de las últimas décadas.

Según el libro “Mujeres perversas de la historia”, de la colombiana Susana Castellanos de Zubiría (Norma, 2008), recién publicado en Chile, Griselda es la criminal “más fascinante que la DEA ha perseguido en toda su historia”.

Su estilo exuberante la llevó a disfrutar su fortuna ilícita con joyas carísimas, algunas de las cuales pertenecieron a Evita Perón; y llegó a comprarse más de 300 pares de zapatos. No contenta con eso, solía tomar té en un juego de porcelana que perteneció a la Reina Isabel, viajaba en limusina blindada y se sometió a operaciones plásticas en numerosas ocasiones.
De origen muy pobre, fue hija de una sirvienta y de un hacendado que la privó de apellido. De niña fue carterista en Medellín, sufrió hambre y violencia hasta que conoció a Carlos Trujillo, un falsificador de documentos que facilitaba el ingreso ilegal de colombianos a Estados Unidos. Con él tendría tres hijos y se trasladaría a Nueva York.

De sexualidad volátil, Griselda pronto encontraría un amante, Alberto Bravo, un criminal “emprendedor”, interesado en el negocio del futuro: la cocaína. Era 1968.
Trujillo murió en 1970, víctima de una hepatitis. Entonces, Griselda volvería a Colombia, para quedarse con Bravo y comenzar a idear cómo ingresar coca a Estados Unidos. Su éxito sería tal que se convertiría en la principal proveedora colombiana de la mafia de Nueva York.

Escondió la droga en lugares inimaginables para la época. Creó compartimentos especiales para la ropa interior que llevaban jóvenes reclutadas como correo humano, y escondió la droga en los tacones de sus zapatos. Su golpe maestro, sin embargo, sería el envío de mil kilos del alcaloide en el buque Escuela Gloria, de la armada colombiana, que atracó en Miami como parte de una regata internacional en 1976, que celebraba los 200 años de independencia americana.

Sin embargo, Griselda cometería el error más caro de un capo narco. Comenzó a consumir coca, lo que aumentó su paranoia. A raíz del decomiso de un vuelo que partía desde Cali a Estados Unidos con 600 kilos de droga, el mayor embargo de toda la historia –hasta entonces- del narcotráfico colombiano, Griselda ordenó una masacre de traficantes en Miami. Al menos 40 fueron acribillados y desmembrados.

También mataría a lavadores de dinero y a acreedores que no pagaban sus cuentas a tiempo. Y, por su propia mano, mataría también a su esposo, en medio de una discusión en la calle.

Pronto vendría otro amante y marido: Darío Sepúlveda, un sicario profesional, quien sería el padre de Michael Corleone.

Una fecha clave en la biografía de la Madrina sería julio de 1979, cuando ocurrió la Masacre de Dadelan. A plena luz del día, en un concurrido mall, serían ejecutados a tiros dos enemigos de la Reina de la Droga. El hecho coronó la fama de Miami como la ciudad más violenta de Estados Unidos.

La DEA estaba sobre la pista de la Madrina. A principios de los ’80, el abuso de las drogas y del alcohol hicieron de Griselda una presa fácil para los agentes. Aficionada a las orgías sexuales salvajes, con mucha droga y alcohol, cuando la anfitriona se emborrachaba y superaba su consumo diario de coca, enumeraba con detalles cada muerte que llevaba sobre su conciencia.

Poco después Griselda se separó de Darío, quien partió con Michael Corleone a Colombia. Allí la policía abatió al sicario, y Griselda recuperó a su hijo menor con altísimos sobornos. Luego de una década de pesquisas, la Reina de la Coca fue arrestada en Florida, y enjuiciada en un proceso al parecer irregular. Por sus crímenes los fiscales pedían, al menos, la silla eléctrica. En cambio, recibió 25 años de reclusión en Estados Unidos.

El 6 de junio de 2004, luego de 20 años de reclusión, la Madrina fue puesta en libertad y deportada a Colombia donde, irónicamente, no tenía ninguna causa penal pendiente.
Desde entonces, la pionera de los carteles colombianos de la droga está desaparecida. Con muchos enemigos históricos, tres de sus cuatro hijos asesinados, y alejada del poder que tuvo, todo indica que aún vive. Y que también sobrevivió la fortuna que le ha permitido ocultarse.

Por Beatriz Burgos

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