El fútbol en los tiempos de los carteles colombianos

Mucho de leyenda urbana se teje en torno a la influencia de los carteles de drogas en el fútbol. Lo cierto es que en la década de los 80, la propiedad de los equipos colombianos estaba repartida entre los narcos más famosos de ese tiempo, liderados por Pablo Escobar Gaviria.

Las andanzas del jefe del cartel de Medellín han revivido a través de la exitosa telenovela “El Patrón del Mal”, que de paso ha traído a la memoria el capítulo prácticamente olvidado de los vínculos de la mafia con el fútbol.

Desde Cali a Bogotá y de Pereira a Medellín, los jefes de los carteles lavaban dinero financiando una época dorada del balompié colombiano.

Lorenzo López es un ex árbitro de ese país. Tras dirigir cuatro años (1987-90), debió marcharse a Estados Unidos luego de recibir varias amenazas de muerte. “Jesús Díaz, uno de los jueces más importantes (dirigió a Chile en las eliminatorias de México 86), se retiró cuando mataron a Álvaro Ortega. Álvaro era como mi hermano. Cuando fue el funeral, Jesús me llamó a un lado para decirme que yo era el próximo, que si me aparecía por Medellín, me mataban“, dice López.

Los carteles apostaban fuertes sumas y antes de los partidos “apretaban” a los réferis para que cobraran a favor de sus intereses. “En Medellín tomé un taxi en el aeropuerto, y en un semáforo un tipo se subió a mi lado y me dijo: ‘No se ponga nervioso, necesitamos hablar con usted’. Me bajaron en una casa y otro señor me hizo entender que esa noche necesitaban que su equipo ganara. Jugaban Deportivo Independiente de Medellín (DIM) y Sporting de Barranquilla. El local ganó 4-1″, recuerda López.

El mismo López relata que fue amenazado de muerte por dirigentes del DIM, en 1988. “Averigüé con un PF del club por qué me querían matar: ellos aseguraban que me habían pagado y que aún así no los ayudé… En otra ocasión me pusieron una pistola en la cabeza antes de un partido. Jugaban el DIM con América de Cali y me dijeron que si cometía algún error, me iban a matar. En 1989, a Armando Pérez, otro juez, lo secuestraron un día antes de un partido en Armenia. Entonces me llamaron a mí. Estábamos en el sorteo con los capitanes de Quindío y Junior de Barranquilla y con el comisario del duelo. Delante de los jugadores, el comisario me dijo: ‘Hicieron un llamado a la oficina del gobernador y advirtieron que si usted pitaba en contra del Quindío, no se irá vivo’ . Ese día ganó Junior 3-1 y me fui tranquilo”, asegura el ex árbitro.

Los jueces recibían unos 100 dólares por partido; los apostadores les ofrecían coimas de hasta 70 mil dólares.

“Los mismos compañeros me decían: ‘Tírate en el área, que te cobrarán penal’. Eso te hacía pensar. No eran todos los partidos, pero sí cuando ibas a canchas chicas”, recuerda el mundialista chileno Juan Carlos Letelier, que jugó en el DIM en 1988.

Narco-pichangas

En ese tiempo era una costumbre de los “capos” narcos invitar a los jugadores más ilustres a jugar partidos a sus fastuosas fincas. Se hacían apuestas, y en las pichangas podía “jugarse” hasta un millón de dólares.
“En 1987 me llevaron en helicóptero a Pacho, un pueblo cerca de Bogotá. Jugaban dos equipos de futbolistas muy famosos e, incluso, había prensa. El partido lo pagó el ‘Mexicano’, Gonzalo Rodríguez Gacha, dueño de Millonarios. Era una fiesta de música, comida, alcohol e iba todo el pueblo… todo gratis. El tipo instalaba sus camionetas y con una maleta llena de dólares le daba plata a la gente”, asegura el ex juez Rafael Sanabria.

Fuente: Reportaje diario El Mercurio de Santiago, 31 de marzo de 2013

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