Griselda Blanco

Griselda Blanco (Cartagena, 15 de febrero de 1943) era una narcotraficante colombiana, miembro de alto nivel del Cartel de Medellín, que fue uno de los más grandes grupos de traficantes de cocaína.

Griselda Blanco nació en Colombia el 15 de febrero de 1943, en uno los barrios más pobres que rodean la ciudad de Cartagena.Su familia se trasladó a Medellín quizás, por vivir en un ambiente tan propenso a la violencia, la niña de once años se sentía insensible a ideas sanguinarias, tal vez era sólo su naturaleza. A los 13 años conoció a Carlos Trujillo, un delincuente callejero que se especializaba en falsificar documentos de inmigración y en enviar inmigrantes ilegales a Estados Unidos. Blanco fue seducida por la seguridad criminal de Trujillo, se casó con él rápidamente y tuvo tres hijos. Luego, a principios de los años setenta, lo mató por una disputa de negocios. Este fue un acto que se repetiría en la vida de Blanco. Poco después, conoció –y se casó – con otro maleante, Alberto Bravo. En lugar de traficar con inmigrantes ilegales, Bravo traficaba cocaína, y a principios de 1970 ganó 26.000 dólares, una suma impresionante para ese entonces en Medellín”.

Fue así como Bravo y Blanco, como muchos otros después de ellos, decidieron perseguir el “Sueño americano”. Establecieron un negocio de cocaína en Queens, Nueva York, que rápidamente se tomó la Gran Manzana y dio comienzo al largo amorío que, por décadas, ha tenido la ciudad con la droga. En una ciudad donde los narcóticos eran controlados por cinco familias de la mafia, se estableció la pareja de colombianos con conexión directa a la fuente. Al comienzo Blanco contrató mulas femeninas que escondían pequeñas cantidades de cocaína en sus maletas de viaje, pero para mitad de 1970 sus pilotos volaban con cantidades considerables de droga directamente desde Colombia, proporcionándole millones de dólares mensuales. Con una larga nómina de clientes que incluía estrellas de cine y grandes atletas, era inevitable que la emergente organización de Blanco fuera objeto de escrutinio: una investigación en conjunto de la NYPD/DEA, denominada la Operación Banshee, llevó a cabo el señalamiento de Blanco y de más de treinta de sus subordinados en una conspiración federal y les abrió cargos por drogas, en abril de 1975. En su momento fue el caso más grande de cocaína de la historia.

A finales de 1970, siendo entonces la indiscutible cabeza de la operación, fundó su propio negocio en Miami. A su llegada debió enfrentar un hecho fortuito: el mercado local de cocaína estaba dirigido por una red de refugiados cubanos y un puñado de renegados traficantes americanos, recién llegados. Miami en los años setenta era una “ciudad virgen” –la puerta de salida de Latinoamérica– y un imán para el oscuro mundo criminal. Se trataba de un universo violento y llamativo que rápidamente fue glorificado en películas como Scarface y en programas de televisión como Miami Vice. Pero las misiones de Crockett y Tubbs eran un juego de niños frente a la agitada trama de eventos que tenían lugar en el área de tráfico del sur de la Florida.

Blanco no se sentía satisfecha con la idea de compartir las ganancias del juego de la droga: quería manejarlo todo. Fue así como a finales de 1970, junto a un grupo de maleantes liderados por ella y por su guardaespaldas, Jorge “Rivi” Ayala, se embarcó en la cacería de todos sus rivales, con el objetivo de eliminar a toda la competencia. Blanco era única en su crueldad. Si le solicitabas drogas y no pagabas a tiempo, podía tomar la decisión de asesinarte. Si Griselda hacía un negocio de drogas contigo y no se sentía bien paga, podía tomar la decisión de acabarte. Cuando ordenaba un asesinato, instruía a sus sicarios para que acabaran con todos los posibles testigos, incluyendo mujeres y niños. Rápidamente ‘‘la Madrina’’ organizó una red de distribución de costa a costa, con miles de empleados y ganancias que ascendían a miles de millones de dólares mensuales. Los traficantes de Miami ansiaban entrar en acción cuando pensaban en el lujoso penthouse de Griselda en la bahía de Biscayne, el palacio en Miami Beach, la colección de exóticos carros,Joyas como un diamante de color rosado de 25,78 quilates que perteneció a la primera dama argentina Eva Perón, las orgías inundadas de drogas y de desnudistas que complacían cualquier necesidad, incluso las de ‘‘la Madrina’’. Blanco solía tomar té en un juego de porcelana que perteneció a la Reina Isabel II del Reino Unido .

Era la decadencia en un nivel épico, pero la lujuria de sangre de Griselda acabaría con la fiesta. Cerca de las dos y media de la tarde del 11 de julio de 1979, el traficante de cocaína colombiano Germán Jiménez Panesso y un socio buscaban una costosa botella de whisky en los estantes del centro comercial Dadeland. Antes que pudieran seleccionar la botella, un trío de sicarios de Blanco que iban en una camioneta Ford Econoline con la leyenda “El tiempo alegre es el mejor complemento de una fiesta” (Happy time complete party supply) impresa en un lado del vehículo, rociaron a los dos hombres con una ráfaga de fuego, asesinándolos y dejando mal heridos a los dos empleados del centro comercial. Fue un golpe espectacular –“una réplica de los de Chicago en 1920”, dijo en su momento el jefe médico de Dade County, Ronald Wright– y cuando los policías arribaron a la escena, descubrieron que los asesinos habían abandonado la camioneta detrás del centro comercial. “La llamaron el ‘vagón de guerra’ porque todos sus costados estaban recubiertos por un cuarto de pulgada de acero y contaba con agujeros para las armas,los agujeros para las armas estaban recubiertos de plástico así que los tiradores podían ver hacia fuera y en cambio tú no podías ver hacia adentro. Dentro del ‘‘vagón de guerra’’ fueron encontradas veinte armas cortas entre pistolas y ametralladoras.

La masacre ocasionó una orgía de violencia. La aguda investigación que se desencadenó, tenía totalmente despreocupada a Blanco. Según Rivi, “a ella le gustaba estar en guerra y todos los días impartía órdenes. Debemos hacer esto y aquello. Era algo que realmente disfrutaba”. Pero la violencia y el estilo de vida de ‘‘la Madrina’’ estaban llegando a su límite. La primera regla del negocio de la droga es mantener tu nariz alejada del producto y ‘‘la Madrina’’ no se destacaba por su autocontrol. La cocaína aumentó su paranoia y se retrajo durante largos períodos detrás de las puertas de su mansión, con su pastor alemán Hitler montando guardia. Pero lo que verdaderamente puso en peligro a Griselda, fue que el sobrino de Alberto Bravo, Jaime, se enteró de que ella era la responsable de la muerte de su tío. Jaime y dos francotiradores que trajo desde Colombia iban a los centros comerciales donde Griselda hacía compras.

Para comienzos de 1985 un jurado federal condenó a Blanco a cárcel sin posibilidad de fianza y la prensa que cubrió el arresto habló de Griselda como la “Reina de la Cocaína”. El fallo federal y el subsecuente juicio finalizaron con una sentencia de más de una década tras las rejas. Pero el negocio de Griselda Blanco estaba lejos de haber terminado.Griselda llegó a ser una de las mujeres más ricas del mundo.

En junio de 2004 ‘‘la Madrina’’ fue dejada en libertad y deportada a Colombia.Actualmente tiene dos hijos y vive en una gran mansión que se encuentra ubicada en Colombia.

La hija del actor Robert de Niro, Drena de Niro, fascinada con el tema de la mafia.piensa hacer una película sobre el personaje más interesante que ha descubierto en el mundo del narcotráfico: Griselda Blanco.Posiblemente en la pelicula participará el mejor amigo de ‘‘la Madrina’’ Mateo Blanco también conocido como «El Niño De La Mafia».

Griselda Blanco: La Reina de la coca que aún vive
10 de Abril de 2009 • 11:00

SANTIAGO, abril 10.- Mucho antes que el capo de la droga Pablo Escobar fuera el narco más buscado de Colombia, una mujer de origen humilde, que tartamudeaba un poco y era pequeña y rolliza, ideó la “exportación” de cocaína a Estados Unidos y dictó cátedra entre los sicarios de los años ’70 matando a varios rivales, pistola en mano.

Seguidora de la película “El Padrino”, Griselda Blanco (1943), se hacía llamar “La Madrina”, y tuvo un hijo al que bautizó “Michael Corleone”. Pero ella misma fundó un estilo que la convertiría en una de las más sanguinarias y excéntricas narcotraficantes de las últimas décadas.

Según el libro “Mujeres perversas de la historia”, de la colombiana Susana Castellanos de Zubiría (Norma, 2008), recién publicado en Chile, Griselda es la criminal “más fascinante que la DEA ha perseguido en toda su historia”.

Su estilo exuberante la llevó a disfrutar su fortuna ilícita con joyas carísimas, algunas de las cuales pertenecieron a Evita Perón; y llegó a comprarse más de 300 pares de zapatos. No contenta con eso, solía tomar té en un juego de porcelana que perteneció a la Reina Isabel, viajaba en limusina blindada y se sometió a operaciones plásticas en numerosas ocasiones.

De origen muy pobre, fue hija de una sirvienta y de un hacendado que la privó de apellido. De niña fue carterista en Medellín, sufrió hambre y violencia hasta que conoció a Carlos Trujillo, un falsificador de documentos que facilitaba el ingreso ilegal de colombianos a Estados Unidos. Con él tendría tres hijos y se trasladaría a Nueva York.

De sexualidad volátil, Griselda pronto encontraría un amante, Alberto Bravo, un criminal “emprendedor”, interesado en el negocio del futuro: la cocaína. Era 1968.

Trujillo murió en 1970, víctima de una hepatitis. Entonces, Griselda volvería a Colombia, para quedarse con Bravo y comenzar a idear cómo ingresar coca a Estados Unidos. Su éxito sería tal que se convertiría en la principal proveedora colombiana de la mafia de Nueva York.

Escondió la droga en lugares inimaginables para la época. Creó compartimentos especiales para la ropa interior que llevaban jóvenes reclutadas como correo humano, y escondió la droga en los tacones de sus zapatos. Su golpe maestro, sin embargo, sería el envío de mil kilos del alcaloide en el buque Escuela Gloria, de la armada colombiana, que atracó en Miami como parte de una regata internacional en 1976, que celebraba los 200 años de independencia americana.

Sin embargo, Griselda cometería el error más caro de un capo narco. Comenzó a consumir coca, lo que aumentó su paranoia. A raíz del decomiso de un vuelo que partía desde Cali a Estados Unidos con 600 kilos de droga, el mayor embargo de toda la historia –hasta entonces- del narcotráfico colombiano, Griselda ordenó una masacre de traficantes en Miami. Al menos 40 fueron acribillados y desmembrados.

También mataría a lavadores de dinero y a acreedores que no pagaban sus cuentas a tiempo. Y, por su propia mano, mataría también a su esposo, en medio de una discusión en la calle.

Pronto vendría otro amante y marido: Darío Sepúlveda, un sicario profesional, quien sería el padre de Michael Corleone.

Una fecha clave en la biografía de la Madrina sería julio de 1979, cuando ocurrió la Masacre de Dadelan. A plena luz del día, en un concurrido mall, serían ejecutados a tiros dos enemigos de la Reina de la Droga. El hecho coronó la fama de Miami como la ciudad más violenta de Estados Unidos.

La DEA estaba sobre la pista de la Madrina. A principios de los ’80, el abuso de las drogas y del alcohol hicieron de Griselda una presa fácil para los agentes. Aficionada a las orgías sexuales salvajes, con mucha droga y alcohol, cuando la anfitriona se emborrachaba y superaba su consumo diario de coca, enumeraba con detalles cada muerte que llevaba sobre su conciencia.

Poco después Griselda se separó de Darío, quien partió con Michael Corleone a Colombia. Allí la policía abatió al sicario, y Griselda recuperó a su hijo menor con altísimos sobornos. Luego de una década de pesquisas, la Reina de la Coca fue arrestada en Florida, y enjuiciada en un proceso al parecer irregular. Por sus crímenes los fiscales pedían, al menos, la silla eléctrica. En cambio, recibió 25 años de reclusión en Estados Unidos.

El 6 de junio de 2004, luego de 20 años de reclusión, la Madrina fue puesta en libertad y deportada a Colombia donde, irónicamente, no tenía ninguna causa penal pendiente.

Desde entonces, la pionera de los carteles colombianos de la droga está desaparecida. Con muchos enemigos históricos, tres de sus cuatro hijos asesinados, y alejada del poder que tuvo, todo indica que aún vive. Y que también sobrevivió la fortuna que le ha permitido ocultarse.

Por Beatriz Burgos
terra.com

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